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08 febrero 2016

Lo que queda de Haití (a los seis años del terremoto que devastó el país)

El “bidonville” popular de Jalousie, en Puerto Príncipe, fue pintado 
de vivos colores en 2013 (con un coste de 1,4 millones de dólares) 
para ocultar al “gueto blanco” de Pétionville una triste realidad: 
la miseria de sus 45.000 habitantes.
(Fuente: ABC News)

En julio de 2011, este transeúnte publicó el post Haití en su agónico estertor perpetuo, donde resumía la historia de aquel país antillano y reproducía un breve pero significativo artículo de Manuel Rivas.
Lyonel Trouillot.
(Fuente: Libération)

¿Qué ha cambiado en Haití seis años después del tremendo sismo que devastó el sur del país y su capital? Dejemos que nos lo explique el 
novelista, poeta e intelectual haitiano Lyonel Trouillot en una entrevista publicada en el diario francés Libération con motivo de la presentación en París de su libro Kannjawou [1].

Los haitianos no tenemos ningún control sobre nuestro país
En enero de 2010, un terremoto causó la muerte de unas 300.000 personas en Haití. Seis años después, mientras el Palacio Nacional permanece derrumbado sobre sí mismo como símbolo de un país hundido, las elecciones presidenciales [2] han tenido lugar en medio de un clima político espantoso: después de haber quedado en segundo lugar en la primera vuelta, Jude Célestin –que ya había sido candidato en 2010– optó por retirarse ante “los fraudes y esta mascarada”, según sus propias palabras. Jovenel Moïse, el hombre designado por el presidente saliente, Michel Martelly, inauguró entonces una nueva forma de democracia en el Caribe: una segunda vuelta… con un solo candidato.
Jude Célestin.
(Fuente: Le Nouvelliste)

Lyonel Trouillot, que es vicepresidente de la Asociación de Escritores del Caribe, acaba de publicar una nueva obra, Kannjawou. En esta entrevista evoca la “denegación de soberanía” de Haití y su legitimación por parte de la comunidad internacional.
Jean-Louis Le Tousset

Para usted estas elecciones han sido una farsa…
– ¿Cómo puede vivir Haití con una mentira montada con el consentimiento de la comunidad internacional? Un candidato previamente elegido, escogido por el ejecutivo y las instancias internacionales: ese es el cuadro que se nos presentó. Ello anticipa una catástrofe institucional: un presidente que no será reconocido por el país pero sí por quienes lo han prefabricado. Desde hace diez años nos movemos en el mismo escenario. Michel Martelly, elegido por la comunidad internacional junto con una minoría haitiana hace cinco años saca de su sombrero a un nuevo candidato que cuenta con el beneplácito internacional. Es algo vertiginoso. Un diplomático de quien callaré el nombre me ha dicho: “Lyonel, vosotros que estáis acostumbrados a los dictadores, ¿por qué no soportáis a un corrupto durante unos cuantos años más?”.
Michel Martilly en febrero de 2011, durante la campaña para las elecciones 
que le llevarían a la presidencia de Haití el 14 de mayo de aquel año.
(Foto © Ramón Espinosa / AP)

Cree usted, pues, que se trata con toda evidencia de la dominación de las instancias internacionales mediante unas elecciones amañadas de antemano.
– Es la primera vez que esto resulta tan evidente. Más allá del carácter corrupto del gobierno que impone a su candidato, surge un conflicto entre la población haitiana y la “internacional”: Unión Europea, Estados Unidos, ONGs, observadores internacionales. Es la primera vez que los haitianos expresan un rechazo masivo a ese diktat sobre la realidad haitiana. Cuando hay diplomáticos que te dicen: “Bueno, habrá una segunda vuelta entre tal y tal, no hay otra opción”, el país sólo puede constatar que ya no es un país y que la denegación de su soberanía es un hecho. Incluso los partidos políticos locales se muestran sorprendidos: “Pero, ¡es imposible elegir a alguien nombrado de antemano!”, dicen. La rápida reacción de las fuerzas extranjeras, predispuestas a continuar con esta parodia, es humillante y detestable. Dejar que Haití tomara las riendas y se ocupara de sus asuntos supondría reconocer el fracaso de sus ayudas, de esas muletas impuestas por la comunidad internacional, la cual impulsó nuevas elecciones inmediatamente después del terremoto mientras era evidente que para los haitianos había muchas otras prioridades. Podría ser divertido que los ciudadanos europeos preguntaran a sus propios gobernantes: ¿por qué se convocaron deprisa y corriendo nuevas elecciones en un país donde acababan de morir trescientas mil personas?, ¿por qué auspician ustedes unas elecciones sabiendo quién las ganará? Se trata pues, a todas luces, de la imposición de una apariencia de democracia en Haití.
Manifestación antigubernamental y contra la injerencia 
internacional en la capital haitiana, Puerto Príncipe.
(Fuente: Haïtí Liberté)

