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08 diciembre 2010

¿500 años del árbol de Navidad?

El árbol navideño levantado frente a la reconstruida Casa
de la Hermandad de las Cabezas Negras, en Riga.

(Foto © Gilles en Lettonie: http://gillesenlettonie.blogspot.com/)

Nadie duda del origen pagano del árbol que tradicionalmente se adorna en el mundo cristiano (e incluso, por influjo de las modas y de la mercadotecnia, en otros lugares donde el cristianismo es minoritario, como el Japón, el sudeste asiático o Dubai, por ejemplo) durante las Navidades. Se discute, en cambio, el lugar donde se utilizó por primera vez este símbolo del solsticio de invierno como elemento navideño, y también cómo y cuándo lo adoptaron los cristianos.

El caso es que este año la capital de Letonia, Riga, celebra los 500 años de la colocación del primer árbol de Navidad del mundo. Cuenta la tradición letona que Martín Lutero en persona, mientras paseaba por un bosque próximo a Riga, quedó admirado por la luz de la luna reflejada en las ramas de un abeto y arrancó un pequeño ejemplar de este árbol para regalárselo a sus hijos; de ahí nació, según los letones, la idea de cristianizar la vieja tradición pagana del Yule*, símbolo del sol en las culturas septentrionales de Europa, con la que se invocaba al astro diurno en el solsticio de invierno, el día del año en que el sol luce más brevemente en el hemisferio Norte.

Conocido grabado que representa
a Martín Lutero con su familia ante
un árbol de Navidad.


Difícilmente el futuro reformador Lutero (que en 1510 era sacerdote católico y profesor de teología en la Universidad de Wittenberg) pudo regalar entonces el árbol a sus hijos, ya que no se casó hasta 1525, después de haber sido declarado hereje por el papa León X en 1518, ni tuvo hijos, que se sepa, antes de su matrimonio.

Lo cierto es que en la actual Letonia, como en otros lugares del norte de Europa, el árbol, y más concretamente de abeto, de hojas perennes, tenía para los pobladores paganos una significación muy especial, y era frecuente de que se encendieran pequeñas velas en sus ramas para evocar la luz solar. Se utilizaba también el muérdago como planta sagrada, y las parejas propiciaban la fertilidad besándose bajo las ramas este arbusto. Además, se colocaban bajo el abeto bayas de acebo, consideradas un alimento agradable para los dioses de la naturaleza.


Pues bien, se dice que en diciembre de 1510 los miembros de la cofradía de los comerciantes solteros de Riga (que en 1687 pasó a denominarse Hermandad de las Cabezas Negras) fueron a un bosque cercano a la ciudad, cortaron un gran abeto, lo plantaron en medio de la plaza donde tenían su sede, lo decoraron con flores de papel y luego lo quemaron en medio de una gran algarabía en la que fluyeron abundantemente la cerveza y otras bebidas alcohólicas. Este hecho está documentado por una de las grandes especialistas mundiales en temas navideños, la condesa Maria Hubert von Staufer (Leeds, Inglaterra, 1945 – Palma de Mallorca, 2007), según reconoció en enero de 2002 la organización Christmas Archives International, con sede en Londres, y lo corrobora, entre otras entidades, la Asociación Canadiense de Productores de Árboles de Navidad.


No cabe duda de que Lutero nada tuvo que ver con el surgimiento de esa idea, sino que los mercaderes se dejaron llevar por la antigua tradición pagana: hacía poco más de tres siglos que los alemanes habían emprendido la cristianización de los pueblos del Báltico oriental, y apenas doscientos años que la religión romana se había arraigado con cierta fuerza en aquellas tierras, por lo que el paganismo continuaba muy presente en la mentalidad popular.


Han sido muchos los artistas, humoristas
y diseñadores que han interpretado desde
diferentes puntos de vista el árbol navideño.
Éste, del francés Serge Loverde, adornaba el
centro de la localidad francesa de Aubagne
durante las Navidades de 2009.

