Indígenas del norte de Argentina manifestándose en Buenos Aires en 2010,
durante las conmemoraciones del bicentenario de la Revolución de Mayo.(Fuente: El Taburete, www.eltaburete.wordpress.com)
En otras ocasiones, el transeúnte ha presentado en este blog los
problemas de los pueblos minoritarios o marginados, por cuyas culturas siente
un especial interés. Ahora publica un interesante artículo, todavía inédito,
que la antropóloga argentina María Lina Picconi ha tenido la deferencia de
ofrecerle, gesto que le agradece.
Como de costumbre, este blog no comparte necesariamente las ideas ni las tendencias de los autores de los artículos que publica y permanece al margen de cualquier filiación ideológica, mientras no sea extremista, con lo que garantiza la total y absoluta libertad de opinión y expresión.
Perón y los aborígenes en Argentina
Por María Lina Picconi
El problema indígena para Perón
… El elemento trabajador, el obrero, el verdadero siervo de la gleba, el esclavizado peón del surco norteño, alentados por la esperanza de una vida menos dura y de un porvenir más risueño para sus compañeras y para sus hijos, sacuden su sumisión ancestral, reclaman como hombres la milésima parte de las mejoras a que tienen derecho… [1]
Juan Domingo Perón
(Palabras pronunciadas en el acto de proclamación
de su candidatura. 1946)
El
Movimiento Nacional Justicialista o Peronismo creado alrededor de la figura de Juan Domingo Perón,
es el movimiento de masas argentino que, empleadas en las nuevas industrias y
sin antecedentes de sindicalización, habían emigrado desde las zonas rurales
del interior hacia la periferia de las grandes ciudades. Con la asunción de Perón a la presidencia
de Argentina en 1946, y con él, las ideas justicialistas, los pueblos
originarios vieron la posibilidad de obtener lo que desde tanto tiempo venían
reclamando: la tierra donde habitaban y trabajaban.
Emblema del Partido Justicialista,
fundado
por Perón en 1947.
Otro
de los problemas que venían padeciendo desde el periodo irigoyenista,
era el del "estado civil", o sea, su situación de "indocumentados”.
Al carecer de documentos que probaran su existencia, no eran incluidos en los
censos y, lo que era más grave, carecían también del carácter efectivo de "personas-habitantes". Esta
situación, entre cuyos efectos estaba la pérdida de los derechos y garantías
como habitantes del país, había logrado, esporádicamente, alguna propuesta de
solución para enmendar algunas situaciones particulares, pero sin afrontar el
problema en su verdadera dimensión social, que era la de la categorización del
indígena como miembro o no, del colectivo nacional.
A
comienzos de la década de 1940 comienza a notarse un cambio importante en la
forma en que se describía la población indígena en los mensajes presidenciales
concentrados en ese momento en las colonias chaqueñas. La política del nuevo gobierno se basó
sobre un principio de justicia social, y en ella albergaban sus esperanzas los
aborígenes argentinos. Esta política venía perfilándose desde años atrás, en la
creación de la Secretaría
de Trabajo y Previsión, con la que se había iniciado la “era de la política social argentina”.
“Al defender a los que sufren y trabajan
para plasmar y modelar la grandeza de la Nación, defiendo a la Patria…”, decía Perón. Y
daba de esta manera un lugar en la sociedad a los que hasta entonces habían
estado relegados: a los descendientes de los pueblos originarios argentinos, a
los hombres del interior, a los mestizos, llamados despectivamente “cabecitas negras”. Y a
partir de esta postura, las comunidades aborígenes fueron partícipes de medidas
novedosas por parte del Estado, como por ejemplo el decreto con el que se
mandaba expropiar las tierras de Rodero y Negro Muerto en Humahuaca y Yavi,
para entregarlas a sus moradores. [2]
Como presidente, Juan Domingo Perón, aspiraba a un país más
vertebrado, en el que los habitantes de todo el territorio argentino tuvieran
una relación estrecha entre sí. Pero, ¿realmente entraban en esta unidad
estructural de la cultura argentina los “cabecitas negras”? “...