Por lo que dice, entiendo que Haití continúa siendo “un chavalito” en manos de la comunidad internacional.
– Exactamente, lo cual significa que no somos dueños de nuestro país. Los diplomáticos son muy claros al respecto. Es como si hoy la independencia de Haití fuera imposible. Probablemente haya algo de eso, pero también de racismo velado: Haití no es más que un pequeño rebaño de negros dispuestos a obedecer a la comunidad internacional como a un buen pastor, porque ese rebaño no sabría de qué modo ni por dónde avanzar. Ese no es el caso, evidentemente. Esta situación de dependencia se reforzó en 1986, tras la caída del régimen de Jean-Claude Duvalier [3]. La intervención estadounidense de 1994 marca, en mi opinión, el inicio de esa dominación: las misiones extranjeras se ocultaron bajo otras denominaciones e influyeron decisivamente en la realidad política. Luego ocurrió la catástrofe del terremoto y el país se convirtió en una cobaya perfecta para experimentar las políticas de las potencias occidentales.
Vehículos blindados estadounidenses ante el Palacio Presidencial 
de Puerto Príncipe en septiembre de 1994.
(Fuente: solutionshaiti.blogspot.com)

¿Cómo y dónde se expresa el malestar de los haitianos?
– ¡En todas partes! En las emisoras de radio, en la calle, en la prensa, en las redes sociales y, fuera del país, en las comunidades haitianas, especialmente las de los Estados Unidos y Canadá. El mensaje que lanza la calle es este: “Hace diez años que ustedes fracasan, y fracasan en nuestro nombre. Nos organizan elecciones de las que ya conocen el ganador”. Otros ciudadanos dicen: “Esto no funcionará, ya que la organización de las elecciones ha sido confiada a personas corruptas y el candidato ha sido elegido por ustedes [la comunidad internacional]”. ¿Y qué les contestan?: “Bueno, no hilen tan fino, y además, ¿qué es lo que quieren?, ¿quieren elecciones? Pues ya las tienen, ¿de qué se quejan?”. Estas elecciones, en muchos aspectos, me recuerdan la voluntad de París de organizar a cualquier precio un escrutinio en la República Centroafricana. Cuando me encuentro con ciudadanos franceses, estadounidenses o canadienses y me refiero a la situación impuesta por sus propios representantes, parecen caer de las nubes y suelen exclamar: “¡Es increíble! Pero ¿cómo es posible?”.
A menudo, las organizaciones internacionales en Haití priorizan la propaganda.(Fuente: Asociación Audiovisual Educar desde la Infancia)

¿Cómo vive usted esa presencia internacional?
– De hecho, vivimos separados. En Haití, la mayoría de los extranjeros no viven realmente allí, no mantienen contactos con el país. No tienen el humor del país. Ni siquiera escuchan lo que dice la gente del país. Digamos que se trata de una dominación afable. Ellos viven en los guetos blancos. Cuanto peor vayan las cosas en el país, más necesaria será la ayuda de las ONGs. Esta dependencia de las instituciones del Estado está reforzada por la poderosa presencia de las ONGs. Es la “caricia” de la ocupación. “Somos amables –nos dicen–, os ayudamos, os traemos libros: os gustan los libros, ¿verdad?” Haití se radicaliza con respecto a la presencia extranjera. Haití es un paciente tratado con tranquilizantes desde hace diez años.
Viñeta ilustrativa de la ayuda internacional divulgada por la Misión 
de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití.
(© Jerry Rosembert Moise / BIT)

Y Francia, ¿qué dice?
– Francia no dice nada, y transfiere a la Unión Europea la responsabilidad de la situación. Es una actitud bastante maliciosa echarle la culpa a Europa. Con respecto a Francia, por razones históricas y, sobre todo, por parte de los intelectuales haitianos, se mantiene una relación amistosa porque siempre se comparte algo. Ahora, sin embargo, es innegable que se está perdiendo ese espíritu de fraternidad con respecto a Francia, ya que han surgido muchas dudas. En el ámbito popular, en cambio, la situación es distinta. Evidentemente existe un pasado colonial, pero cuenta mucho la herencia que ha dejado la lengua. Aunque, en verdad, la lengua es la de la élite, la de la burguesía, la de las clases dominantes. Los hablantes criollos, que no saben francés, ven en la lengua un instrumento que les impide expresarse. La imagen de Francia paga el precio de sus crímenes históricos y de los crímenes económicos perpetrados por la élite haitiana… que habla francés. La lengua francesa es vista, por lo tanto, como un instrumento de dominación.
El presidente francés François Hollande, recibido con honores 
en el aeropuerto de Puerto Príncipe el 12 de mayo de 2015.
(Foto © Héctor Retamal / AFP)