(Foto © Serge Loverde)

La tradición católica, por su parte, suele atribuir el abeto navideño al monje inglés Winfrid (nacido alrededor del año 675), que en 716 fue enviado a cristianizar las paganas tierras de Alemania, donde murió a manos de los “bárbaros” (las crónicas los identifican con una partida de bandidos y ladrones que asaltaron a los “elegantes” misioneros cristianos, bien dotados económicamente por el Papado), junto a otros cincuenta compañeros de misión, el día de Pentecostés del año 754, lo cual lo convirtió en mártir de la Iglesia romana, que lo elevó a los altares como san Bonifacio.

La leyenda dice que los paganos de Escandinavia y del norte de la actual Alemania veneraban el Yggdrasil (Árbol del Universo), un fresno sagrado cuya extremidad llegaba hasta el cielo (donde se hallaba la fortaleza de Valhalla, que acogía a los guerreros muertos en combate, y Asgard, el palacio del dios Odín) y cuyas raíces se internaban en el lúgubre reino de los muertos, Helheim, identificado también con el infierno. Parece que a Winfrid se le ocurrió un día hacerse con un hacha y cortar un Yggdrasil para plantar, en su lugar, un pino, árbol de hoja perenne, que adornó con manzanas –símbolo del pecado original y de las tentaciones– y velas –representación de la luz del mundo, que emanaba de Jesucristo–. Las manzanas fueron reemplazadas más tarde por bolas y las velas, por lucecitas de colores. Lo de los regalos al pie del árbol vino más tarde.


La tradición alemana dice que el primer árbol de Navidad se colocó en 1605 en algún lugar de las tierras germánicas (según los franceses, era un abeto de los Vosgos levantado en la actual plaza Kebler de Estrasburgo, en Alsacia), y que la costumbre se extendió muy pronto a Escandinavia y, ya en el siglo XIX, a Inglaterra y otros numerosos países.

El árbol de Navidad que hizo decorar la Reina Victoria de Inglaterra
en 1848, adornado con velas, dulces y un ángel en lo alto, según
un grabado aparecido en The Illustrated London News.


En España lo introdujo, al parecer, la princesa rusa Sofía Sergueievna Troubetzkoy (1838-1898), la cual, después de enviudar de su primer marido –un hermano de Napoleón Bonaparte– se casó con José Isidro (Pepe) Osorio y Silva-Bazán, duque de Sesto y de Alburquerque y Marqués de Alcañices, quien desempeñó un importante papel en la Restauración borbónica. Se dice que en su palacio del paseo del Prado de Madrid, situado donde actualmente se levanta el edificio del Banco de España, lució en 1870, por primera vez en España, el árbol de Navidad.

Hoy, como bien sabemos, los abetos navideños se cultivan en plantaciones, se suelen vender a precios abusivos en mercadillos, floristerías y centros comerciales, y para los ahorradores los hay de plástico, desmontables. La tradición, como tantas otras cosas, se ha mercantilizado, y el árbol de Navidad se ha convertido, ¡cómo no!, en uno más de los artículos de consumo de cada mes de diciembre.



Plantación de abetos navideños en los Estados Unidos.
(Foto © USDA Natural Resources Conservation Service / FlickreviewR)


* Yule ha dado nombre a la Navidad en algunas lenguas: Jul, en danés, noruego y sueco; Jól, en islandés y feroés; Joulu, en finlandés; Jõulud, en estonio.

Clicad sobre las imágenes para ampliarlas.

16 mayo 2010

Flashes: “Los músicos de Bremen” en Riga

El monumento a los Músicos de Bremen (Brēmenes muzikanti),
de la escultora Krista Baumgaertel, detrás de la iglesia
de San Pedro, en Riga. (© Albert Lázaro-Tinaut)

Los músicos de Bremen (Die Bremer Stadtmusikanten) es un célebre cuento tradicional alemán, concretamente de la Baja Sajonia, recogido por los hermanos Karl y Wilhelm Grimm en la segunda edición de sus Kinder- und Hausmärchen (‘Cuentos para la infancia y el hogar’, 1819). En los países de lengua alemana, y después en todo el mundo, esta historia de animales tuvo mucho éxito (aquí podéis leer una versión en castellano), y muchísimos ilustradores han representado a sus protagonistas (un asno, un perro, un gato y un gallo) en numerosos libros y revistas infantiles.

