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13 septiembre 2015

Entrevista a Mariem Mint Cheikh sobre la esclavitud en Mauritania


Mujeres haratin en el sureste de Mauritania.
(© Ángeles González-Sinde / Intermón Oxfam)

Militante abolicionista, Mariem Mint Cheikh Dieng es una de las principales figuras femeninas de la lucha contra la esclavitud en Mauritania. De origen hartani [1], abrazó la causa abolicionista siguiendo los pasos de su padre, que fue militante de el-Hor, la primera asociación que luchó por la abolición de la esclavitud en su país.

Mariem Mint Cheikh.
(© D.R. / Mondafrique)

En 1983 Mariem se unió en su ciudad natal, Zuérate, a otra asociación, SOS-Esclaves, y en 2007 conoció a Biram Ould Dah Abeid, un militante subversivo que decidió montar su propia organización contra la esclavitud: la (IRA) Initiative de Résurgence du Mouvement Abolitionniste. Mediante sus acciones provocativas, este movimiento adquirió notoriedad más allá de las fronteras mauritanas. Entonces Mariem Mint Cheikh se convirtió en uno de sus miembros más activos, y fue detenida en varias ocasiones por sus actividades militantes. Condenada a prisión en noviembre de 2014, consiguió evitar que la encarcelaran. La entrevistamos.

Pregunta. Desde la IRA, usted denuncia las prácticas esclavistas que aún perduran en Mauritania. ¿En qué consisten esas prácticas?

Respuesta. Las grandes familias árabo-bereberes [2] que ocupan, en buena parte, los puestos de poder político y económico en el país, jamás han acabado con el sistema de servidumbre ni con el racismo. Muchas de ellas continúan teniendo esclavos en sus casas, sometidos con frecuencia a trabajos penosos. Se trata, por lo general, de personas analfabetas cuya propiedad pasa de padres a hijos. Sus hijos menores no son escolarizados y también han de trabajar para sus amos. Su condición de esclavos hace que puedan ser vendidos o intercambiados, como cualquier otro bien. En Mauritania, las víctimas de estas prácticas pertenecen a grupos étnicos de color: los negromauritanos y los heratin, que en conjunto representan aproximadamente el 90 % de la población; el 10 % restante son árabo-bereberes. Esta tradición racista ha creado un sistema social basado en la discriminación y la exclusión. Por ejemplo, como haratin, no pueden acceder a determinados escalafones en el ejército. También es muy difícil que un descendiente de esclavos pueda conseguir un título de propiedad para una parcela de tierra, sobre todo si también aspira a ella un mauro.

Manifestación contra la esclavitud en la capital mauritana, 
Nuakchot, el 26 de abril de 2015. 
(© AFP)

P.
Sin embargo, existe un auténtico arsenal jurídico que no solo prohíbe la esclavitud, sino que además debe sancionarla. Por otro lado, las autoridades han decretado una serie de medidas para intentar poner fin a esas prácticas. ¿Se ha notado alguna evolución en ese sentido?

R. Una ley de 1981 abolió oficialmente la esclavitud, pero la teoría queda todavía muy lejos de la práctica. La falta de control y el temor a actuar contra algunas familias poderosas hacen que la esclavitud persista, al igual que la discriminación. Cambian los rostros pero el sistema esclavista permanece. Una ley del año 2007 prevé, además, que un esclavo puede denunciar su situación en cualquier comisaría para que se abra una investigación y se impongan sanciones. Eso, sin embargo, no ocurre nunca. Por lo general, los esclavos que no gozan de cierta autonomía o no pueden desplazarse, no están en condiciones de tomar iniciativa alguna ni de presentar denuncias. La IRA, por consiguiente, ha decidido ir a buscar a los esclavos en los domicilios de sus amos y presentar denuncias en su nombre en la comisaría o el puesto de policía más próximo.

Una moderna comisaría de policía en Nuakchot.

(Fuente: giz.de)

P. Al convertirse en militante de la IRA, usted ha protagonizado acciones relevantes. ¿Qué aporta la IRA a la lucha contra la esclavitud?

R. En 2010 conseguimos la primera liberación de esclavos. Se trataba de dos muchachas muy jóvenes, de 9 y 14 años, que trabajaban para una mujer. Llevamos a los policías al domicilio de esa persona y pudieron constatar la presencia de las dos sirvientas menores, por lo que detuvieron a la mujer. Fue la primera vez que se puso en práctica una ley existente desde hacía tres años.

Quisimos estar presentes en el interrogatorio a esas dos muchachas. La policía había aceptado, en principio, nuestra petición, pero en el último momento nos negaron ese derecho y nos echaron de allí por la fuerza. Fue entonces cuando me detuvieron juntamente con la esposa de Biram. Nos retuvieron durante tres horas y, mientras salíamos de la comisaría, nos molieron a porrazos. Biram está ahora mismo en prisión. La IRA ha empleado siempre ese método: se trata de presionar, de no movernos de donde sea hasta que se aplique la ley.