Usted ha dicho que el lenguaje diplomático se ha relajado: eso ¿qué significa?
– “Me siento muy feliz de estar en su país, tan encantador como desesperante.” Es una frase que me dijo una autoridad consular. La diplomacia se ha ido relajando. Los obstáculos del lenguaje han desaparecido. Incluso los oficiales estadounidenses dicen frases de este estilo: “Su país tiene tantos problemas que he de trabajar para ustedes incluso los sábados”. Ahí no hay ni un ápice de diplomacia. El propio presidente Martelly es la viva expresión de ese lenguaje más bien ramplón. En un discurso, por ejemplo, puede decir groserías como que le gustaría acostarse con una mujer a la que ve… entre el público. Y los diplomáticos le sonríen la “gracia”. Mertelly ha sido el director de orquesta de esa degeneración del lenguaje. Veo en esa actitud, tanto en boca del presidente como en la de la diplomacia, la negación de Haití como entidad. Y ese lenguaje desacomplejado, percibido por la población, equivale a borrar la huella de lo que llegó a ser Haití.
El presidente Martelly dirigiéndose a la Asamblea General 
de las Naciones Unidas, en Nueva York, el 1 de octubre de 2015.
(Fuente: El Día, Santo Domingo)

Catástrofe lingüística, pero también catástrofe espiritual…
– En efecto, así es. Las iglesias evangélicas han supuesto la mayor catástrofe moral que ha sufrido Haití. El individuo se siente cada vez menos ciudadano: es un hermano de Cristo. Sostienen en su discurso que el hombre es un lobo para el hombre, recomiendan no confiar en el vecino, ni en nadie. Ese viraje sectario es inaudito, y el conservadurismo de esas iglesias, abominable. Se vio claramente cuando se produjo el terremoto. El eco procedente de esas iglesias era este: “No habéis seguido los caminos del Señor, y ahora sufrís su castigo”. Ese viraje religioso empezó bajo la dictadura de Jean-Claude Duvalier y supuso el inicio de la “sutil invasión” evangélica.
Traducción del francés: Albert Lázaro-Tinaut


[1] Lyonel Trouillot: Kannjawou, Éditions Actes Sud, Arles-Paris. 2016. La entrevista se publicó en el diario parisino Libération el 23 de enero de 2016.

[2] La primera vuelta de las últimas elecciones presidenciales a las que se alude, con 56 candidatos en liza, tuvo lugar el 25 de octubre de 2015, y el presidente Martelly fue posponiendo la segunda, prevista en principio para el 24 de enero de 2016 y no celebrada. El 20 de enero Jude Célestin anunció que retiraba su candidatura mediante un comunicado en el que decía que "quienquiera que sea la persona que participe en los comicios del 24 de enero será un traidor a la Patria"; de hecho, en la segunda vuelta habría un solo candidato, Jovenel Moïse. Tras la dimisión de Martelly el 7 de febrero de 2016, el Parlamento haitiano suscribió un acuerdo de gobierno de transición para un período de 120 días.

[3] Duvalier, conocido como “Bébé Doc”, fue un dictador que dirigió los destinos de Haití entre 1971 y 1986.


13 septiembre 2015

Entrevista a Mariem Mint Cheikh sobre la esclavitud en Mauritania


Mujeres haratin en el sureste de Mauritania.
(© Ángeles González-Sinde / Intermón Oxfam)

Militante abolicionista, Mariem Mint Cheikh Dieng es una de las principales figuras femeninas de la lucha contra la esclavitud en Mauritania. De origen hartani [1], abrazó la causa abolicionista siguiendo los pasos de su padre, que fue militante de el-Hor, la primera asociación que luchó por la abolición de la esclavitud en su país.

