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17 noviembre 2015

Ante el yihadismo y el terror del fundamentalismo político-religioso


El Daesh* (denominación que se da a sí mismo), o Estado Islámico, también conocido por la sigla en inglés ISIS (Islamic State of Iraq and Syria) está sembrando el terror no solamente en las zonas que controla, especialmente dentro de las fronteras de Irak y Siria, sino también más allá de éstas, como se ha demostrado en la tremenda masacre perpetrada en París el viernes 13 de noviembre.

Este transeúnte no entrará ahora en debates que podrían no tener fin. Desea más bien presentar un artículo del político y experto Mario Giro, que desde 2014 es subsecretario de Asuntos Exteriores del gobierno italiano.

Giro (Roma, 1958), miembro de la Comunidad de San Egidio, está implicado desde los años ochenta en el diálogo interreligioso, en concreto con el mundo islámico, en el que se ha especializado, y además de haber colaborado en varias tareas de desarrollo en África, en 1996 participó en las reuniones para resolver la crisis de Burundi, y aquel mismo año estuvo presente en las negociaciones del pacto para el futuro de Albania y tuvo un papel destacado en las difíciles conversaciones entre el presidente de Serbia, Slobodan Milošević, y el líder kosovar moderado Ibrahim Rugova para garantizar la enseñanza en lengua albanesa en las escuelas de aquella región, entonces serbia, que se independizaría unilateralmente en 2008 con el apoyo de los Estados Unidos. En 2006, además, participó en diversas misiones de mediación en el Sudán del Sur.

Distinguido en 2010, en París, con el Premio por la Paz Preventiva de la Fundación Chirac por su contribución al diálogo entre los pueblos en guerra de África y los Balcanes, Giro es, pues, una voz autorizada, por sus amplios conocimientos sobre el mundo musulmán, para opinar sobre el tema que nos ocupa. A este transeúnte le parece útil divulgar sus opiniones –aunque personalmente no comparta algunas de ellas– para conocer mejor el trasfondo de esa realidad trágica que nos ha conmovido muy recientemente porque ha supuesto un golpe tremendo para un “Occidente” que, como consecuencia de sus muchos y graves errores, ahora se siente más inseguro que nunca. He aquí, pues, la traducción de la parte más sustancial de su artículo titulado “Parigi: il branco di lupi, lo Stato Islamico e quello che possiamo fare”.
* Daesh (داعش) es el acrónimo árabe de ad-Dawlah al-Islamiyah fī 'l-Iraq wa-sh-Sham (Estado Islámico de Irak y Siria).


© de este mapa: Laura Canali / Limes


Algunas claves para entender la complejidad del islamismo en el Oriente Medio

Por Mario Giro

¿Estamos en guerra? La guerra, en efecto, existe, pero en principio no es la nuestra: es la que los musulmanes mantienen entre sí desde hace mucho tiempo. Estamos ante un enfrentamiento sanguinario entre concepciones radicalmente distintas del islamismo que se remonta a la década de 1980; un desafío en el que se entrelazan intereses hegemónicos encarnados por las distintas potencias musulmanas (Arabia Saudita, Turquía, Egipto, Irán, los países del Golfo, etc.) en el contexto de esa globalización que ha vuelto a agitar la historia.

Se trata de una guerra intraislámica sin cuartel que se combate en diversos frentes, en los que surgen continuamente monstruos nuevos, cada vez más terribles: desde el GIA argelino de los años noventa hasta al-Qaeda y el Daesh, pasando por la Yihad Islámica egipcia. El periodista Igor Man los llamaba “la peste de nuestro siglo”. En esta guerra nosotros, europeos y occidentales, no somos los protagonistas principales: es nuestro narcisismo el que nos lleva a pensar que estamos siempre en el centro de todo. Los auténticos protagonistas son otros.

Los atentados de París han tenido como objetivo aterrorizarnos, echarnos del Oriente Medio, que es lo que realmente se pretende. Se trata de una especie de “guerra de los Treinta Años islámica” en la que estamos implicados a causa de nuestra (antigua) presencia en aquella región y de nuestros intereses. La ideología del Daesh siempre ha sido muy clara en este sentido: crear un Estado allí donde los estados actuales fueron establecidos por extranjeros, por lo que son “impuros”.