Los cabecitas negras tuvieron por función subrayar la diferencia, marcar la
separación entre un nosotros y los otros, oponer, en fin, al proceso de
integración un proceso inverso de segregación....”, según Cuevas.
Indígenas collas del noroeste de Argentina.
(Fuente: Jallp’a Suyana, 2013)
Y los primeros en recibir este proceso discriminatorio
fueron los collas, quienes en
1946 marcharon hacia Buenos Aires reclamando sus tierras, en una caravana, a la que se llamó “el Malón de la Paz”. Dichas tierras “habrían sido adquiridas tiempo
atrás por un propietario latifundista a precios irrisorios y valuadas luego, en
una suma elevadísima”. [3]
La comitiva aborigen fue alojada en el Hotel de Inmigrantes
y después de un tiempo, fue enviada de regreso al noroeste argentino. “... así, nació el viaje, la marcha, nuestro malón
sin lanzas y con sikuris , erkenchos, bombos y antaras.” [4]
Los motivos de la marcha fueron explicados en el diario Nuevos Tiempos del mes de
julio de 1946 de la siguiente manera: “...
Algo los impulsó a marchar. La
Revolución, como grito de rebeldía incontenible... y Jujuy y
los collas supieron que al fin la justicia social retornaba a nuestras tierras,
y que un hombre, el General Perón, era campeón de la justicia. El tumulto
rebelde se hizo caravana... la revolución ha llegado a todas partes, y la
revolución viene ahora hacia aquí, en busca de un gestor indiscutido, el actual
presidente de los argentinos...”.
Participantes en el "Malón de la Paz" desfilando
por Buenos Aires después de haber recorrido
más de 2000 kilómetros desde el norte de Argentina.
Valentín Zárate y José Nievas, en nombre de los aborígenes
hicieron la siguiente presentación ante el Honorable Congreso de la Nación, el
11 de julio de 1946: “Señores del Congreso
Nacional, queremos que sepan que las tierras de la Puna fueron de nuestros
bisabuelos. El señor Patrón Costas se apoderó de ellas y siguió sumando
hectáreas a su propiedad. Tenemos que pagar 1,50 pesos por cada cabeza de
ganado y otro tanto por cada planta de naranjo que cultivamos. La producción
apenas alcanza para nuestra familia. Si se muere una vaca o se seca una planta
igual nos cobran el impuesto por cinco años. En la zafra nos pagan 1,50 pesos
por cada kilo de caña que pelamos y a veces nos lleva tres días de labor. Es
decir que ganamos 1,50 pesos por día. No es posible negarse, si lo hace se le
aparece la policía del ingenio, con Winchester, pistola, sable y látigo, y nos
obligan a trabajar. También es obligatorio comprar en la proveeduría del ingenio.
Si compramos en otro lado, la misma policía se encarga de sacarnos las
provisiones y nos castigan haciéndonos trabajar gratis una semana. A veces nos
llevan presos y nos dejan en los calabozos seis días sin comer. El kilogramo de
azúcar cuesta, a nosotros los collas, 60 centavos, justo donde se la produce,
13 centavos más que en cualquier otra parte. La yerba envasada 2 pesos, el
arroz 1 peso y un par de alpargatas 2 pesos.” [5] Esta marcha descubría grandes intereses por parte de
terratenientes de la región.
Al respecto otro diario de la época El Laborista, hacía la
siguiente acusación: “... estos indios
trabajadores, mansos y sufridos, vienen a protestar contra su patrón, contra el
señor feudal dueño de vidas y haciendas de su provincia. Este señor se llama
Robustiano Patrón Costas [6]... ocupa la tierra de los collas y desaloja a los
pobres indios de donde han vivido desde siglos y nadie le puede decir nada... el
gobierno actual que por sobre todas las cosas tiene un sentido profundamente
humano y considera a cada hombre como un elemento precioso de la prosperidad
argentina... no ha de permitir que los collas sean desalojados de sus tierras...”.