Curiosamente, en la capital de Letonia, Riga, encontramos un monumento –denominado, en letón, Brēmenes muzikanti–, que representa la manera como se muestran tradicionalmente estos cuatro animales. La explicación de la presencia de este monumento es sencilla: Riga fue fundada en 1201 por un alto eclesiástico procedente de Bremen, Albrecht (Alberto) von Buxthoeven (Bexhövede, Baja Sajonia, 1165 - Riga, 1229), que fue el primer obispo de Livonia y que al año siguiente fundó también la orden militar de los Fratres militiae Christi, más conocidos como Hermanos de la Espada o Caballeros Portaespadas, los cuales fueron decisivos en las denominadas Cruzadas del Norte para la cristianización de los pueblos paganos del Báltico oriental.

El monumento que encontramos en el núcleo medieval de Riga (Vecrīga), junto al ábside de la iglesia de San Pedro, obra de la escultora Krista Baumgaertel, fue un regalo que la ciudad de Bremen hizo, en 1990, a la comunidad wesfaliana que hermana la capital letona con la ciudad alemana de Ense (Westfalia del Norte).


El monumento dedicado a Die Bremer
Stadtmusikanten, situado junto
al Ayuntamiento de la ciudad alemana
de Bremen e inaugurado en el año 1953.
Es obra del escultor Gerhard Marcks.
(© Magnus Manske, 2004)


Esta historia tradicional ha dado lugar a muchas interpretaciones artísticas, no únicamente obras de ilustradores de cuentos, como el transeúnte ha explicado, sino también de escultores (ésta de Riga es un ejemplo de ello, y lo es también la escultura del alemán Gerhard Marcks, que se inauguró en la ciudad de Bremen en 1953) y de dibujantes de cómics, músicos, autores teatrales (en 1977, el polifacético cantante y escritor brasileño Chico Buarque se inspiró en ella para escribir y musicalizar Os santimbancos; también se han hecho adaptaciones trasladadas a nuestro tiempo, como por ejemplo una ambientada en los Balcanes en guerra, presentada en el Theater Laboratorium de Oldemburgo).


Los cuatro animales protagonistas
del cuento Los músicos de Bremen,
según una ilustración de Roser
Capdevila para un capítulo
de la serie de televisión Las tres
mellizas
(carátula de un DVD
de Cromosoma, 2005).



Pero los animales de los Músicos de Bremen han sido especialmente protagonistas de películas de animación y series televisivas: en 1994, por ejemplo, uno de los capítulos de la serie Las tres mellizas, realizada por la ilustradora Roser Capdevila y producida por Cromosoma para la Televisió de Catalunya, recogía este cuento. ¡En Japón, la historia hasta se ha incluido en una serie de estilo anime!


Traducción del catalán: Carlos Vitale

27 marzo 2010

Post scriptum. Una hablante livonia centenaria… en Canadá

El transeúnte, cuando el pasado mes de enero habló de los livonios en esta bitácora (ved Līvõd rānda), dijo que el último hablante de la lengua, Viktor Berthold, había muerto el 28 de febrero de 2009. Pero hete aquí que ahora lo sorprende una noticia aparecida el pasado 19 de marzo en la publicación estonia Fenno-Ugria Asutus, firmada por Tapio Mäkeläinen*, en la cual se informa que la señora Grizelda Kristiņa (nacida Berthold), que habla su lengua materna, el livonio, acaba de cumplir 100 años en la localidad de Campbellville, a unos 50 kilómetros al sudoeste de Toronto (Ontario), donde vive desde que se estableció en Canadá en el año 1951.

Grizelda Kristiņa, prima de Viktor Berthold, nació en la Līvõd rānda (norte de Curlandia, Letonia), concretamente en la granja de Zūonkõ, en la aldea de Vaide (a 12 km de Irē [Mazirbe], donde después fue a la escuela), el 20 de marzo de 1910. Entre los años 1930 y 1933 (es decir, cuando Letonia era una república independiente) estudió en la Universidad de Lahti y el Instituto-hogar de Orimattila (Finlandia) gracias al apoyo de una organización finoúgria, que seleccionó a los jóvenes livonios mejor formados para ofrecerles esta oportunidad (hay que decir que la solidaridad entre los pueblos finoúgrios ha sido siempre envidiable, y aún lo es).