El Daesh lucha por el poder usando el arma de la “religión verdadera”. Pretende consolidar la umma musulmana (la “casa del islam”, que incluye las comunidades musulmanas en el extranjero) como representación única y legítima del islamismo contemporáneo. Es lo que en el lenguaje islámico se denomina fitna: una escisión, un cisma en el mundo musulmán o, para entendernos, una guerra política “en la” religión, que manipula los signos de la ésta del mismo modo que los nazis usaban signos paganos mezclados con ficciones cristianas. El Daesh, como al-Qaeda, mata sobre todo a musulmanes y ataca a cualquiera que se entrometa en ese conflicto.

Al-Qaeda exigía que se eliminaran las bases estadounidenses de Arabia Saudita con la intención de apoderarse de aquel Estado (y también de Sudán y Afganistán, en connivencia con los talibán). Pero el Daesh aspira a más: conquistar “los corazones y las mentes” de la umma; exigir el fin de toda intervención occidental y rusa en Siria e Irak; crear un nuevo Estado donde existió un antiguo califato: Mesopotamia.

Desde el punto de vista geopolítico, sin embargo, se observa una novedad: mientras que al-Qaeda actuaba en unos estados que todavía eran relativamente fuertes, el Daesh se aprovecha de su fragilidad en el mundo líquido, donde resulta más fácil rebasar las fronteras. En síntesis: no existe un choque de civilizaciones sino que se produce, desde hace mucho tiempo, un choque dentro de una civilización.

A partir de esa realidad incontestable, a Occidente y a Rusia se les plantean dos problemas. El primero es externo, y se refiere a su presencia (política, económica y militar) en el Oriente Medio: la cuestión es si y cómo permanecer allí. El segundo es interno: cómo defender nuestras democracias, basadas en la convivencia entre personas de distintos orígenes, cuando los musulmanes residentes en ellas están de alguna manera comprometidos con una causa tan brutal. Cómo preservar nuestra civilización de las violentas turbulencias de esa otra civilización tan próxima. Si nos limitamos a pedir venganza sin haber entendido el contexto, implicándonos cada vez más en la contienda del Oriente Medio y utilizando el mismo lenguaje belicoso que los terroristas, echamos piedras sobre nuestro propio tejado.

Hay que reforzar más el uso de nuestros servicios de inteligencia y la coordinación entre cuerpos policiales, sobre todo en el ámbito de las colectividades inmigrantes de origen árabo-islámicas, que representan una importante fuente de recursos para el terrorismo islámico. A la vez, debe llamarnos la atención que los atentados se multipliquen a medida que el Estado Islámico pierde terreno en Siria.  Es necesario, además, mantener la serenidad en nuestro ámbito social, lo cual significa no ceder a los llamamientos al odio, pues escuchar a quienes piden venganza puede hacer que, por rencor, nuestras ciudades se conviertan en guetos enfrentados desde los que se difundiría, sin duda, la cultura del desprecio y la enemistad.

Sería propio de aprendices de brujo inconscientes prender fuego a nuestro clima social y provocar resentimientos. Eso sólo serviría para facilitar insensatamente el control de las comunidades islámicas occidentales a los terroristas, cediendo a su lógica del odio en nuestros propios países. 

Por otra parte, debemos establecer políticas comunes sobre la guerra de Siria, que es el crisol donde de configuran los terroristas. Imponer una tregua y negociar se ha convertido en una prioridad estratégica, porque solamente el final de aquel conflicto podrá ayudarnos. Añadir guerra a la guerra solamente puede producir efectos devastadorescomo proclama el papa Francisco con respecto a Siria. Hasta ahora hemos cometido muchos errores: Occidente ha actuado dividido, algunos gobiernos han entrado en acción, otros han optado por el silencio pero han proporcionado armas, y algunos se han mostrado vacilantes; nunca se ha hablado de forma consensuada, con una sola voz, a los estados vecinos de Siria e Irak.