Lo mismo ocurrió en 2011, cuando la IRA denunció el caso de seis muchachas esclavizadas en Nuadibú, al norte del país. Hicimos una sentada en la sala del tribunal con la pretensión de no movernos de allí hasta que se dictara sentencia, pero una vez más acabaron echándonos por la fuerza.

Militantes de la IRA manifestándose ante el Palacio 
de Justicia de Nuadibú el 9 de julio de 2011.

(Fuente: Nouadhibou Soir)

P. Sin embargo, el gobierno denuncia sus acciones acusándoles de violencia. Pienso sobre todo en la quema de libros religiosos realizada por Biram Ould Dah Abeid en medio de una plaza para denunciar la justificación de la esclavitud desde el punto de vista de la religión.

Biram Ould Dah Abeid.
(Fuente: Cridem.org)

R. Es algo muy paradójico. Organizamos sentadas pacíficas y presionamos para que se aplique la ley, nos oponemos sin hacer uso de la fuerza en ningún momento. Ellos, en cambio, nos echan a porrazos…, ¡y nos acusan de violentos! Las autoridades y las familias árabo-bereberes que controlan con mano de hierro el poder no soportan que se desafíe el orden social, pues de lo contrario se sentirían amenazadas.

Por otra parte, hay que tener muy claro que el islam rechaza la esclavitud. El Corán no menciona en ningún momento que la esclavitud sea una buena práctica, ni que deba perdurar. Las autoridades y los esclavistas utilizan el islam para preservar sus intereses. Lo que quemó Biram era un libro de Malaquías procedente de Egipto a partir del que algunos exegetas deducen la justificación de la esclavitud. No se trataba, pues, de la quema del Corán, como intentaron hacer creer. Muchos magistrados, pertenecientes en su mayoría a grandes familias, se apoyan en esos textos para dictar sentencias en detrimento de la ley civil, y eso es inadmisible. En 2014 un joven de 28 años fue detenido en Nuadibú por criticar la justificación religiosa de la esclavitud, fue condenado por blasfemia y, para colmo de los colmos, el presidente de la república, Mohamed Uld Abdelaziz, lo atacó en un discurso ante una multitud de seguidores. Esa interpretación religiosa no tiene ningún fundamento.

El presidente de la República Islámica 
de Mauritania, Mohamed Uld Abdelaziz.

(Fuente: Afrik.com)

P. Luego usted fue detenida y encarcelada por haber pedido que pusieran en libertad a Biram Dah Abeid. Explíquenos cuáles fueron las condiciones de su detención.

R. En noviembre de 2014, una decena de militantes de la IRA, entre ellos Biram, fueron detenidos mientras hacían campaña en el sur del país. Para el 13 de noviembre habíamos convocado una manifestación en Nuakchot con el propósito de pedir su puesta en libertad. Fue entonces cuando me detuvieron. Las autoridades sabían que yo había apoyado la candidatura de Biram para las elecciones presidenciales de junio de aquel año. Me tuvieron retenida cinco días en la comisaría hasta que me mandó llamar el fiscal. Luego me encarcelaron durante veintiún días. Allí sufrí maltratos y vejaciones. Algunos presos cómplices del personal penitenciario se dedicaron a insultarme. Estuve esposada durante varias horas y forzada a permanecer de pie. Al término del proceso fui condenada a un año de internamiento, pero con prisión suspendida. Esa es mi condición actual.

La presencia militar en las zonas fronterizas de Mauritania es constante.

(Fuente: Afroline.org)

P. Mauritania es un país aliado de Francia en su lucha contra el terrorismo en el Sahel. ¿Cómo reaccionan los responsables políticos franceses frente al problema de la esclavitud?

R. Para las autoridades francesas esa no es una cuestión prioritaria. Algunos políticos, parlamentarios y miembros de la sociedad civil de Francia nos apoyan, pero no pasan de ahí, porque el interés de Francia por mantener una alianza estrecha con Mauritania es muy grande. Históricamente hay un pacto, más o menos oficial, entre las grandes familias mauritanas y los franceses para que el Sáhara sea un territorio seguro, de manera que ellos puedan sacar provecho de ciertos recursos, especialmente mineros. Esa alianza se mantiene en vigor en el contexto de la lucha contra el terrorismo en esa zona. Los mauros se las componen siempre para influir sobre el poder.

Traducción del francés: Albert Lázaro-Tinaut

[1] Los haratin, de piel oscura, son descendientes de esclavos, pueblan el sur de Mauritania y representan aproximadamente el 40 % de la población de aquel país africano. El singular de haratin es hartani.
[2] Se refiere a los bereberes asimilados, es decir, arabizados, y no a los imazighen (bereberes originarios del norte de África, sometidos a los invasores árabes desde el siglo VII), que continúan luchando por el reconocimiento de su cultura, sus tradiciones y su lengua (véase aquí).