En 1944, cuando las repúblicas bálticas fueron anexionadas por la Unión Soviética, huyó con su marido y su pequeña hija Sarmite, de cuatro meses, a Suecia, y en 1951 se establecieron los tres en Canadá, donde se habían constituido diversas comunidades de exiliados bálticos en los alrededores de la ciudad de Toronto.


Grizelda Kristiņa no tan sólo mantuvo viva la llama de la cultura y la lengua livonias, sino que, además, en 2008 aún tuvo fuerzas, a pesar de su edad, para publicar un CD en livonio, Līvõ kel, en el cual dicta los capítulos de un manual de lengua livonia,
editado con el mismo título, también en Canadá, por Kersti Boiko en el año 2000. Pero lo más interesante de este CD es poder oír la fonética de la lengua con la voz de esta anciana tan vivaracha.

Noticias como la que comenta ahora el transeúnte permiten mantener la esperanza de que la lengua de los livonios, por más que actualmente no se hable fuera del ámbito de algunas –escasas– familias, no caerá en el olvido. La pérdida definitiva de una lengua, aunque sea pequeña, representa siempre un empobrecimiento de la cultura universal.


¡Felicidades por sus cien años de vida provechosa, señora Kristiņa!

* Tapio Mäkeläinen es un conocido finougrista finlandés, casado con una letona y muy interesado por la cultura estonia. De hecho, obtuvo esta información de un artículo más extenso, en letón, firmado por Baiba Šuvcāne y publicado en el portal Livones.lv: “Grizelda Kristiņa svin 100 gadu jubileju”. El transeúnte se ha basado también en este artículo y se ha permitido corregir algunas inexactitudes de Mäkeläinen.

Agradecimientos: Linda Järve y Jüri Talvet.


Fuente de la fotografía de la señora Kristiņa: Livones.lv.

Traducción del catalán: Carlos Vitale.

22 enero 2010

Līvõd rānda


La denominada Costa de los Livonios (Līvõd rānda, en lengua livonia; Lībiešu krasts, en letón), en el litoral septentrional de Curlandia (Letonia), es el último refugio de un pueblo finoúgrio que durante muchos siglos estuvo establecido en la región báltica, desde la mitad sur de la actual Estonia hasta la desembocadura del río Daugava (Dvina Occidental), es decir, hasta donde actualmente se encuentra la capital letona, Riga, fundada en el año 1201. Livonia, de hecho, hasta la primera guerra mundial fue una de las provincias bálticas del Imperio ruso, aunque el primigenio pueblo livonio ya era muy reducido en el siglo XIX –se calcula que entonces hablaban la lengua unas 2300 personas, cuando en el siglo XIII, antes de la cristianización, habían sido más de 30.000–, y se había asentado en unas cuantas aldeas al oeste de su territorio histórico, o sea en las costas del norte de Curlandia.

Localización de la Costa de los Livonios.
(Fuente del mapa: Toivo Vuorela,
The Fenno-Ugric Peoples.)

















Restos de instalaciones militares soviéticas cerca de Irē. Abajo, un búnker en medio del bosque, en las proximidades de Kuoštrõg.

Tal como los conocemos actualmente, los livonios eran hasta la segunda guerra mundial un pueblo de pescadores, obligado a abandonar la pesca cuando las repúblicas bálticas fueron anexionadas por la Unión Soviética, en 1944, y la costa se convirtió en territorio fronterizo cerrado; incluso se instaló en medio de la Līvõd rānda una base militar. Esta situación acabó con los medios de vida del reducido pueblo livonio y llevó, prácticamente, a su extinción, asimilado a la población letona o bien emigrado, tanto a la ciudad de Riga (allí los livonios tienen también un centro cultural) como al extranjero, especialmente a los Estados Unidos (donde, paradójicamente, la lengua livonia está más presente que en cualquier otro lugar, aunque sea de una manera testimonial).