Por último, hemos de ocuparnos urgentemente del resto de la región geopolítica mediterránea: Libia, que para Italia es prioritaria (allí, por lo menos, se ha frenado el conflicto bélico mediante el embargo de armas); el Yemen; la estabilización de Irak; la fragilidad del Líbano, de Egipto, de Túnez…

Aunque, en parte, todas esas crisis están relacionadas entre sí, hay que distinguir entre ellas. Al Daesh le sería muy útil reunirlas en un único conflicto de grandes proporciones (su propaganda es clara al respecto) para mostrarse más poderoso de lo que realmente es. Para evitarlo se necesitan alianzas muy sólidas con los Estados islámicos que consideramos moderados: sería una manera de evitarles caer en la trampa de yihadismo, que pretende llevarlos a su terreno. Cada conflicto, tanto en el Oriente Medio como en el Mediterráneo, requiere un tratamiento específico, y hay que esforzarse para hacer esa labor conjuntamente. En otras palabras: permanecer en el Oriente Medio requiere un compromiso político continuo y de largo alcance.

Es tarea prioritaria infiltrarse en la espiral de los foreign fighters [combatientes extranjeros] para acabar con sus redes de captación. No me sorprende en absoluto que entre quienes atentaron en París hubiera viejos conocidos de la policía francesa. Existen también filones residuales de los años noventa que no fueron aniquilados por completo y que se reactivan para apoyar a quienes consideran hegemónicos en su ámbito. Puede que haya combatientes extranjeros que regresen a sus países: se trata de entender la génesis del fenómeno.

Se ha hablado de “lobos solitarios”: ahora estamos en presencia de una manada. Un restaurante, un café, un estadio, una sala de conciertos…, no representan objetivos reales imaginables, señal de que quienes ejecutan esas acciones no necesitan un adiestramiento especial para hacerlo. Lo que sorprende es que dispongan de armas de guerra, que no son fáciles de conseguir en Francia. Combatir el fenómeno de los foreign fighters significa implicar a las comunidades islámicas, no empujarlas hacia la salida.

Y todo eso debe hacerse simultáneamente. Gritar que estamos en guerra sin saber en qué guerra, invocando irresponsables actos de venganza y reacciones armadas, hace que podamos caer fácilmente en la emboscada yihadista. Ahí es precisamente donde el Estado Islámico quiere llevarnos para poder acceder al islam europeo y, sobre todo, al de los países del sur de nuestro continente. Quieren dividir el terreno en dos bandos contrapuestos, jugando con el hecho, que dan por descontado, de que los musulmanes acabarán poniéndose de su parte. Por esta razón, la propaganda del Daesh (como antes la de al-Qaeda) parece dirigida a Occidente, pero en realidad le está hablando a la umma islámica para que reaccione.  

Contener y parar la guerra de Siria es el único modo de drenar el lago terrorista. La operación será larga y compleja, habrá más atentados, pero es el único camino que, a la larga, servirá para alcanzar el objetivo. Se trata (y no es fácil) de hacer que dialoguen enemigos acérrimos, de ceder asientos en las mesas de negociación a gente que no nos gusta (Assad y los suyos) o a formaciones rebeldes ambiguas; pero es el único modo. Ir a Siria por separado, en cambio, es complacer a la Daesh y facilitar sus estrategias: un Occidente y una Rusia divididos en todos los frentes favorecen a quienes están creando un “Estado” alternativo: lo que digo no es más que repetir una vieja lección de historia.

¿Conviene, pues, una operación militar europea directa, boots on the ground [botas sobre el terreno]? Me parece que no, al menos por ahora, pues podría conducir a la derrota. Lo que se necesita, y con urgencia, es que los rebeldes sirios y las milicias de Assad, con sus respectivos aliados, entiendan que existe un enemigo común, se sienten y hablen. El Estado Islámico se presenta muy hábilmente a la umma como una opción “distinta”, sin alianzas con nadie, patriótico, anticolonialista, no global ni envenenado por intereses extranjeros, y puramente islámico, duro pero nacional (en el sentido que tienen, para el islam político, patria y nación). Si se actuara así se pondría en peligro la supervivencia de todos: de Occidente, de Rusia, de Assad, de los rebeldes, de los kurdos y de las otras minorías. Los únicos que parecen haberlo entendido son los kurdos, para quienes hay un único enemigo común surgido del vacío de poder. Las negociaciones deben partir de estas premisas, y en ellas han de participar también los rusos y los iraníes.

El objetivo mínimo es una tregua inmediata; el máximo, un pacto para el futuro de Siria. Sólo si se cumplen estas condiciones se podrá emprender una operación internacional terrestre que intente estabilizar el país y poner al Daesch de espaldas contra la pared. Sólo así podrá desvelarse qué es realmente el Estado Islámico: un hatajo de ex militares iraquíes y de fanáticos yihadistas procedentes del pasado que se han estado aprovechando de nuestra división.