Mariem Mint Cheikh.
(© D.R. / Mondafrique)

En 1983 Mariem se unió en su ciudad natal, Zuérate, a otra asociación, SOS-Esclaves, y en 2007 conoció a Biram Ould Dah Abeid, un militante subversivo que decidió montar su propia organización contra la esclavitud: la (IRA) Initiative de Résurgence du Mouvement Abolitionniste. Mediante sus acciones provocativas, este movimiento adquirió notoriedad más allá de las fronteras mauritanas. Entonces Mariem Mint Cheikh se convirtió en uno de sus miembros más activos, y fue detenida en varias ocasiones por sus actividades militantes. Condenada a prisión en noviembre de 2014, consiguió evitar que la encarcelaran. La entrevistamos.

Pregunta. Desde la IRA, usted denuncia las prácticas esclavistas que aún perduran en Mauritania. ¿En qué consisten esas prácticas?

Respuesta. Las grandes familias árabo-bereberes [2] que ocupan, en buena parte, los puestos de poder político y económico en el país, jamás han acabado con el sistema de servidumbre ni con el racismo. Muchas de ellas continúan teniendo esclavos en sus casas, sometidos con frecuencia a trabajos penosos. Se trata, por lo general, de personas analfabetas cuya propiedad pasa de padres a hijos. Sus hijos menores no son escolarizados y también han de trabajar para sus amos. Su condición de esclavos hace que puedan ser vendidos o intercambiados, como cualquier otro bien. En Mauritania, las víctimas de estas prácticas pertenecen a grupos étnicos de color: los negromauritanos y los heratin, que en conjunto representan aproximadamente el 90 % de la población; el 10 % restante son árabo-bereberes. Esta tradición racista ha creado un sistema social basado en la discriminación y la exclusión. Por ejemplo, como haratin, no pueden acceder a determinados escalafones en el ejército. También es muy difícil que un descendiente de esclavos pueda conseguir un título de propiedad para una parcela de tierra, sobre todo si también aspira a ella un mauro.

Manifestación contra la esclavitud en la capital mauritana, 
Nuakchot, el 26 de abril de 2015. 
(© AFP)

P.
Sin embargo, existe un auténtico arsenal jurídico que no solo prohíbe la esclavitud, sino que además debe sancionarla. Por otro lado, las autoridades han decretado una serie de medidas para intentar poner fin a esas prácticas. ¿Se ha notado alguna evolución en ese sentido?

R. Una ley de 1981 abolió oficialmente la esclavitud, pero la teoría queda todavía muy lejos de la práctica. La falta de control y el temor a actuar contra algunas familias poderosas hacen que la esclavitud persista, al igual que la discriminación. Cambian los rostros pero el sistema esclavista permanece. Una ley del año 2007 prevé, además, que un esclavo puede denunciar su situación en cualquier comisaría para que se abra una investigación y se impongan sanciones. Eso, sin embargo, no ocurre nunca. Por lo general, los esclavos que no gozan de cierta autonomía o no pueden desplazarse, no están en condiciones de tomar iniciativa alguna ni de presentar denuncias. La IRA, por consiguiente, ha decidido ir a buscar a los esclavos en los domicilios de sus amos y presentar denuncias en su nombre en la comisaría o el puesto de policía más próximo.

Una moderna comisaría de policía en Nuakchot.

(Fuente: giz.de)

P. Al convertirse en militante de la IRA, usted ha protagonizado acciones relevantes. ¿Qué aporta la IRA a la lucha contra la esclavitud?

R. En 2010 conseguimos la primera liberación de esclavos. Se trataba de dos muchachas muy jóvenes, de 9 y 14 años, que trabajaban para una mujer. Llevamos a los policías al domicilio de esa persona y pudieron constatar la presencia de las dos sirvientas menores, por lo que detuvieron a la mujer. Fue la primera vez que se puso en práctica una ley existente desde hacía tres años.

Quisimos estar presentes en el interrogatorio a esas dos muchachas. La policía había aceptado, en principio, nuestra petición, pero en el último momento nos negaron ese derecho y nos echaron de allí por la fuerza. Fue entonces cuando me detuvieron juntamente con la esposa de Biram. Nos retuvieron durante tres horas y, mientras salíamos de la comisaría, nos molieron a porrazos. Biram está ahora mismo en prisión. La IRA ha empleado siempre ese método: se trata de presionar, de no movernos de donde sea hasta que se aplique la ley.

Lo mismo ocurrió en 2011, cuando la IRA denunció el caso de seis muchachas esclavizadas en Nuadibú, al norte del país. Hicimos una sentada en la sala del tribunal con la pretensión de no movernos de allí hasta que se dictara sentencia, pero una vez más acabaron echándonos por la fuerza.

Militantes de la IRA manifestándose ante el Palacio 
de Justicia de Nuadibú el 9 de julio de 2011.