Hombres armados al servicio de Robustiano Patrón Costas
reprimiendo las protestas de los indígenas collas.
La política del General Perón, basada en un principio de justicia social, ya había
mandado expropiar las tierras de Rodero y Negro Muerto (Humahuaca) y Yavi, en
el departamento del mismo nombre, a través de un decreto, para entregarlas a
los aborígenes; los collas traían el propósito de lograr la intervención de la Dirección de Protección
al Aborigen, para que se les entregara dichas tierras donde habitaban y
trabajaban, que en ese entonces dependía de la Secretaría de Trabajo y
Previsión. Pero, no tuvieron respuesta a sus reclamos.
En agosto de 1946 el diario La Razón comentaba: “... La primera
etapa del Malón de la Paz,
que comenzó con lágrimas de emoción, terminó con lágrimas causadas por el gas
lacrimógeno y con llantos de desilusión...”. [7]
La Dirección de Protección al Aborigen fue creada durante la presidencia de Edelmiro Farrel, el 17
de enero de 1946, para reemplazar a la Comisión Honoraria
de Reducciones de Indios [8]. En febrero de 1949, ya siendo presidente el Gral.
Perón, pasó a formar parte de la Dirección Nacional de Migraciones y
posteriormente, el 30 de septiembre de 1949, se dispuso que pasara a depender
del Ministerio de Asuntos técnicos. Las funciones específicas de la Dirección de Protección del Aborigen fue la
adquisición de ganado y herramientas
destinadas a las colonias aborígenes de todo el país.
El 1 de agosto de 1949, se
declararon “de utilidad pública y sujetas a expropiación las tierras de
la provincia de Jujuy, ubicadas en los departamentos de Tumbaya, Tilcara, Valle
Grande, Humahuaca, Cochinoca, Rinconada, Santa Catalina y Yavi”. [9] Todavía en la actualidad, los
aborígenes siguen reclamando sus tierras. El Segundo
Malón de
la Paz, realizado
en agosto del 2006 reeditó la lucha que
llevaron adelante hombres y mujeres de la Puna en 1946, cuando marcharon a pie hacia Buenos
Aires para pedirle al presidente Perón la devolución de sus territorios. [10]
Imagen del Segundo Malón de la Paz, en el año 2006.
(Fuente: Warmi, 2007)
Decisiones del gobierno peronista
La administración de las tierras expropiadas estuvo a cargo
del Ministerio de Finanzas, en nombre del Poder Ejecutivo, estableciendo las
siguientes bases:
- Los aborígenes no podían ni
enajenar, ni ceder las tierras.
- Se les otorgaría préstamos
especiales para construcción de vivienda y explotación agrícola-ganadera.
- Se los capacitaría para la
convivencia nacional, a través de la instalación de escuelas, estaciones
sanitarias, etc.
En 1953, se creó la Comisión de Rehabilitación de los Aborígenes, cuya función principal fue la recuperación de dichas
tierras expropiadas en Jujuy y la atención de las necesidades de las comunidades
emergentes de ese proceso. El gobierno justicialista lanzó dos Planes
Quinquenales, a lo largo de su mandato, irónicamente incluido en un capítulo
llamado “la organización del pueblo”:
1. El primer plan, entre 1947 y
1951, cuya propaganda seguía el siguiente slogan: “La
pujanza de un pueblo fuerte, en un gigantesco paso hacia la recuperación
nacional”; pero, que solo tuvo en cuenta a los
pueblos aborígenes en el capítulo llamado “Cultura”, en el que hacía referencia a “la
cultura adquirida por el pueblo argentino, [que] se nutre entre otras
vertientes de los elementos autóctonos” (Martínez Sarasola). También tuvo en cuenta la
adjudicación de tierras en tres etapas
sucesivas, con la que el aborigen sería, en el futuro, dueño de la misma.