Claro que se puede optar por otra solución; despreocuparse de todo y retirarse, irse del Oriente Medio, renunciar a todos los intereses y abandonar a los países del sur a su dramático destino. Hay quien lo piensa, hay quien lo propone. Si Occidente abandonara el Oriente Medio, probablemente se detendrían los atentados en Europa pero, en contrapartida, aumentaría el número de víctimas en aquella región. De hacerlo, permitiríamos que el lago yihadista se convirtiera en un mar, lo cual no es una opción.

Traducción del italiano y adaptación: Albert Lázaro-Tinaut


(Esta es una versión reducida del artículo de Mario Giro “Parigi: il branco di lupi, lo Stato Islamico e quello che possiamo fare”, publicado en Limes, Rivista italiana di geopolitica, el 14 de noviembre de 2015.)

29 marzo 2012

Rodolfo Walsh desenmascara, a costa de su vida, los crímenes de la Junta Militar argentina


Una de las últimas fotografías conocidas de Rodolfo Walsh.
(Fuente: Blog del profesor Daniel Alberto Chiarenza)

El 24 de marzo de 1976 un golpe de Estado estableció la dictadura en la Argentina tras derrocar el gobierno, constitucionalmente establecido, que presidía María Estela (conocida popularmente como Isabel o Isabelita) Martínez de Perón.

El transeúnte había pasado una semana en Buenos Aires siete meses antes de aquellos hechos, y ya había podido intuir la inquietud que se vivía en la capital argentina, pese a la aparente normalidad que se respiraba en las calles. Había preocupación, incluso cierto temor a que la paz social se resquebrajara, y en los alrededores de la Casa Rosada (sede de la presidencia de la república) se notaba, decían los porteños, más vigilancia policial que antes. La moneda nacional se depreciaba varias veces al día, por lo que convenía cambiar pocos dólares en cada transacción. Sin embargo, la ciudad vivía momentos de intensa actividad cultural, fomentada sobre todo por personas jóvenes llenas de inquietud que recorrían las colas de teatros y salas de cine ofreciendo fanzines y revistas culturales, cuadernillos de poesía y algún que otro manifiesto reivindicativo.

Con la excusa de la lucha antiterrorista contra los montoneros (guerrilla de la izquierda peronista, que había sido declarada ilegal) y grupos guerrilleros marxistas que supuestamente estaban invadiendo el país desde el norte –el transeúnte fue víctima no sólo de un minucioso cacheo, sino incluso de un deplorable interrogatorio por parte de uniformados en el aeropuerto de la ciudad de Resistencia (provincia del Chaco), donde hizo escala el avión en el que volaba desde la capital paraguaya, Asunción, al Aeroparque de Buenos Aires, y de un amago de detención que retrasó largamente la partida del avión: su barba y sus ropas resultaban, simplemente, “sospechosas”–, los militares argentinos, amparados por las fuerzas parapoliciales ultraderechistas de la “triple A” (o 3A, Alianza Anticomunista Argentina), establecieron una Junta Militar que puso en marcha la maquinaria de una represión sin límites cuya perversión superó lo imaginable. Se ha escrito mucho sobre ello, de modo que no parece oportuno entrar ahora en más detalles.

Los miembros de la Junta Militar establecida en Buenos Aires 
en marzo de 1976. De izquierda a derecha: el almirante Emilio Eduardo 
Massera, el general Jorge Rafael Videla y el brigadier Orlando Ramón Agosti.

El escritor y periodista Roberto Walsh (nacido en Lamarque, provincia de Río Negro, en enero de 1927), montonero y militante de otras organizaciones guerrilleras, tuvo la osadía de enfrentarse a aquella Junta Militar mediante una carta abierta, fechada el 24 de marzo de 1977 (primer aniversario del golpe militar), que se reproduce a continuación, con la que firmó su sentencia de muerte. Al día siguiente fue detenido por fuerzas de la Marina, a las que se enfrentó con un pequeño revólver; malherido, o quizá muerto, su cuerpo fue trasladado a la fatídica Escuela de Mecánica de la Armada de Buenos Aires, donde desapareció. El escritor uruguayo Eduardo Galeano dijo de él: "Su desnuda palabra era escandalosa donde el miedo manda. Su desnudadora palabra era peligrosa donde se baila en gran baile de disfraces". 