(Fuente: Nouadhibou Soir)

P. Sin embargo, el gobierno denuncia sus acciones acusándoles de violencia. Pienso sobre todo en la quema de libros religiosos realizada por Biram Ould Dah Abeid en medio de una plaza para denunciar la justificación de la esclavitud desde el punto de vista de la religión.

Biram Ould Dah Abeid.
(Fuente: Cridem.org)

R. Es algo muy paradójico. Organizamos sentadas pacíficas y presionamos para que se aplique la ley, nos oponemos sin hacer uso de la fuerza en ningún momento. Ellos, en cambio, nos echan a porrazos…, ¡y nos acusan de violentos! Las autoridades y las familias árabo-bereberes que controlan con mano de hierro el poder no soportan que se desafíe el orden social, pues de lo contrario se sentirían amenazadas.

Por otra parte, hay que tener muy claro que el islam rechaza la esclavitud. El Corán no menciona en ningún momento que la esclavitud sea una buena práctica, ni que deba perdurar. Las autoridades y los esclavistas utilizan el islam para preservar sus intereses. Lo que quemó Biram era un libro de Malaquías procedente de Egipto a partir del que algunos exegetas deducen la justificación de la esclavitud. No se trataba, pues, de la quema del Corán, como intentaron hacer creer. Muchos magistrados, pertenecientes en su mayoría a grandes familias, se apoyan en esos textos para dictar sentencias en detrimento de la ley civil, y eso es inadmisible. En 2014 un joven de 28 años fue detenido en Nuadibú por criticar la justificación religiosa de la esclavitud, fue condenado por blasfemia y, para colmo de los colmos, el presidente de la república, Mohamed Uld Abdelaziz, lo atacó en un discurso ante una multitud de seguidores. Esa interpretación religiosa no tiene ningún fundamento.

El presidente de la República Islámica 
de Mauritania, Mohamed Uld Abdelaziz.

(Fuente: Afrik.com)

P. Luego usted fue detenida y encarcelada por haber pedido que pusieran en libertad a Biram Dah Abeid. Explíquenos cuáles fueron las condiciones de su detención.

R. En noviembre de 2014, una decena de militantes de la IRA, entre ellos Biram, fueron detenidos mientras hacían campaña en el sur del país. Para el 13 de noviembre habíamos convocado una manifestación en Nuakchot con el propósito de pedir su puesta en libertad. Fue entonces cuando me detuvieron. Las autoridades sabían que yo había apoyado la candidatura de Biram para las elecciones presidenciales de junio de aquel año. Me tuvieron retenida cinco días en la comisaría hasta que me mandó llamar el fiscal. Luego me encarcelaron durante veintiún días. Allí sufrí maltratos y vejaciones. Algunos presos cómplices del personal penitenciario se dedicaron a insultarme. Estuve esposada durante varias horas y forzada a permanecer de pie. Al término del proceso fui condenada a un año de internamiento, pero con prisión suspendida. Esa es mi condición actual.

La presencia militar en las zonas fronterizas de Mauritania es constante.

(Fuente: Afroline.org)

P. Mauritania es un país aliado de Francia en su lucha contra el terrorismo en el Sahel. ¿Cómo reaccionan los responsables políticos franceses frente al problema de la esclavitud?

R. Para las autoridades francesas esa no es una cuestión prioritaria. Algunos políticos, parlamentarios y miembros de la sociedad civil de Francia nos apoyan, pero no pasan de ahí, porque el interés de Francia por mantener una alianza estrecha con Mauritania es muy grande. Históricamente hay un pacto, más o menos oficial, entre las grandes familias mauritanas y los franceses para que el Sáhara sea un territorio seguro, de manera que ellos puedan sacar provecho de ciertos recursos, especialmente mineros. Esa alianza se mantiene en vigor en el contexto de la lucha contra el terrorismo en esa zona. Los mauros se las componen siempre para influir sobre el poder.

Traducción del francés: Albert Lázaro-Tinaut

[1] Los haratin, de piel oscura, son descendientes de esclavos, pueblan el sur de Mauritania y representan aproximadamente el 40 % de la población de aquel país africano. El singular de haratin es hartani.
[2] Se refiere a los bereberes asimilados, es decir, arabizados, y no a los imazighen (bereberes originarios del norte de África, sometidos a los invasores árabes desde el siglo VII), que continúan luchando por el reconocimiento de su cultura, sus tradiciones y su lengua (véase aquí).


(Esta entrevista se publicó originalmente en Mondafrique el 13 de julio de 2015)

11 agosto 2015

[Marginalia] La precavida sensibilidad musical del “amado líder” norcoreano

Esta es la música preferida de Kim Jong-un, el “amado líder” 
de la República Popular Democrática de Corea.