(Esta entrevista se publicó originalmente en Mondafrique el 13 de julio de 2015)

11 junio 2014

La aplicación de la política peronista a los pueblos originarios de Argentina

Indígenas del norte de Argentina manifestándose en Buenos Aires en 2010,
durante las conmemoraciones del bicentenario de la Revolución de Mayo.
(Fuente: El Taburete, www.eltaburete.wordpress.com)


En otras ocasiones, el transeúnte ha presentado en este blog los problemas de los pueblos minoritarios o marginados, por cuyas culturas siente un especial interés. Ahora publica un interesante artículo, todavía inédito, que la antropóloga argentina María Lina Picconi ha tenido la deferencia de ofrecerle, gesto que le agradece.

Como de costumbre, este blog no comparte necesariamente las ideas ni las tendencias de los autores de los artículos que publica y permanece al margen de cualquier filiación ideológica, mientras no sea extremista, con lo que garantiza la total y absoluta libertad de opinión y expresión.




Perón y los aborígenes en Argentina

Por María Lina Picconi

  
El problema indígena para Perón

… El elemento trabajador, el obrero, el verdadero siervo de la gleba, el esclavizado peón del surco norteño, alentados por la esperanza de una vida menos dura y de un porvenir más risueño para sus compañeras y para sus hijos, sacuden su sumisión ancestral, reclaman como hombres la milésima parte de las mejoras a que tienen derecho… [1]

Juan Domingo Perón
(Palabras pronunciadas en el acto de proclamación de su candidatura. 1946)
                                                                                            

El Movimiento Nacional Justicialista o Peronismo creado alrededor de la figura de Juan Domingo Perón, es el movimiento de masas argentino que, empleadas en las nuevas industrias y sin antecedentes de sindicalización, habían emigrado desde las zonas rurales del interior hacia la periferia de las grandes ciudades.
Con la asunción de Perón a la presidencia de Argentina en 1946, y con él, las ideas justicialistas, los pueblos originarios vieron la posibilidad de obtener lo que desde tanto tiempo venían reclamando: la tierra donde habitaban y trabajaban.

Emblema del Partido Justicialista,
fundado por Perón en 1947.

Otro de los problemas que venían padeciendo desde el periodo irigoyenista, era el del "estado civil", o sea, su situación de "indocumentados”. Al carecer de documentos que probaran su existencia, no eran incluidos en los censos y, lo que era más grave, carecían también del carácter efectivo de "personas-habitantes". Esta situación, entre cuyos efectos estaba la pérdida de los derechos y garantías como habitantes del país, había logrado, esporádicamente, alguna propuesta de solución para enmendar algunas situaciones particulares, pero sin afrontar el problema en su verdadera dimensión social, que era la de la categorización del indígena como miembro o no, del colectivo nacional.

A comienzos de la década de 1940 comienza a notarse un cambio importante en la forma en que se describía la población indígena en los mensajes presidenciales concentrados en ese momento en las colonias chaqueñas. La política del nuevo gobierno se basó sobre un principio de justicia social, y en ella albergaban sus esperanzas los aborígenes argentinos. Esta política venía perfilándose desde años atrás, en la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, con la que se había iniciado la “era de la política social argentina”.

“Al defender a los que sufren y trabajan para plasmar y modelar la grandeza de la Nación, defiendo a la Patria…”, decía Perón. Y daba de esta manera un lugar en la sociedad a los que hasta entonces habían estado relegados: a los descendientes de los pueblos originarios argentinos, a los hombres del interior, a los mestizos, llamados despectivamente cabecitas negras”. Y a partir de esta postura, las comunidades aborígenes fueron partícipes de medidas novedosas por parte del Estado, como por ejemplo el decreto con el que se mandaba expropiar las tierras de Rodero y Negro Muerto en Humahuaca y Yavi, para entregarlas a sus moradores. [2]

Como presidente, Juan Domingo Perón, aspiraba a un país más vertebrado, en el que los habitantes de todo el territorio argentino tuvieran una relación estrecha entre sí. Pero, ¿realmente entraban en esta unidad estructural de la cultura argentina los “cabecitas negras”? “... Los cabecitas negras tuvieron por función subrayar la diferencia, marcar la separación entre un nosotros y los otros, oponer, en fin, al proceso de integración un proceso inverso de segregación....”, según Cuevas.  