Se esté o no de acuerdo con su ideología, el testimonio de Roberto Walsh resulta un documento de primera mano que se suma a la historia de aquella infamia. Aquí queda ahora transcrito. El transeúnte está agradecido a la persona (que prefiere quedar en el anonimato) a través de la cual ha conseguido este texto.

El edificio central de la Escuela de Mecánica de la Armada, 
en el barrio de Núñez de Buenos Aires.
(Fuente: http://gangstersyfalleras.wordpress.com, 2009)


Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar argentina

1. La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años.
El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.
El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.
Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo.
Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina.

2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.
Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio. [1]
Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda un ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.
La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contemporáneas. [2]
Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.

3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.
Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.
Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela forman parte de 1200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.
Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de "cuenta-cadáveres" que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.
El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 o 15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos. [3]
Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y los partidos de que aún los presos reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el humor del momento.
Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor. [4]
El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.

4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas. [5]
Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, "con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles" según su autopsia. Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron. [6]
Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.
En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3A de López Rega, capaces de atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Aérea [7], sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre "violencias de distintos signos" ni el árbitro justo entre "dos terrorismos", sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte [8]. La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz y decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile, Boliva y Uruguay [9]. La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que reemplazó a las 3A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.
Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de Prensa Libre Horacio Novillo apuñalado y calcinado después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios internacionales.
A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: "La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal". [10]

5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.
En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar [11], resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.
Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9% [12] prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificado de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron. [13]
Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la "racionalización".
Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe.
Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar "el país", han sido ustedes más afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en sólo una semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia. Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar.

6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.
Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos" [14]. El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el "festín de los corruptos". Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología que amenaza al ser nacional.
Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas.
Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles. 

Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022 

Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.


[1] Desde enero de 1977 la Junta empezó a publicar nóminas incompletas de nuevos detenidos y de "liberados" que en su mayoría no son tales sino procesados que dejan de estar a su disposición pero siguen presos. Los nombres de millares de prisioneros son aún secreto militar y las condiciones para su tortura y posterior fusilamiento permanecen intactas.
[2] El dirigente peronista Jorge Lizaso fue despellejado en vida, el ex diputado radical Mario Amaya muerto a palos, el ex diputado Muñiz Barreto desnucado de un golpe. Testimonio de una sobreviviente: "Picana en los brazos, las manos, los muslos, cerca de la boca cada vez que lloraba o rezaba... Cada veinte minutos abrían la puerta y me decían que me iban hacer fiambre con la máquina de sierra que se escuchaba". 
[3] "Cadena Informativa", mensaje num. 4, febrero de 1977.
[4] Una versión exacta aparece en esta carta de los presos en la Cárcel de Encausados al obispo de Córdoba, monseñor Primatesta: "El 17 de mayo son retirados con el engaño de ir a la enfermería seis compañeros que luego son fusilados. Se trata de Miguel Angel Mosse, José Svagusa, Diana Fidelman, Luis Verón, Ricardo Yung y Eduardo Hernández, de cuya muerte en un intento de fuga informó el Tercer Cuerpo de Ejército. El 29 de mayo son retirados José Pucheta y Carlos Sgadurra. Este último había sido castigado al punto de que no se podía mantener en pie sufriendo varias fracturas de miembros. Luego aparecen también fusilados en un intento de fuga".
[5] En los primeros 15 días de gobierno militar aparecieron 63 cadáveres, según los diarios. Una proyección anual da la cifra de 1500. La presunción de que puede ascender al doble se funda en que desde enero de 1976 la información periodística era incompleta y en el aumento global de la represión después del golpe. Una estimación global verosímil de las muertes producidas por la Junta es la siguiente: muertos en combate: 600; fusilados: 1300; ejecutados en secreto: 2000; varios: 100. Total: 4000.
[6] Carta de Isaías Zanotti, difundida por ANCLA, Agencia Clandestina de Noticias.
[7] "Programa" dirigido entre julio y diciembre de 1976 por el brigadier Mariani, jefe de la Primera Brigada Aérea del Palomar. Se usaron transportes Fokker F-27.
[8] El canciller vicealmirante Guzzeti, en reportaje publicado por La Opinión el 3.10.1976, admitió que "el terrorismo de derecha no es tal" sino "un anticuerpo".
[9] El general Prats, último ministro de Ejército del presidente Allende, muerto por una bomba en setiembre de 1974. Los ex parlamentarios uruguayos Michelini y Gutiérrez Ruiz aparecieron acribillados el 2.5.1976. El cadáver del general Torres, ex presidente de Bolivia, apareció el 2.6.1976, después que el ministro del Interior y ex jefe de Policía de Isabel Martínez, general Harguindeguy, lo acusó de "simular" su secuestro.
[10] Teniente Coronel Hugo Ildebrando Pascarelli según La Razón del 12.6.1976. Jefe del Grupo I de Artillería de Ciudadela. Pascarelli es el presunto responsable de 33 fusilamientos entre el 5 de enero y el 3 de febrero de 1977.
[11] Unión de Bancos Suizos, dato correspondiente a junio de 1976. Después la situación se agravó aún más.
[12] Diario Clarín.
[13] Entre los dirigentes nacionales secuestrados se cuentan Mario Aguirre de ATE, Jorge Di Pasquale de Farmacia, Oscar Smith de Luz y Fuerza. Los secuestros y asesinatos de delegados han sido particularmente graves en metalúrgicos y navales.
[14] Prensa Libre, 16.12.1976.