Nadie ignora (o nadie debería ignorar a estas alturas) que en la República Popular Democrática de Corea, Corea del Norte en términos llanos, rige uno de los regímenes más cerriles del mundo, una dictadura personal, dinástica y hostil a todo lo externo que se obstina por permanecer aislada. Al pérfido dirigente Kim Jong-il, de míticos orígenes, difunto a bordo de un tren (la idea de viajar en avión le provocaba pánico) el 17 de diciembre de 2011, le sucedió su hijo y oficialmente heredero, Kim Jong-un, hecho a imagen y semejanza de su despótico padre (los coreanos dicen, jocosamente, que fue clonado).

Kim Jong-un.

El régimen personalista y autoritario de este singular personaje, arropado por un disciplinado ejército, decide todos los detalles de la vida en el país, dejando pequeños, en comparación, a muchos de los dictadores que en el mundo han sido y son, con la particularidad de que un espeso muro de silencio oculta la realidad de lo que ocurre en aquel país de 120.000 kilómetros cuadrados y unos 24 millones de habitantes, según censos que no se han podido contrastar.

Dos de los instrumentos más poderosos del régimen, como suele ser habitual en todo totalitarismo, son la represión y la propaganda, según la cual el Presidente Eterno de la República, como se le denomina en la Constitución, goza de la admiración y la veneración casi divina de más del 99 % de la población, con lo cual queda todo dicho.

Recientemente, a las múltiples tareas de Kim Jong-un se ha sumado la preocupación por la música y por evitar que ésta caiga en la decadencia que caracteriza al resto del mundo, por lo que ha ordenado a su Departamento de Propaganda, encargado también de la censura, que vele por evitar no solamente la infiltración del K-pop, tan en boga en Corea del Sur, y otras “inmundicias” occidentales, sino incluso la divulgación de fragmentos de composiciones norcoreanas –algunas de la cuales se han popularizado a través de la cinematografía nacional– que, fuera de contexto, “insinúen a los ciudadanos la idea de la protesta y la crítica”.

Sobre esta cuestión ha escrito Andrea Pira en el periódico italiano Il Fatto Quotidiano*, y se ha preguntado hasta qué punto llegará la censura para permitir la actuación en la capital norcoreana, Pyongyang, de la banda eslovena Laibach, anunciada oficialmente para participar, los días 19 y 20 de agosto, en los actos conmemorativos del septuagésimo aniversario de la “liberación del dominio japonés”: una supuesta señal de “apertura” del régimen para acallar ciertas habladurías.

Pyongyang, la capital de Corea del Norte, 
poblada por más de tres millones de personas.
(Foto © Samluellwitz Wordpress)

Este transeúnte añade que Laibach (que curiosamente es el nombre que recibió la capital eslovena, Liubliana, durante la ocupación alemana de Yugoslavia en la segunda guerra mundial) suele combinar simbología nazi y estalinista en sus acciones, que es como denomina sus actuaciones públicas, y sus componentes se han manifestado reiteradamente contra la supremacía anglosajona en el mundo. Dato nada insignificante en el contexto del que hablamos.


El grupo musical esloveno Leibach y su estética.
(Fuente: 24ur.com, Liubliana, 2010)

Los censores del gran líder revisan con esmero las letras de las canciones que interpretará el grupo esloveno, pero quizá no deban temer nada, ya que Jani Novak, uno de los músicos de Laibach, ha dejado claro en una entrevista que tanto él como sus compañeros se comportarán “como corresponde hacer a cualquier invitado” y aceptarán de muy buen grado todas las sugerencias que se les hagan; ha aprovechado la ocasión, además, para culpar de la situación actual de los norcoreanos “a la intervención en la península [de Corea] de ciertas potencias extranjeras”, en clara alusión a los Estados Unidos y China. Palabras que a los oídos de Kim Jong-un y sus generales deben de sonar a música celestial, como puntualiza Andrea Pira. ¿Otra de las numerosas provocaciones de Leibach? ¿Otra de las habituales maniobras de distracción de Kim Jong-un?


Anuncio de la actuación de Leibach en Corea del Norte.

* Andrea Pira: “Corea del Nord, la censura sulla musica di Kim Jong-un: ‘Vietate le canzoni che incitano alla protesta’”, en Il Fatto Quotidiano, Roma, 31 de julio de 2015.

POST SCRIPTUM: Información sobre el concierto de Laibach en Pyongyang y sobre la fría reacción del público norcoreano en La Vanguardia, Barcelona, 21 de agosto de 2015.

