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07 octubre 2015

[Marginalia] El drama en infinitos actos de los refugiados del Próximo y Medio Oriente

De este modo suelen llegar los migrantes a la isla griega de Lesbos 
en busca de refugio. Al fondo, la costa turca.
(Foto © Picture Alliance / Scanpix Denma)



La guerra que asola, sobre todo, Afganistán, Pakistán, Irak, Yemen y Siria en esta segunda década del siglo XXI ha provocado una de las migraciones más imponentes y dramáticas de la historia reciente de Europa. Nos enteramos por informaciones, a menudo sesgadas, de los medios de comunicación. Nos duelen algunas imágenes, algunas crónicas, algunos relatos, pero en realidad sabemos bastante poco de la atroz realidad: la magnitud del drama es inconmensurable.

Millones de habitantes de aquellos países –a los que se han unido muchos africanos– han abandonado sus casas, sus pertenencias e incluso a algunos de sus familiares para buscar refugio en países vecinos, como el Líbano o Jordania, que se han prestado a acogerlos (provisionalmente) en campos habilitados a toda prisa, en condiciones casi siempre precarias. Y centenares de miles de ellos han llegado a Europa con la engañosa esperanza de ser tratados humanitariamente. 

Sin embargo, nuestra vieja y decadente Europa ha olvidado que de ella, en los dos últimos siglos, salieron millones de emigrantes huyendo de la miseria, las persecuciones y las guerras hacia América y Australia, donde pudieron rehacer sus vidas. Algunos países europeos han demostrado su absoluta falta de solidaridad e incluso han levantado barreras para impedir el paso de los fugitivos (el caso más aberrante es el de Hungría). Otros se mantienen en un silencio cómplice. Muy pocos han ofrecido asilo (aunque selectivo) a una pequeña parte de esa inmensa masa de desesperados.


Muchos refugiados consiguieron cruzar las alambradas tendidas 
a lo largo de la frontera entre Serbia y Hungría para poder 
avanzar hacia otros países europeos.
(Fuente: Sputnik France)


A esos seres humanos, muchos de los cuales jamás regresarán a sus países de origen (¿cuántos han dejado sus vidas por el camino?), habría que añadir los que cruzan el Mediterráneo desde el norte de África, pero ese es otro capítulo del infinito drama humanitario.

Ahora que esa calamidad empieza a pasar a segundo plano informativo, el transeúnte, a modo de denuncia, ofrece uno de los muchos testimonios que se han ido recogiendo en los últimos meses: la mayor parte de ellos no ha hallado hueco en los medios de comunicación convencionales, que tratan de ocultar la desvergüenza de los gobiernos y las instituciones de la Unión Europea, aunque, como afortunadamente suele ocurrir en estas situaciones, en casi todos los países la población civil ha sabido estar a la altura de las circunstancias demostrando su generosidad y solidaridad.



Testimonio de una voluntaria francesa de Médicos del Mundo

Por Marjorie Boyet

A su regreso de Lesbos, donde ha trabajado durante cinco semanas para la ONG Médicos del Mundo atendiendo a refugiados procedentes de las costas turcas, la cardióloga francesa Brigitte Maître relata los sufrimientos de que ha sido testigo directo y pone en guardia sobre las “discriminaciones” entre migrantes en busca de refugio.

La doctora Brigitte Maître.
(Fuente: Mâcon Infos)

El pasado 3 de agosto la doctora Brigitte Maître viajó a la isla griega de Lesbos. En el “campo de recepción” de Moria, dice, fueron agrupados “entre 700 y 800” refugiados afganos, mientras que alrededor de aquel centro se hallaban concentrados “unos 2000 o 3000” más. Los sirios fueron reagrupados en la localidad de Kara Tepe.

El Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula que alrededor de 20.000 candidatos al exilio se encuentran actualmente en Lesbos. Los equipos de Médicos del Mundo atienden diariamente a 500 refugiados, según esta cardióloga francesa. Entre los sirios ha encontrado a “heridos de guerra, víctimas de estallidos de obuses, con horribles llagas infectadas”. “Vi a una familia afectada por armas químicas y otras cosas que jamás hubiera imaginado”, explica esta doctora sexagenaria, veterana de otras misiones humanitarias en África y el Próximo Oriente.


Aspecto del campo de refugiados de Moria.
(Foto © Tasos Markou / Demotix)


La aventura de cruzar el mar desde Turquía deja “grandes moratones y llagas producidas por el roce contra las rocas, y quemaduras de primer y segundo grado a causa de la exposición al sol, especialmente en niños. En la última semana, cinco personas murieron ahogadas”, añade la facultativa. “Cuando llegan a las costas griegas, los refugiados tratan de continuar viaje hacia Alemania, Suecia, Bélgica, Dinamarca o el Reino Unido, pero son pocos los que eligen Francia como destino final.”

“La igualdad de oportunidades brilla por su ausencia. Los sirios consiguen sus papeles en un máximo de cinco días. Para los demás, la espera puede ser de dos o tres semanas, ya que el gobierno griego ha establecido prioridades”, dice, y advierte contra el peligro de discriminación entre los refugiados.

“¿Por qué todo el mundo prefiere a los sirios? No puedo decirlo, porque apenas he estado cinco semanas con ellos: son gente como nosotros, he encontrado a abogados, médicos, dentistas, personas con estudios que en muchos casos disponen de dinero; además, llegan después de un recorrido breve y sus condiciones físicas no están tan mermadas”, añade la voluntaria de la ONG.


El cuidado campo de refugiados de Kara Tepe, 
donde están acogidos los refugiados sirios.
(Foto © Daniel Elkan / IRIN)

Por el contrario, la situación de los otros refugiados, como “los afganos, que ya han sufrido cuatro meses de humillaciones antes de llegar allí, cuya cultura está más alejada de la nuestra”, se agrava durante su estancia en Lesbos. Según la doctora Maître “desarrollan la enfermedad del hambre u otros males epidémicos, y van a continuar su ruta hacia el norte de Europa muy debilitados”.

“Teóricamente, todos los refugiados gozan de igualdad de oportunidades a la hora de solicitar asilo”, continúa. Según ella, la organización en la isla de Lesbos se puede considerar bastante buena, y pone como ejemplo la ciudad de Mitilene, donde “la solidaridad ha sido ejemplar, prueba de que cuando la gente se organiza bien todo funciona”. Allí, el alcalde ha movilizado a los servicios públicos, pero también a los ciudadanos, y ha colaborado en la instalación del hospital de la ONG.


El campamento instalado en el puerto de Mitilene 
a instancias del alcalde, Spyros Galinos.
(Fuente: ekathimerini.com)


“Los propios griegos preparan diariamente un millar de raciones de comida y las distribuyen entre los dos principales centros de acogida de la isla"; además proporcionan ropa y productos higiénicos. Pero la doctora teme que “la gran oleada” de migrantes no cesará al menos hasta mediados de octubre, ya que los “pasadores” incitan continuamente a los candidatos al exilio para que se aventuren antes de que empeore el estado del mar.


Este testimonio fue publicado por la agencia France Press (AFP) el 11 de septiembre de 2015. Ha sido traducido y adaptado por Albert Lázaro-Tinaut.

18 abril 2010

[Marginalia]: Las obsoletas voces de la tribu


Que los humanos somos tribales y recurrimos a nuestra visceralidad instintiva, incluso con el revestimiento, bastante superficial a veces, de esa pátina que denominamos cultura, la cual nos diferencia, juntamente con el uso de la palabra, de los demás animales, no es ninguna novedad. Que la inteligencia parece más desarrollada en los humanos que en la mayoría de las otras especies zoológicas, se ha considerado siempre una evidencia, pero los hechos parecen querer demostrar que no lo es tanto, que se hace un uso bastante restrictivo de ella, probablemente porque la mayoría de los bípedos vestidos no la ha desarrollado del todo y, por tanto, no es capaz de realizar tres funciones fundamentales: pensar, razonar y reflexionar.