13 abril 2011

Los controles aeroportuarios: ¡todos somos sospechosos!

Acceso a la zona de control en la Terminal 1 del Aeropuerto de Barcelona.
(Foto: Albert Lázaro-Tinaut)

La idea de construir un mundo sin barreras no es nueva, pero en las últimas décadas muchas personas, sobre todo aquellas que se han preocupado por la educación y la eficacia de la escuela, han hecho hincapié en este concepto utópico, movidos tal vez por la aparente desaparición de muros y fronteras interestatales, al menos en Europa.

Sin embargo, las barreras todavía existen, aunque no siempre sean tangibles: las fronteras van desapareciendo físicamente, pero en la mentalidad de los ciudadanos (y de los gobernantes, por supuesto) están muy presentes. Cuando pensamos en las barreras aparecen en nuestra mente solamente las que impiden el paso, ya sea a nosotros mismos por la valla de una obra pública, por ejemplo, ya sea a personas minusválidas (que al fin van consiguiendo que la arquitectura y el mobiliario urbano se adapten a sus necesidades), ya sea a los vecindarios separados por vías de circulación rápida o tendidos ferroviarios. Pero en el subconsciente colectivo permanecen, a pesar de todo, esas barreras invisibles e intangibles que cierran nuestro entorno, inmediato o no.

Placa colocada en el puesto fronterizo
hispano-francés de la Jonquera para
conmemorar la apertura de barreras.
Los puestos de control y los edificios
de aduanas fueron cerrados y,
posteriormente, derribados.

(Foto: Albert Lázaro-Tinaut)


La idea de una Europa unida sigue siendo una utopía, y los hechos nos lo demuestran todos los días. Para un ciudadano del Reino de España, la República Francesa es “otro Estado”, no una parte más del territorio común europeo. En pocos estados se tiene la sensación de compartir algo con los vecinos: si acaso en Escandinavia, o en el Benelux (pese a que en Bélgica la barrera ideológica y política entre Flandes y Valonia es cada vez más sólida)… De hecho, está ocurriendo todo lo contrario: Yugoslavia se desintegró violentamente y generó siete estados independientes (Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia). Algo semejante ocurrió en la Unión Soviética tras la caída del Muro de Berlín, y de Checoslovaquia surgieron, de mutuo acuerdo y
en paz, dos estados distintos.

Un policía austriaco y otro húngaro
retiran simbólicamente la barrera
fronteriza entre sus respectivos
países el 20 de diciembre de 2007,
al integrarse Hungría en la
denominada “zona Schengen”.

(Fuente: The Telegraph, 21.12.2007 -
http://www.telegraph.co.uk/news/
worldnews/1573358/Police-warning-as-
politicians-hail-open-borders.html)


La paradoja, pues, está servida. El transeúnte no opina sobre las ventajas y los inconvenientes de esa nueva realidad: se limita a enumerar las barreras, con todo el respeto que le merecen los pueblos separados por ellas (para muchos de los cuales –las repúblicas bálticas, por ejemplo– han sido incluso beneficiosas).