Indígenas collas del noroeste de Argentina.
(Fuente: Jallp’a Suyana, 2013)

Y los primeros en recibir este proceso discriminatorio fueron los collas, quienes en 1946 marcharon hacia Buenos Aires reclamando sus tierras, en una caravana,  a la que se llamó “el Malón de la Paz”. Dichas tierras “habrían sido adquiridas tiempo atrás por un propietario latifundista a precios irrisorios y valuadas luego, en una suma elevadísima”. [3]
             
La comitiva aborigen fue alojada en el Hotel de Inmigrantes y después de un tiempo, fue enviada de regreso al noroeste argentino. “... así, nació el viaje, la marcha, nuestro malón sin lanzas y con sikuris , erkenchos, bombos y antaras.” [4]

Los motivos de la marcha fueron explicados en el diario Nuevos Tiempos del mes de julio de 1946 de la siguiente manera: “... Algo los impulsó a marchar. La Revolución, como grito de rebeldía incontenible... y Jujuy y los collas supieron que al fin la justicia social retornaba a nuestras tierras, y que un hombre, el General Perón, era campeón de la justicia. El tumulto rebelde se hizo caravana... la revolución ha llegado a todas partes, y la revolución viene ahora hacia aquí, en busca de un gestor indiscutido, el actual presidente de los argentinos...”.

Participantes en el "Malón de la Paz" desfilando 
por Buenos Aires después de haber recorrido
más de 2000 kilómetros desde el norte de Argentina.

Valentín Zárate y José Nievas, en nombre de los aborígenes hicieron la siguiente presentación ante el Honorable Congreso de la Nación, el 11 de julio de 1946: “Señores del Congreso Nacional, queremos que sepan que las tierras de la Puna fueron de nuestros bisabuelos. El señor Patrón Costas se apoderó de ellas y siguió sumando hectáreas a su propiedad. Tenemos que pagar 1,50 pesos por cada cabeza de ganado y otro tanto por cada planta de naranjo que cultivamos. La producción apenas alcanza para nuestra familia. Si se muere una vaca o se seca una planta igual nos cobran el impuesto por cinco años. En la zafra nos pagan 1,50 pesos por cada kilo de caña que pelamos y a veces nos lleva tres días de labor. Es decir que ganamos 1,50 pesos por día. No es posible negarse, si lo hace se le aparece la policía del ingenio, con Winchester, pistola, sable y látigo, y nos obligan a trabajar. También es obligatorio comprar en la proveeduría del ingenio. Si compramos en otro lado, la misma policía se encarga de sacarnos las provisiones y nos castigan haciéndonos trabajar gratis una semana. A veces nos llevan presos y nos dejan en los calabozos seis días sin comer. El kilogramo de azúcar cuesta, a nosotros los collas, 60 centavos, justo donde se la produce, 13 centavos más que en cualquier otra parte. La yerba envasada 2 pesos, el arroz 1 peso y un par de alpargatas 2 pesos.” [5] Esta marcha descubría grandes intereses por parte de terratenientes de la región. 

Al respecto otro diario de la época El Laborista, hacía la siguiente acusación: “... estos indios trabajadores, mansos y sufridos, vienen a protestar contra su patrón, contra el señor feudal dueño de vidas y haciendas de su provincia. Este señor se llama Robustiano Patrón Costas [6]... ocupa la tierra de los collas y desaloja a los pobres indios de donde han vivido desde siglos y nadie le puede decir nada... el gobierno actual que por sobre todas las cosas tiene un sentido profundamente humano y considera a cada hombre como un elemento precioso de la prosperidad argentina... no ha de permitir que los collas sean desalojados de sus tierras...”.

Hombres armados al servicio de Robustiano Patrón Costas 
reprimiendo las protestas de los indígenas collas.

La política del General Perón, basada en un principio de justicia social, ya había mandado expropiar las tierras de Rodero y Negro Muerto (Humahuaca) y Yavi, en el departamento del mismo nombre, a través de un decreto, para entregarlas a los aborígenes; los collas traían el propósito de lograr la intervención de la Dirección de Protección al Aborigen, para que se les entregara dichas tierras donde habitaban y trabajaban, que en ese entonces dependía de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Pero, no tuvieron respuesta a sus reclamos.

En agosto de 1946 el diario La Razón comentaba: “... La primera etapa del Malón de la Paz, que comenzó con lágrimas de emoción, terminó con lágrimas causadas por el gas lacrimógeno y con llantos de desilusión...”. [7]

La Dirección de Protección al Aborigen fue creada durante la presidencia de Edelmiro Farrel, el 17 de enero de 1946, para reemplazar a la Comisión Honoraria de Reducciones de Indios [8]. En febrero de 1949, ya siendo presidente el Gral. Perón, pasó a formar parte de la Dirección Nacional de Migraciones y posteriormente, el 30 de septiembre de 1949, se dispuso que pasara a depender del Ministerio de Asuntos técnicos. Las funciones específicas de la Dirección de Protección del Aborigen fue la adquisición de ganado y herramientas  destinadas a las colonias aborígenes de todo el país.