De hecho, el exónimo livonio es ajeno al propio pueblo, que en su asentamiento en Curlandia se autodenominaba randalist (‘habitantes de la costa’) o bien, sencillamente, kalamied (‘pescadores’). Pero actualmente han adoptado el etnónimo līvdi. La denominación livonio aparece en el siglo XII, concretamente en la Primera Crónica Rusa (Повесть временных лет, ‘crónica de los tiempos pasados’), más conocida como Crónica de Néstor, que se refiere a los antiguos pobladores de la futura Livonia como livy (ливы). Pero mucho antes, en el año 79 –el de la erupción del Vesubio que sepultó Pompeya–, el erudito latino Plinio el Joven ya mencionaba a los levioni, refiriéndose con toda probabilidad a este pueblo del Báltico.

Una típica casa livonia en Kuoštrõg.









El transeúnte, curioso por esta exigua minoría, recorrió sus tierras, muy poco pobladas, durante la primera mitad del mes de septiembre de 2009, y constató que, por desgracia, el pueblo livonio es más testimonial que presente: supo que el último hablante autóctono “activo”, Viktor Berthold (que había aprendido la lengua en la escuela durante la Primera República de Letonia) había muerto seis meses antes, el 28 de febrero del mismo año.



















El edificio y la sala de actos (abajo) de la Līvõd Rovkuodā, en Irē.



Sin embargo, la cultura de los livonios no ha desaparecido del todo, y en su minúscula “capital”, Irē (Mazirbe, en letón) –una aldea de pocas casas y escasísimos habitantes, con una sola tienda que vende todo lo imprescindible, y donde el transeúnte se alojó en una confortable cabaña del camping Mazirbes Kalēji– se alza el edificio de la Līvõd Rovkuodā, el centro de la cultura livonia, construido en 1938 con aportaciones de los tres estados de lengua finoúgria: Estonia, Finlandia y Hungría, e inaugurado oficialmente el 6 de agosto de 1939 (ved en la imagen de la izquierda la placa conmemorativa, en finés, estonio y húngaro, respectivamente). Se trata de un sólido edificio de dos plantas que luce la bandera livonia sobre la puerta principal, donde desde el año 2000 se restableció la Sociedad Cultural Livonia, creada en 1986 y heredera de la Unión de Livonia (Līvõd Īt) –de la cual, ahora, ha recuperado el nombre–, que había sido constituida el 2 de abril de 1923 con la finalidad de mantener vigente la lengua y la cultura de los livonios. Este centro de cultura, con su amplia y luminosa sala de actos, mantiene una exposición permanente de fotografías que rememoran los buenos tiempos de la comunidad, cuando incluso recorría aquella costa una línea ferroviaria de la cual apenas quedan vestigios.

La bandera livonia en la fachada de la Līvõd Rovkuodā; concebida por la Līvõd Īt, fue declarada oficial el 18 de noviembre de 1923. En la imagen de la derecha (© Lauku ceĮotājs, Riga) se puede comprobar el sentido de los colores de esta bandera: el verde del bosque, el blanco de la playa (cubierta de nieve en invierno) y el azul del mar.


Es muy importante destacar la tarea de recuperación del folclore que han hecho algunos grupos musicales, como los coros de la Unión Livonia, creados en el verano de 1922; el coro Līvlist, de Riga, y el grupo Kāndla, de Ventspils (fotografía de la izquierda [© Folklora.lv]), ambos fundados en 1972, que ya en época soviética recuperaron una parte considerable del patrimonio musical livonio; la familia Stalti; el grupo estonio Tulli Lum (literalmente, ‘nieve caliente’), creado en 1999 por su vocalista, la livonia Julgi Stalte; e intérpretes como Marija Šaltjāre (1860-1930), Katrina Krasone (1890-1979); Hilda Grīva (1910-1984), una mujer muy activa en diversos ámbitos de la cultura; y Katrīne Zēberga, que han dejado grabaciones de algunas canciones tradicionales (en el archivo folclórico estonio de Tartu [Eesti Rahvaluule Arhiiv] se conserva un material valiosísimo).

Viejas imágenes de la exposición permanente que puede verse en la Līvõd Rovkuodā.