13 agosto 2014

De los desastres de la guerra

Uno de los 82 grabados de la serie Los desastres de la guerra
de Francisco de Goya, realizados entre 1810 y 1815 y editados 
por primera vez en 1863.

El transeúnte pretende ir publicando en esta bitácora una serie de entradas con textos en los que se narren, con mayor o menor crudeza, las atrocidades las guerras, que es quizá donde los seres humanos mejor demuestran aquello de que “el hombre es un lobo para el hombre”, expresión que utilizó por primera vez el comediógrafo latino Plauto dos siglos antes de nuestra era [1]. Se valdrá para ello tanto de lo que los historiadores denominan fuentes primarias (relatos de primera mano escritos por protagonistas u observadores in situ) como fuentes secundarias (las de los propios historiadores, periodistas u otros autores que, sin haber sido testigos de los acontecimientos, hayan investigado sobre ellos).

Prisioneros de un campo de concentración soviético 
sometidos a trabajos forzados por el régimen estalinista 
después de la segunda guerra mundial.

Las guerras han sido un contiuum en la historia de la humanidad desde los tiempos más remotos, hasta el punto de que resultaría muy difícil, si no imposible, encontrar en el mundo auténticos períodos de paz global, por breves que fueran. Las guerras, además, no concluyen con el fin de los enfrentamientos armados, sino que prosiguen durante las posguerras: venganzas, vejaciones, juicios sumarios, ejecuciones, encarcelamientos, reclusión en campos de concentración o reeducación, trabajos forzados a los que se solía (y se suele) someter a los denominados “presos políticos”, es decir, a los perdedores, deportaciones, etc. A veces, incluso, las posguerras no son más que treguas entre dos conflictos (podría considerarse así el período entre las dos guerras mundiales, durante el que Alemania e Italia estuvieron planeando resarcirse de su derrota en la primera, utilizando la guerra civil española para la experimentación de nuevos armamentos). 

Presos políticos españoles formando en el patio 
del penal de Ocaña en 1952.
(Foto © Jaime Pato)

En la España de los últimos dos siglos (por no retroceder más en la historia) tenemos buenas pruebas de crueles posguerras, entre ellas los años que siguieron al “fin” de la guerra civil (1939): los triunfalistas "XXV Años de Paz" que proclamó a los cuatro vientos la propaganda del régimen franquista en 1964 ocultaban deliberadamente las atrocidades cometidas tras la victoria de las “tropas nacionales” (los sublevados contra la República en 1936): miles de prisioneros hacinados en cárceles infectas, en condiciones atroces, donde morían hombres y mujeres en condiciones infrahumanas (una de esas víctimas fue, precisamente, el poeta Miguel Hernández, en 1942); presos sin sueldo y con alimentación muy deficiente obligados a trabajar durante larguísimas jornadas en obras públicas (el Valle de los Caídos fue construido, en gran parte, por presos políticos); juicios sin defensa y ejecuciones sumarias, entre otras la del expresidente de la Generalitat de Catalunya Lluís Companys, refugiado en Francia, detenido por la Gestapo durante la ocupación alemana y entregado a las autoridades del régimen; extraños “accidentes fortuitos” en las comisarías de policía, donde se torturaba, y “suicidios de detenidos” que supuestamente se arrojaban por las ventanas de los edificios policiales… Añádase a eso la lucha del maquis, la guerrilla antifranquista que continuó combatiendo en los montes hasta mediados de la década de 1960, y consiguió incluso invadir el Valle de Aran en 1944 y establecer allí un muy efímero régimen republicano. Podrían añadirse muchos otros desmanes, además de una fuerte represión.

Hasta el 11 de septiembre de 1945, 
el saludo fascista “a la romana” 
fue obligatorio, impuesto por Falange 
Española, en todo el territorio español.

Jorge Semprún dijo hace unos años en una entrevista [2] que "la guerra es la ocasión histórica masiva de hacer el mal y justificarlo”. El escritor austriaco Karl Kraus afirmó, con su especial vena satírica, que “las guerras empiezan porque los diplomáticos mienten a los periodistas y luego se creen lo que leen”. Y el poeta francés Paul Valéry escribió, muy juiciosamente, que “la guerra es una masacre entre gentes que no se conocen para provecho de gentes que sí se conocen pero no se masacran”.

Sobre la guerra se ha escrito y teorizado mucho, y sobre las guerras, más. En este sentido tiene plena vigencia la aseveración de que la historia que explican los vencedores es la que luego se divulga a través de las escuelas y la propaganda, de modo que esa evidente parcialidad se acaba convirtiendo, para la mayoría de la población de un país, en la única verdad (la verdad “oficial”).