El 1 de agosto de 1949, se declararon “de utilidad pública y sujetas a expropiación las tierras de la provincia de Jujuy, ubicadas en los departamentos de Tumbaya, Tilcara, Valle Grande, Humahuaca, Cochinoca, Rinconada, Santa Catalina y Yavi”. [9] Todavía en la actualidad, los aborígenes siguen reclamando sus tierras. El Segundo Malón de la Paz, realizado en agosto del 2006 reeditó la lucha  que llevaron adelante hombres y mujeres de la Puna en 1946, cuando marcharon a pie hacia Buenos Aires para pedirle al presidente Perón la devolución de sus territorios. [10]

Imagen del Segundo Malón de la Paz, en el año 2006.
(Fuente: Warmi, 2007)


Decisiones del gobierno peronista

La administración de las tierras expropiadas estuvo a cargo del Ministerio de Finanzas, en nombre del Poder Ejecutivo, estableciendo las siguientes bases:

- Los aborígenes no podían ni enajenar, ni ceder las tierras.

- Se les otorgaría préstamos especiales para construcción de vivienda y explotación agrícola-ganadera.

- Se los capacitaría para la convivencia nacional, a través de la instalación de escuelas, estaciones sanitarias, etc.

En 1953, se creó la Comisión de Rehabilitación de los Aborígenes, cuya función principal fue la recuperación de dichas tierras expropiadas en Jujuy y la atención de las necesidades de las comunidades emergentes de ese proceso. El gobierno justicialista lanzó dos Planes Quinquenales, a lo largo de su mandato, irónicamente incluido en un capítulo llamado “la organización del pueblo”:


1. El primer plan, entre 1947 y 1951, cuya propaganda seguía el siguiente slogan: “La pujanza de un pueblo fuerte, en un gigantesco paso hacia la recuperación nacional”; pero, que solo tuvo en cuenta a los pueblos aborígenes en el capítulo llamado “Cultura”, en el que hacía referencia a la cultura adquirida por el pueblo argentino, [que] se nutre entre otras vertientes de los elementos autóctonos (Martínez Sarasola). También tuvo en cuenta la adjudicación de tierras en tres etapas sucesivas, con la que el aborigen sería, en el futuro, dueño de la misma.

2. El segundo plan, entre 1952 y 1957, incluyó en su texto la protección al aborigen diciendo: “La población indígena será protegida por la acción directa del Estado, mediante la incorporación progresiva de la misma al ritmo de vida general de la Nación (Tesler). Además, Perón nombró como titular de la Dirección de Protección al Aborigen al cacique araucano  Jerónimo Maliqueo: “... Teniendo presente la personalidad del aborigen dentro del justicialismo argentino, destacamos que el Gral. Perón en su carácter de presidente del Estado, ha puesto en posesión del cargo de titular de Dirección de Protección al Aborigen, a un cacique aborigen araucano... Jerónimo Maliqueo...”.

Propaganda del Segundo Plan Quinquenal promulgado 
por el gobierno justicialista en 1952.

En conclusión, el texto de los Planes Quinquenales, declaró la necesidad "urgente" de que el indígena llegase a ser dueño de su tierra, propuso una nueva reforma educativa y justificó la intervención directa del Estado en las relaciones entre los indígenas y el resto de la comunidad.

El vocablo “protección” fue utilizado muy asiduamente en esta época, cuando se hablaba de pueblos originarios en Argentina. Y cuando de aborígenes se trataba, la acción por parte de la sociedad debía ser absorberlos, habilitándolos de una “vida normal”, en pos del progreso. Seguían sin respetarles, como en gobiernos anteriores, ni sus hábitos, ni sus costumbres y menos que menos, su cultura. Era el “Estado Benefactor” que actuaba adquiriendo una dimensión personal y sensible, aplicada a través de la Dirección de Protección al Aborigen. “La experiencia de la acción social directa, sumada al reiterado discurso del Estado, terminaron constituyendo una nueva identidad social, los humildes, que completó el arco popular de apoyo al gobierno. [11]

 Se puede destacar entonces, a partir de las palabras de Romero, un fuerte peso de la dimensión simbólica. Perón, con su carisma personal y siempre atento con los humildes, empleaba con ellos un paternalismo casi militar: parecía el padre del regimiento a nivel de toda la nación. Por todo esto la clase trabajadora y los humildes generaron esa necesidad de defender al único hombre del poder, que estaba junto a ellos. ... Una sola Nación... un solo proyecto político... volver a la Patria americana”, decía Perón. De su mano y la de Evita los trabajadores y sus organizaciones sindicales se constituyeron en el símbolo de un país socialmente integrado a través de la dignidad que otorga el trabajo y la producción. “Al manipular los símbolos y establecer rituales, Perón fue capaz de reforzar su imagen como líder carismático. Los rituales políticos, eran momentos en los cuales podía colocarse a si mismo y a los símbolos asociados a su persona y al movimiento en el centro de los eventos...” [12]

Cartel propagandístico del Justicialismo,
con las imágenes de Perón y su esposa, Evita.