Pero he aquí que, de pronto, surge algo más bien indefinido que se denomina “terrorismo internacional”. Curiosamente, cuando una de las dos grandes potencias mundiales desaparece del mapa político y deja de serlo, se tiene la impresión de que la otra –también en crisis, pero todavía fuerte– necesite tener un enemigo poderoso para demostrar, precisamente, que es una gran potencia mundial (y para que el negocio armamentístico, entre otros, no merme, claro está).


El de Osama bin Laden es el rostro
más conocido del llamado "terrorismo
internacional" o, equívocamente, "islámico".


El hecho, históricamente hablando, no tiene nada de nuevo. Desde los albores de la humanidad los enfrentamientos tribales y las guerras entre pueblos y estados vecinos se han sucedido sin cesar. Ahora, sin embargo, hablamos de un enemigo indefinido, bastante difuso pese a las apariencias (no olvidemos que la información que recibimos está casi siempre manipulada), y no de un pueblo o un Estado, y si reflexionamos podemos llegar a la conclusión de que ese enemigo tan terrible, ese lobo feroz, no puede ser más que algo concebido para mantener a raya a los auténticos enemigos de cualquier poder: los ciudadanos libres y pensantes, capaces de derribar muros altísimos si “algo” no frena sus lícitas aspiraciones: y al transeúnte –que tiene bastante arraigado el vicio de reflexionar sobre las cosas– se le ocurre que la gran solución pasa por considerar sospechoso a todo bípedo, bien o mal vestido.

Los atentados terroristas (suponiendo que realmente lo fueran) que sufrieron en su propia piel en septiembre de 2001 los hasta entonces incólumes Estados Unidos, y otros que ocurrieron más tarde en diversos países (entre ellos la atroz matanza de marzo de 2004 en las inmediaciones de la estación madrileña de Atocha) crearon un estado de alarma mundial que derivó muy pronto en unas obsesivas normas de seguridad, una enorme barrera que convertía definitivamente en sospechosos a todos los ciudadanos y que, además, daría aún más alas a la xenofobia.


El 7 de julio de 2005, una serie de explosiones
en los transportes públicos de Londres provocaron
la muerte de 56 personas y heridas a varios centenares.

(Fuente: UnWelcome Honesty - http://unwelcomehonesty.wordpress.com/)

Los aeropuertos quizá sean el mejor ejemplo de esas “barreras”, donde los pasajeros son a menudo objeto de vejación, cuando no de “detención preventiva” o de repatriación forzosa. Los márgenes de tolerancia son escasos, pero variables según las normativas que aplica cada Estado.

El transeúnte, que se mueve con frecuencia por el espacio aéreo, podría explicar decenas de anécdotas sobre las situaciones en que se ha encontrado. Se limitará a comentar algunas porque, a su entender, denotan la actitud de las autoridades policiales de cada Estado (amparadas, claro está, por las instrucciones emanadas de sus respectivos gobiernos).

La más desagradable que recuerda desde que se establecieron esos controles ocurrió en el aeropuerto escocés de Glasgow, donde unos cartelitos bien visibles antes de entrar en la “zona de control” ya advertían que cualquier tipo de resistencia, amenaza, insulto e incluso actitud evidente de enfado podía suponer para el pasajero su detención inmediata. Tenían muy claro los agentes de la policía que los usuarios de aquel aeropuerto deberían pasar por una serie de vejaciones, y convenía que las asumieran con resignación. Casi nadie escapaba de las voces crispadas de los uniformados, de sus regañinas, de sus humillantes lecciones de “cómo debían haber ordenado sus pertenencias” en el equipaje de mano, cuyo contenido, en la mayoría de los casos, era dispersado a la vista de todos sobre grandes mesas, revisado minuciosamente y luego amontonado de cualquier manera sobre la bolsa o la maleta de cabina, para que el molesto pasajero, sin poder expresar su indignación, se tomara la molestia de volverlo a colocar todo en su lugar. Cualquier objeto “sospechoso” suponía un interrogatorio, y si el viajero no entendía la lengua del policía, sufría una vejación más. Puro autoritarismo militar en un país, el Reino Unido, que pretende distinguirse por sus buenas maneras. El transeúnte, sin zapatos (porque también había que descalzarse), sin cinturón (con el consiguiente riesgo de quedarse de pronto en calzoncillos… como le ocurrió a más de un pasajero), con sus pertenencias revueltas, consiguió a duras penas y sin ninguna ayuda llegar a las largas mesas donde la gente trataba de hacer un hueco para salir de apuros.