Un cruento episodio de la guerra civil estadounidense (1861-1865).

Un clásico en la materia, el militar prusiano de principios del siglo XIX Carl von Clausewitz, dice en su ensayo De la guerra [3], sin cortarse un pelo, que la guerra es “la continuación de la política por otros medios”. Por aquella misma época, el político saboyano Joseph de Maistre, con un refinamiento atroz, afirmaba en un libro titulado Las veladas de San Petersburgo [4] que “la guerra es divina en la gloria misteriosa que la rodea y en el atractivo no menos explicable que nos lleva hacia ella. La guerra es divina por la manera como se produce independientemente de la voluntad de los que luchan. La guerra es divina en sus resultados, que escapan absolutamente a la razón”. El tiempo, evidentemente, da la razón al primero y hace que nos riamos del segundo. Y dejaremos aquí las citas, que podrían ser innumerables.

La batalla de Isandhlwana (1879), durante la guerra anglo-zulú 
en la colonia británica de Natal (Sudáfrica), una de las muchas 
guerras coloniales que tuvieron lugar entre los siglos XIX y XX. 
(Pintura de Charles Edwin Fripp)

Las guerras suelen calificarse: mundiales, civiles, religiosas o de religión, santas, expansionistas, de conquista, de unificación nacional, de liberación, de independencia, de sucesión dinástica, de castigo, preventivas, coloniales, poscoloniales, de secesión, de posiciones (o de trincheras), relámpago, nucleares…, y pueden ser también sucias, campales, sin cuartel, frías, sordas, psicológicas, sociales, electrónicas, y hasta galanas, totales, económicas, financieras, comerciales, de precios, de nervios, espaciales, de las galaxias, etc. Sin embargo, hay hermosas guerras literarias donde la violencia es sutil,  bastante inocente y hasta entrañable, como por ejemplo la que se narra en la novela La guerra de los botones, del escritor francés Louis Pergaud

Hay guerras mitológicas (como la de Troya, que tan bien detalla Homero en la Ilíada, desencadenada por la disputa de una mujer, Helena). También hay conflictos armados ridículos o inverosímiles, como la guerra del Fútbol, que enfrentó a El Salvador y Honduras en julio de 1969. Y enfrentamientos eternos en el Próximo Oriente… que se repiten desde hace 5000 años.

El rapto de Helena por Paris 
(pintura de David Hamilton, 1784), 
desencadenante, según Homero, 
de la guerra de Troya.

Entre los textos que se publiquen en esta bitácora habrá versiones que el lector deberá considerar si responden a la realidad, si han sido falseadas o si pertenecen al ámbito de la ficción, según la personalidad de cada autor (sobre quien el transeúnte dará los datos básicos) o su sentido común. La pretensión, en cualquier caso, es invitar a la reflexión a partir de las informaciones que se reciben todos los días, a través de los medios de comunicación, de conflictos bélicos (casi siempre manipuladas y partidistas) y las fuentes que las han transmitido, sometidas, como es bien sabido, a poderosos intereses políticos, ideológicos o económicos.

El transeúnte (que no es, ni mucho menos, un especialista en el tema, pero desea saber más investigando y debatiendo) es consciente de que toca un tema delicado y polémico, por lo que le gustaría que a partir de sus entradas los lectores expresaran sus opiniones para que se estableciera un debate. Difícilmente de ese debate se podrán sacar conclusiones, pero podría resultar enriquecedor poner sobre la mesa distintos puntos de vista, si se expresan con espíritu constructivo. Y, que quede claro, se prescindirá de posiciones ideológicas al elegir a los autores de los textos.




[1] Titvs Maccivs Plautvs:
Asinaria, II, 4, 88.
[2] M. José Diaz de Tuesta: "Jorge Semprún, escritor: 'El hombre sólo puede asimilar la esencia del mal a través de la ficción'", en El País, Madrid, 6 de mayo de 2003, p. 38.
[3] Carl von Klausewitz: Vom Kriege (1832-1834). Versión española: De la guerra. Traducción de Carlos Fortea Gil. La Esfera de los Libros, Madrid, 2005.
[4] Joseph de Maistre: Les Soirées de Saint-Pétersbourg ou Entretiens sur le gouvernement temporel de la Providence (1821). Versión española: Las veladas de San Petersburgo o Convenciones sobre el gobierno temporal de la Providencia. Traducción de Luis Blanco Vila. Editorial Torre de Goyanes, Madrid, 2001.


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