En este marco, los aborígenes debían ser sometidos a adaptación y educación”; fue así que se autorizó al Poder Legislativo la creación de varias Colonias Granjas, cuyo número final sería de 9, en las provincias de Neuquén (1), Salta (2), Jujuy (1), Presidente Perón (Chaco) (1) y Formosa (4), ajustándose, esta ley, al Capitulo ll de la Constitución, donde decía que “hasta hace poco los aborígenes no eran contemplados como entes sociales”. La nueva Constitución había sido aprobada el 11 de mayo de 1949, transformando el tradicional inciso 15 del Art. 67, y dejando solamente la frase inicial “proveer a la seguridad de la frontera”. Se eliminaba así, el párrafo alusivo al trato pacífico con los indios y su conversión al catolicismo. De esta manera se lo estaba reconociendo como “ciudadano”, pero el riesgo de esto radicaba en la anulación de su propia cultura.

Respecto al proyecto de las Colonias Granjas, afirma Tesler que el legislador salteño Manuel Vicente López opinó que no estaba orientado con criterio americanista, ni liberador, ni tampoco a brindar medios para el mantenimiento de tradiciones y costumbres aborígenes”. El gobierno de Perón, el justicialismo, aspiraba a una homogeneización de la sociedad, a “... una sola Nación...”, según sus propias palabras, pero, en donde no entraba el aborigen, y donde podía entrar había que educarlo, integrarlo y adaptarlo.

En la lista de las Veinte Verdades del Justicialismo, una de ellas, la número 20, dice: “En esta tierra, lo mejor que tenemos es el pueblo”. Cabe preguntarnos, entonces: ¿se habrá acordado, el Gral. Perón,  de los pueblos originarios cuando formuló esta aseveración?


Conclusión

A modo de final, y como síntesis, deseo nombrar los aportes que consideré importantes hacia el aborigen durante los años peronistas:

- Comienza a tomar forma un proceso iniciado con Irigoyen, por el que se desplaza la identificación propuesta por el Estado hacia los sectores populares: a partir de ahora cobran importancia los campesinos, los trabajadores, los obreros, los descamisados, y entre ellos los pueblos originarios que se verán en cierta medida favorecidos.

-  Se concreta la entrega de tierras a las comunidades aborígenes.

-  Se aprueba el estatuto del peón, que evitará en lo sucesivo abusos sobre la mano de obra en las estancias, ingenios y obrajes. [13]

-  Los grupos aborígenes logran colocar a sus propios hombres en organismos nacionales y provinciales, quienes se harán cargo de los problemas de las comunidades y de donde surgirán los futuros dirigentes indígenas.

Como opinión personal, observo que este período se caracterizó por el énfasis en los "deberes" del estado para con los indígenas, y por la intervención estatal directa en la solución de los problemas derivados de la relación Indígenas-Nación. También me parece importante destacar la inclusión del "problema indígena" entre los “problemas sociales”, pero no puedo dejar de observar que al final de cada una de las soluciones buscadas para con ellos, continuaron relegados como habitantes del territorio argentino, durante toda la gestión del gobierno peronista.


La whipala (o huipala), bandera adoptada
por varios pueblos indígenas andinos.


[1]  J. C. Torre:
Nueva Historia Argentina. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 2002. 
[2] L. Cuevas: “Ahora”, en Arturo Sala: La resistencia seminal. El Malón de la Paz: historia de un largo y permanente peregrinar. Cáp. 5. Ed. Biblos. Buenos Aires. 1946
[3] C. Martínez Sarasola: Nuestros paisanos los indios. Emecé Editores. Buenos Aires. 2005.
[4] Arturo Sala: La resistencia seminal: de las rebeliones nativas y el Malón de la Paz a los movimientos piqueteros. Editorial Biblos. Buenos Aires. 2005.
[5] Ibíd.
[6] Robustiano Patrón Costas estaba propuesto como vicepresidente de la nación por la clase oligárquica, acompañado por Alfredo Palacios, del Partido Socialista Argentino.
[7] Mario Tesler: Los aborígenes durante el peronismo y los gobiernos militares. Centro Editor de América Latina. Serie “Conflictos y Procesos de la Historia Argentina Contemporánea” N.º 21. Buenos Aires. 1989. 
[8] Comisión Honoraria de Reducciones de Indios. Decreto 21/09/16. Presidencia de Roque Sáenz Peña. Decreto 15074. 27/01/43. Presidencia de Ramón S. Castillo.
[9] C. Martínez Sarasola. Ibíd.
[10] Voces de la Warmi. Publicación de la Asociación de Mujeres “Warmi Sayajsunqo”. Abra Pampa. Jujuy.  Argentina. 2007.
[11] Luis A. Romero: Breve Historia Contemporánea de la Argentina. F.C.E., Buenos Aires. 1994.
[12] Mariano Plotkin: Mañana es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista (1946-1955). Ariel Historia Argentina. Buenos Aires, 1993.
[13] “La sanción del Estatuto del Perón innovó sustancialmente, pues extendió los criterios peronistas al mundo rural, introduciendo un elemento público en las relaciones manejadas hasta entonces en forma paternal y privada” (Luis A. Romero, Ibid.).