2. El segundo plan, entre 1952 y 1957, incluyó en su texto la
protección al aborigen diciendo: “La población indígena será
protegida por la acción directa del Estado, mediante la incorporación
progresiva de la misma al ritmo de vida general de la Nación” (Tesler). Además, Perón nombró como titular de la Dirección de Protección
al Aborigen al cacique araucano Jerónimo
Maliqueo: “... Teniendo presente la personalidad del aborigen dentro
del justicialismo argentino, destacamos que el Gral. Perón en su carácter de
presidente del Estado, ha puesto en posesión del cargo de titular de Dirección
de Protección al Aborigen, a un cacique aborigen araucano... Jerónimo
Maliqueo...”.
Propaganda del Segundo Plan Quinquenal promulgado
por el gobierno justicialista en 1952.
En conclusión, el texto de los Planes
Quinquenales, declaró la necesidad "urgente"
de que el indígena llegase a ser dueño de su tierra, propuso una nueva reforma
educativa y justificó la intervención directa del Estado en las relaciones
entre los indígenas y el resto de la comunidad.
El vocablo “protección” fue utilizado muy asiduamente en esta época, cuando se
hablaba de pueblos originarios en Argentina. Y cuando de aborígenes se trataba,
la acción por parte de la sociedad debía ser absorberlos, habilitándolos de una
“vida normal”, en pos del progreso. Seguían sin respetarles, como en
gobiernos anteriores, ni sus hábitos, ni sus costumbres y menos que menos, su
cultura. Era el “Estado Benefactor” que actuaba adquiriendo una dimensión personal y sensible,
aplicada a través de la
Dirección de Protección al Aborigen. “La experiencia de la acción social directa, sumada al
reiterado discurso del Estado, terminaron constituyendo una nueva identidad
social, los humildes, que completó el arco popular de apoyo al gobierno”. [11]
Se puede destacar entonces, a partir
de las palabras de Romero, un fuerte peso de la dimensión simbólica. Perón, con su carisma personal y siempre atento
con los humildes, empleaba con ellos un paternalismo
casi militar: parecía el padre del regimiento a nivel de toda la nación. Por
todo esto la clase trabajadora y los humildes generaron esa necesidad de
defender al único hombre del poder, que estaba junto a ellos. “...
Una sola Nación... un solo proyecto político... volver a la Patria americana”, decía Perón. De su mano y la de Evita los trabajadores y sus organizaciones
sindicales se constituyeron en el símbolo de un país socialmente integrado a
través de la dignidad que otorga el trabajo y la producción. “Al manipular los símbolos y establecer rituales,
Perón fue capaz de reforzar su imagen como líder carismático. Los rituales
políticos, eran momentos en los cuales podía colocarse a si mismo y a los
símbolos asociados a su persona y al movimiento en el centro de los eventos...” [12]
Cartel propagandístico del Justicialismo,
con las imágenes de Perón y su esposa, Evita.
En este marco, los aborígenes debían ser sometidos a “adaptación
y educación”; fue así que se autorizó al Poder Legislativo la creación de varias
Colonias Granjas, cuyo número final sería de 9, en las provincias de Neuquén
(1), Salta (2), Jujuy (1), Presidente Perón (Chaco) (1) y Formosa (4), ajustándose, esta ley, al Capitulo ll de la Constitución, donde
decía que “hasta hace poco los aborígenes no eran contemplados como
entes sociales”. La nueva Constitución había
sido aprobada el 11 de mayo de 1949, transformando el tradicional inciso 15 del
Art. 67, y dejando solamente la frase inicial “proveer a la seguridad
de la frontera”. Se eliminaba así, el párrafo
alusivo al trato pacífico con los indios y su conversión al catolicismo. De
esta manera se lo estaba reconociendo como “ciudadano”, pero el riesgo de esto
radicaba en la anulación de su propia cultura.
Respecto al proyecto de las Colonias Granjas, afirma Tesler
que el legislador salteño Manuel Vicente López opinó que “no
estaba orientado con criterio americanista, ni liberador, ni tampoco a brindar
medios para el mantenimiento de tradiciones y costumbres aborígenes”. El gobierno de Perón, el justicialismo, aspiraba a una
homogeneización de la sociedad, a “... una sola Nación...”, según sus propias palabras, pero, en donde no entraba el
aborigen, y donde podía entrar había que educarlo, integrarlo y adaptarlo.