Grecia fue la primera gran cuna de la civilización y la cultura occidentales, pero después de la decadencia del mundo helénico las cosas nunca han sido iguales en el más meridional de los países balcánicos. No quiero mencionar unos cuantos hechos histórico-políticos que han caracterizado aquel país en el último siglo, porque en muchos otros se han vivido situaciones similares y, sin duda, más vergonzosas. Quiero referirme únicamente a un acontecimiento reciente que desmerece la cultura y la civilización griegas y pone en entredicho la capacidad de sus estamentos de estar a la altura de las circunstancias, sobre todo teniendo en cuenta que Grecia es miembro de la Unión Europea y que eso obliga, al menos, a guardar las formas.

El 25 de marzo, los griegos celebran su fiesta nacional, el Día de la Independencia. Este año, como de costumbre, hubo una solemne parada militar al final de la cual actuó el coro de la marina, y entre otros himnos y canciones guerreras incluyó una, manifiestamente xenófoba, que ha irritado profundamente a los albaneses. El mundo ha cambiado, Europa ha cambiado, han cambiado profundamente las coyunturas. No había, pues, ninguna necesidad de desenterrar viejas canciones patrióticas como ésta, a menos que a alguien le conviniera actuar malintencionadamente.

El canto militar al que se refiere el transeúnte es uno que contiene estos versos (traducción aproximada): “Griego se nace, no se hace. Derramaremos tu sangre, cerdo albanés. // Será una carnicería, y después reivindicaré nuestra Iglesia hasta que la adoréis. // Los denominan skopiani*, los denominan albaneses. Coseré mis vestidos con su piel”.

Al transeúnte los griegos, como pueblo, le merecen un gran respeto; sin embargo, algunas autoridades del país, probablemente militares, no tienen en cuenta que viven en la Europa del siglo XXI, que la Albania de hoy tiene poco que ver con aquella Albania otomana a la cual se refiere la canción, y nada que ver con la Albania estalinista de Enver Hoxha. Parece que algunos estamentos de la Grecia “europea” deben recorrer todavía un largo camino para alcanzar la realidad de nuestros días y ser capaces de avergonzarse de actitudes xenófobas y provocadoras como ésta.

El destacado escritor albanés Ismail Kadare, tan cercano en su espíritu y en su obra a la cultura griega, que considera parte integrante de su personalidad, ha decidido, como protesta por ese menosprecio a los albaneses, anular su visita a Atenas para participar en un acto académico previsto para el lunes 19 de abril, al cual había sido invitado: “Teniendo en cuenta los últimos acontecimientos, muy desagradables, que se han producido en Atenas, relacionados con el racismo hacia los albaneses, he decidido anular la visita a vuestro país. Conocéis perfectamente mi admiración por la literatura y la cultura griegas, pero considero que en un clima como el que se ha creado, en el cual se hace patente la ausencia de la más mínima pizca de civilización, mi visita sería prematura”, dice Kadare en la carta dirigida a los organizadores del acto en el cual debía participar.

Al transeúnte le parece triste que las lecciones de los grandes pensadores griegos hayan sido olvidadas, precisamente, en las tierras donde nacieron. Le parece muy triste que Europa, en vez de avanzar hacia un acercamiento cordial entre los pueblos y las culturas, se aleje tanto de ese propósito, y que los fantasmas del pasado continúen manifestándose por las calles de la polis.

* Skopiani es, sobre todo, la denominación que dan los griegos a los macedonios (eslavos y albaneses). El nombre de la antigua república yugoslava de Macedonia está aún pendiente de decidir, precisamente, por la negativa del gobierno griego a reconocer el nombre Macedonia.


Créditos:
Fotografía de arriba: © AFSOUTH / NATO.

Fotografía de Ismail Kadare: © ÇdoDitë, Tetovë.


Traducción del catalán: Carlos Vitale.