Clicad sobre las imágenes para ampliarlas.

09 julio 2011

Haití en su agónico estertor perpetuo

Monumento al esclavo, conocido como “le Nègre Marron” (‘Neg Mawon’
en criollo),
obra del escultor haitiano Albert Mangonès (1917-2002),
erigido frente
al Palacio Presidencial de Puerto Prícipe en 1970.
(Fuente de la imagen: © University of Florida George A. Smathers Libraries)


La rémora de la esclavitud


Baila, baila, Zarité, porque esclavo
que baila es libre… mientras baila.
Isabel Allende: La isla bajo el mar

Si alguien quiere comprender mejor la realidad histórica de Haití, el primer país de Latinoamérica que alcanzó la independencia (1804) [1] después de que el ambicioso líder local Jean Jacques Dessalines y sus leales vencieran a las tropas coloniales francesas y él se proclamara emperador, tras una larga y compleja revolución
iniciada en agosto de 1791 por un sacerdote de la religión vudú conocido como Boukman, el transeúnte le aconseja que se lea la novela de Isabel Allende La isla bajo el mar [2], que narra las fortunas y adversidades de una esclava mulata vendida a la edad de nueve años al dueño de una de las mayores plantaciones de caña de azúcar de la isla de Santo Domingo (conocida también como La Española), el francés Toulouse Valmorain.

Jean Jacques Dessalines revestido
de emperador, según un grabado
del primer tercio del siglo XIX.


Se trata, bajo la apariencia de una novela de amor y lucha en la que Zarité, la esclava, persigue algo tan preciado como la dignidad personal, de un interesante retablo donde se muestra una isla sometida cruelmente a los extranjeros, que la habían colonizado y convertido literalmente en prisión: de las aproximadamente 300.000 personas que poblaban Haití a mediados del siglo XVIII, sólo unas 12.000 –blancos y mulatos– eran ciudadanos libres. En otras palabras: en Haití vivían, por aquel entonces, apenas 12.000 “personas”, ya que los seres humanos de piel negra importados de África como mercancía habían sido situados en lo más bajo de la escala formulada por las teorías racistas evolucionistas, como las del francés Gobineau, considerado el fundador del racismo moderno en el que se basaría luego el nazismo.

Las Antillas vivieron, sin duda con mayor dureza y más largamente que otros países de la América latina, el drama humano de la esclavitud: los “negreros”, como eran denominados los traficantes de esclavos –secuestradores legales de personas, en términos de nuestros días–, amasaron inmensas fortunas. Entre ellos abundaban los españoles: no sólo se lucraron con ese sucio tráfico el renombrado Antonio López y López, marqués de Comillas (protector del insigne poeta catalán Jacint Verdaguer, que pese a su condición de eclesiástico se doblegó a los infames designios de aquel poderoso negociante), y el malagueño Pedro Blanco Fernández de Trava (uno de los “negreros” más activos de la Península), sino otros muchos, y no faltaron a la cita algunas de las grandes familias de la burguesía catalana de la época (los Samà, los Biada, los Forcadé, los Baró y un largo etcétera), algunos de los cuales, o sus descendientes, regresaron a las localidades costeras catalanas de las que eran originarios como “indianos”, después de que en 1898 España perdiera aquellas colonias, e invirtieron parte de sus grandes fortunas, obtenidas como esclavistas y colonialistas –especialmente en Cuba y Puerto Rico– en lujosas y bellas mansiones en las que no faltaba el "toque colonial".
Lo mismo hicieron enriquecidos terratenientes de otras partes de España, sobre todo de Cantabria, Asturias y Galicia.
El palacete del “indiano” Salvador
Samà i Torrents, marqués de Marianao
–heredero de una rica familia catalana
establecida en Cuba–, construido en
medio de un extenso parque con un
jardín botánico en las proximidades
de Cambrils (Tarragona).
(Foto © Jordi Carbonell)


No hay que pasar por alto, además, el legado maldito que dejaron los Estados Unidos en Haití. Ya Thomas Jefferson, entonces presidente del gran “país del norte” y autor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776, contrariado por la independización del pequeño Estado caribeño –que los estadounidenses no reconocieron hasta sesenta años más tarde–, la consideró “un mal ejemplo” y afirmó, nada menos, que “había que confinar la peste en aquella isla”, según explica el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su artículo “Haití: la maldición blanca”, publicado en 2004 y reproducido en varios blogs. Tampoco hay que olvidar que en 1915 los marines desembarcaron en Haití y permanecieron allí diecinueve años: “Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York. […] El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho”, dice Galeano.


Grabado de 1805 que representa un
patio de la “Maison des esclaves”,
en la isla de Gorée (Senegal), donde
se clasificaban los "indígenas" cazados
antes de embarcarlos rumbo a las
colonias europeas de América.