En la lista de las Veinte Verdades del
Justicialismo, una de ellas, la número 20, dice: “En
esta tierra, lo mejor que tenemos es el pueblo”. Cabe
preguntarnos, entonces: ¿se habrá acordado, el Gral. Perón, de los pueblos originarios cuando formuló
esta aseveración?
Conclusión
A modo de final, y como síntesis, deseo
nombrar los aportes que consideré importantes hacia el aborigen durante los
años peronistas:
- Comienza a tomar forma un
proceso iniciado con Irigoyen, por el que se desplaza la identificación
propuesta por el Estado hacia los sectores populares: a partir de ahora cobran
importancia los campesinos, los trabajadores, los obreros, los descamisados, y
entre ellos los pueblos originarios que se verán en cierta medida favorecidos.
- Se concreta la entrega de
tierras a las comunidades aborígenes.
- Se aprueba el estatuto del peón,
que evitará en lo sucesivo abusos sobre la mano de obra en las estancias,
ingenios y obrajes. [13]
- Los grupos aborígenes logran
colocar a sus propios hombres en organismos nacionales y provinciales, quienes
se harán cargo de los problemas de las comunidades y de donde surgirán los
futuros dirigentes indígenas.
Como opinión personal, observo que este período se
caracterizó por el énfasis en los "deberes" del estado para con los
indígenas, y por la intervención estatal directa en la solución de los problemas
derivados de la relación Indígenas-Nación. También me parece importante destacar la inclusión del "problema indígena" entre los “problemas sociales”, pero no puedo dejar de observar que al final de cada una de
las soluciones buscadas para con ellos, continuaron relegados como habitantes
del territorio argentino, durante toda la gestión del gobierno peronista.
La whipala (o huipala), bandera adoptada
por varios pueblos indígenas andinos.
[1] J. C. Torre: Nueva
Historia Argentina. Editorial Sudamericana.
Buenos Aires. 2002.
[2] L. Cuevas: “Ahora”, en Arturo Sala: La resistencia seminal. El Malón de la Paz:
historia de un largo y permanente peregrinar. Cáp. 5. Ed.
Biblos. Buenos Aires. 1946.
[3] C. Martínez Sarasola: Nuestros
paisanos los indios. Emecé Editores. Buenos
Aires. 2005.
[4] Arturo Sala: La
resistencia seminal: de las rebeliones nativas y el Malón de la Paz a los
movimientos piqueteros. Editorial Biblos. Buenos
Aires. 2005.
[5] Ibíd.
[6] Robustiano Patrón Costas estaba propuesto como
vicepresidente de la nación por la clase oligárquica, acompañado por Alfredo
Palacios, del Partido Socialista Argentino.
[7] Mario Tesler: Los
aborígenes durante el peronismo y los gobiernos militares. Centro Editor de América Latina. Serie “Conflictos y
Procesos de la Historia Argentina Contemporánea” N.º 21. Buenos Aires.
1989.
[8] Comisión Honoraria de Reducciones de Indios. Decreto
21/09/16. Presidencia de Roque Sáenz Peña. Decreto 15074. 27/01/43. Presidencia
de Ramón S. Castillo.
[9] C. Martínez Sarasola. Ibíd.
[10] Voces de la Warmi. Publicación de la Asociación de Mujeres “Warmi
Sayajsunqo”. Abra Pampa. Jujuy.
Argentina. 2007.
[11] Luis A. Romero: Breve
Historia Contemporánea de la Argentina. F.C.E.,
Buenos Aires. 1994.
[12] Mariano Plotkin: Mañana
es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista
(1946-1955). Ariel Historia Argentina. Buenos Aires, 1993.
[13] “La sanción del
Estatuto del Perón innovó sustancialmente, pues extendió los criterios
peronistas al mundo rural, introduciendo un elemento público en las relaciones
manejadas hasta entonces en forma paternal y privada” (Luis A. Romero, Ibid.).
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