A pesar de la precariedad en que se encuentra la cultura livonia y el hecho de que la lengua ya no se utilice en la vida cotidiana (aunque se mantiene de alguna manera, más pasiva que activa, en el ámbito de unas cuantas familias, cuyas casas exhiben la bandera: se calcula que en la comarca quedan unas 180 personas que se consideran étnicamente livonias y conocen la lengua, la cual se enseña de nuevo en la pequeña escuela de Irē), en los últimos años el habla de los livonios ha tenido una cierta vivificación gracias, en buena medida, a la actividad de la Unión de Livonia, sostenida básicamente por el gobierno letón, que publica un almanaque anual en lengua letona, organiza fiestas y encuentros, y promueve el turismo: no en vano la costa septentrional de Curlandia tiene una de las playas más extensas de Europa, de casi cien kilómetros de longitud, que si no fuera por las inclemencias meteorológicas y las limitaciones estatales podía haberse convertido en una zona balnearia de primer orden. Los livonios, por otra parte, están representados en el Parlamento de Letonia por un diputado.

Pescadores en la playa de Irē.

La lengua de los livonios, llamada popularmente rāndakēļ (´lengua de la costa´) y, más formalmente, līvõ kēļ (´lengua livonia´), pertenece al grupo meridional de las lenguas baltofinesas (de la familia finoúgria); tiene tres formas dialectales y es muy próxima al estonio –un estrecho de menos de 40 km de ancho, llamado Irbes jūras šaurums, en letón, y Kura kurk, en estonio, separa el extremo meridional de la isla estonia de Saaremaa de las playas livonias, y los pescadores de un lado y del otro han estado siempre en contacto–, a pesar de que en la escritura se mezclan los signos diacríticos de los alfabetos estonio y letón, y que la influencia de esta última lengua es notable. Juntamente con el latgalio, hablado al este de Letonia, el livonio está reconocido por la Oficina Letona de Lenguas Minoritarias, que es una rama nacional del European Bureau for Lesser-Used Languages (EBLUL). La lengua livonia se enseña actualmente en universidades de Letonia, Estonia y Finlandia.

La iglesia de Kūolka.

El transeúnte se movió con los escasísimos medios de transporte público locales, a pie, con bicicleta y haciendo autoestop por una buena parte de la Līvõd rānda, recorriendo las generosas playas donde ahora se practica la pesca deportiva, en especial durante los fines de semana; los magníficos bosques casi vírgenes, que harían las delicias de nuestros buscadores de setas y aficionados a la botánica, de una riqueza vegetal y faunística excepcional –a pesar del persistente ataque masivo de los mosquitos, sobre todo a la caída de la tarde–, y también otras aldeas ocultas entre la vegetación: Kuoštrõg (Košrags, en letón), Pitrõg (Pitrags), Kūolka (Kolka, la localidad más poblada, en el extremo oriental de la costa, encarada al golfo de Riga, donde incluso hay una factoría de conservas de pescado)… Toda el área de la Līvõd rānda se encuentra integrada en el parque natural de Slītere, una zona protegida y muy bien conservada. La normativa oficial para la preservación del lugar llega incluso a la prohibición de establecer hoteles, restaurantes o centros de esparcimiento: sólo los campings y algunas casas de huéspedes permiten alojarse allí.

Por el camino entre Irē y Kuoštrõg.

Para quienes deseen informarse más ampliamente sobre los livonios, el transeúnte deja estos enlaces:

- Les Lives (http://www.adefo.org/live.html), en francés.
- Liv Culture (http://www.nba.fi/liivilaiset/English/AEnglish.html), en livoniano, letón, inglés y finés.
- Livones.lv (http://www.livones.lv/libiesi), en livonio, letón e inglés
- Virtual Livonia (http://homepage.mac.com/uldis/livonia/livonia.html), en livonio, letón e inglés.
- Sobre la lengua livonia: http://homepage.mac.com/uldis/livonia/livlang.html (en inglés).

© de las imágenes, si no se cita otra fuente, Albert Lázaro-Tinaut.

Clicad sobre las fotografías para ampliarlas.


Traducción del catalán: Carlos Vitale.