El transeúnte recomienda también un documento estremecedor: la Autobiografía de un esclavo [3], de la que es autor el negro cubano esclavizado Juan Francisco Manzano (La Habana, 1797-1854), “propiedad” primero de la marquesa de Jústiz de Santa Ana, quien lo trató con cierta consideración, y luego de la cruel marquesa de Prado Ameno, cuyo hijo Nicolás –el segundo apellido del cual, Manzano, adoptaría– lo acogió, sin embargo, al darse cuenta de su talento innato, y le dio estudios: Juan Francisco Manzano se convertiría en uno de los primeros y más destacados escritores surgidos de la esclavitud.

El tema da para largo, pues la esclavitud en América y el tráfico de esclavos ha producido abundante y variada bibliografía. Como fuente de primera mano, útil e interesante, puede leerse aquí el “Reglamento de esclavos de 1826” redactado por el capitán general y gobernador de Puerto Rico Miguel de la Torre y Pando, conde de Torrepando.


Este extenso prolegómeno le sirve de excusa al transeúnte para transcribir a continuación el breve pero intenso artículo que publica hoy en el diario El País, de Madrid, el escritor gallego Manuel Rivas. Se refiere al Haití actual, el que ha sobrevivido a duras penas al terremoto del 12 de enero de 2010 que lo destruyó física, económica, social y anímicamente, ahondando en la pobreza endémica de los haitianos y en su esclavitud permanente.



Albert Lázaro-Tinaut


Una haitiana clama al cielo tras el terremoto que devastó el sur
de su país el 12 de enero de 2010. Como consecuencia del sismo
murieron unas 316.000 personas, los heridos superaron
los 350.000 y más de un millón y medio quedaron sin techo.
Desde entonces el país no ha vuelto a levantar cabeza.

(Foto © LOGAN ABASSI/AFP/Getty Images)


Haití y Dios


Por Manuel Rivas


Dios está en todas partes, pero en ninguna es tan invocado como en Haití. Las pululantes tap-tap, transportes donde enjambra la gente, pintadas de naíf, parecen tener por destino el valle de Josaphat, pues todos los rótulos tienen un único motivo: pedir el favor de Dios. Entre las ruinas, proliferan iglesias de toda laya y el supermercado espiritual es la vanguardia en la lentísima reconstrucción. Suyos son los altavoces, y ante los campamentos de despojados que ocupan plazas y campos de fútbol, una maleza plástica de arte-povera, los nuevos predicadores retruenan en la noche y venden la banda sonora del apocalipsis. Uno de ellos advierte que en el cielo hay un meteorito justo con el tamaño de Haití. ¡Qué cabrón! Hay siempre un público para estos sermones catastróficos, tal vez porque escasean los paliativos médicos o porque, en el fondo, estos relatos pertenecen al género del cuento, donde el medio es el miedo y la trama real el abandono. James Noël, poeta, me dice que la gente acude por necesidad de un espectáculo. Quizás por eso eligieron un presidente cantante. El otro, después del terremoto, se quedó mudo. En la gran novela de Haití, Gobernadores del rocío, de Jacques Roumain, un personaje dice: "Tus palabras se parecen a la verdad y la verdad tal vez es un pecado". Los Duvalier y compañía desforestaron el país en todos los sentidos. No hay una sola sala de cine. Queda un único diario, Le Nouvelliste. En Haití se cumple la utopía neoliberal y triunfa el capitalismo mágico. Sí, por fin, la Administración casi no existe. Con el 60% de analfabetismo, el 80% de la enseñanza es privada. Al igual que la salud. Recrudecido el cólera, si se marchan los voluntarios internacionales, la mayoría de la población no tendría ninguna asistencia. Tienen razón los haitianos. Debería existir Dios. Y bajar a pelar estas cebollas con la "mano invisible".


(El País, Madrid, 9 de julio de 2011, página 56.)



[1] La independencia supuso también que Haití se convirtiera en el segundo país del mundo –después de Portugal– que abolió la esclavitud (pues aunque también fue abolida de facto en Francia después de la Revolución de 1789 y tras la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, Napoleón la restableció en 1802). Poco se habla, sin embargo, del precio de aquella independización, ya que su reconocimiento por parte del rey francés Carlos X supuso el pago a la antigua colonia, en 1825, de la entonces enorme suma de 150 millones de francos oro (lo que equivaldría hoy a más de 15.20o millones de euros) como indemnización a los antiguos colonos, so pena de “reocupar” militarmente el país. Aquel pago desproporcionado, al que tuvo que ceder el entonces presidente haitiano Jean-Pierre Boyer, dejó al país en un estado de pobreza del que jamás se ha recuperado.
[2] Isabel Allende: La isla bajo el mar. Ed. Plaza y Janés, Barcelona, 2009. 512 páginas.
ISBN: 9788401341939.
[3] Juan Francisco Manzano: Autobiografía de un esclavo. Con una introducción de Ivan A. Schulman. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1975. 128 páginas. ISBN: 978-84-250-0186-4.
 

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