La revisión del contenido de
los equipajes es muy frecuente,
sobre todo, en los Estados Unidos
y el Reino Unido.

(Fuente: La Stampa, Torino, 27.10.2010 -
http://www.lastampa.it/redazione
/cmsSezioni/esteri/201010articoli/
59885girata.asp)


En cambio, recuerda su experiencia más agradable, teniendo en cuenta las circunstancias. Fue en el aeropuerto de Lisboa, donde el policía que lo atendió le pidió excusas por las molestias y, con una sonrisa afable, le ayudó incluso a ponerse la chaqueta.

En el aeropuerto romano de Fiumicino la experiencia fue hasta divertida y digna de los mejores tópicos italianos. El transeúnte hacía escala allí, viajando de Dubrovnik a Barcelona. Confiado en que no debería pasar ningún otro control (el de la policía croata había sido correcto, sin ningún incidente), compró en el Free shop del aeropuerto dálmata una barroca botella de rakija, ese característico aguardiente (de ciruelas, en su caso) que se produce en los Balcanes. Pero he aquí que en el aeropuerto romano sí que debía pasarse de nuevo el control de equipaje de mano, a pesar de estar en tránsito. El escáner, por supuesto, detectó la botella en la mochila del transeúnte y un policía joven y amable le dijo que debía entregar la botella. Tras una breve y amable discusión, y al ver de qué se trataba, el uniformado tuvo un gesto de complicidad con el transeúnte: “Ma via, salvi questa bella bottiglia!”, y le dio las pistas para hacerlo: salir de la zona de tránsito, como si terminara su viaje en Roma, ir al mostrador de la compañía con la que debía volar a Barcelona y facturar aquella mochila, “ya que nadie sabe que lleva también una maleta facturada desde Dubrovnik”, añadió, guiñándole el ojo a la “víctima”, cuando ésta le hizo saber que llevaba también una maleta en bodega. Y así lo hizo el transeúnte, sin que nada le impidiera “salvar” su rakija.


El transeúnte todavía conserva,
ya vacía, la botella de rakija que
"salvó"
en el aeropuerto de Fiumicino.

Al regreso de un reciente viaje a Irlanda, los policías del control del aeropuerto de Dublín “descubrieron” en el monitor del escáner que el transeúnte llevaba dos paraguas en su mochila, y se la hicieron abrir. Puesto que el uniformado que la inspeccionó encontró un solo paraguas, la vació del todo, sin hallar el otro supuesto artilugio, amontonó los enseres encima de la mochila y la volvió a pasar por el escáner. “All is in order, no problem!”, dijo entonces en tono conciliador; pero abrió dos veces el paraguas para asegurarse de que no ocultara ningún material mortífero (o, más bien, para atenuar su sensación de ridículo). Luego, sin embargo, colocó con cuidado los enseres en la mochila, la cerró y se despidió del sospechoso con un “Thank you very much” y media sonrisa.

Nunca ha tenido problemas el transeúnte en aeropuertos de otros países, pero siempre se ha sentido vigilado, “sospechoso”, al pasar cualquier control de seguridad.


¿Podemos considerar aceptable éticamente este tipo de cacheo?
(Fuente: Taringa! - http://www.taringa.net/posts/imagenes/8610794/
Cacheos-en-el-Aeropuerto.html. Más imágenes indignantes en la misma página.)


Construir un mundo sin barreras, sentirse libre, al menos en el territorio de la llamada Unión Europea (que está lejos de ser la Europa de los ciudadanos), es hoy por hoy sólo un anhelo. El enemigo acecha, aunque sea de cartón piedra, aunque resulte increíble que ese personaje ya legendario (¿no lo será acaso en el sentido recto de la palabra?) a quien llaman Osama bin Laden no haya sido localizado y aniquilado cuando los medios de que dispone la gran potencia mundial todavía superviviente son capaces de encontrar la punta de una aguja en el gran pajar de nuestro planeta. Y nosotros, a callar y obedecer, que es una de las primeras consignas de la humanidad desde que el mundo es mundo. Somos masa, minoría silenciada, individuos indefensos, el agnus dei, infelices mortales al fin y al cabo, y parias para unos pocos con excesivo poder.

(Fuente: © Galería de citylovesyou_ffm, 2006 /
http://www.flickr.com/photos/ffmobscure/with/218668494/)


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