El pasado día 10, el transeúnte tuvo el privilegio de vivir una experiencia extraordinaria: amablemente invitado por la Fundació Vallpalou de Lleida –creada en julio de 2008 por la pintora Teresa Vall Palou–, pudo permanecer todo el día en la sede de aquella entidad artística y convivir tanto con algunos miembros del Patronato (Teresa Vall Palou, Joan-Francesc Ainaud, Joan Marí) como con el artista que inauguraba aquella tarde su exposición Accumulate / Acumular, Mihael Milunovic, y el prestigioso historiador del arte húngaro Lóránd Hegyi, director del Musée d'art moderne de Saint-Étienne Métropole (Francia), que actuaba como presentador del artista y de su obra (es elogiable la tarea de L. Hegyi como divulgador del arte contemporáneo de la Europa central y oriental).
Fue una experiencia única para el transeúnte ver, mientras mantenía una conversación con él, cómo Milunovic acababa de montar sus objetos de cobre y vidrio –“máquinas buenas”, las denomina–, que poco a poco iban adquiriendo las formas con que las había concebido.
Pese a que firma sus creaciones simplemente como Milunovic, Mihael Milunović (que es su nombre escrito correctamente con la grafía serbocroata) es un artista polifacético nacido en Belgrado en 1967, en el seno de una de las innumerables familias mixtas que se habían formado en la antigua Yugoslavia (padre montenegrino, madre croata y algo de sangre albanesa, dijo cuando el transeúnte le preguntó cuál consideraba que era su nacionalidad: “Soy belgradense; el país donde nací ya no existe, no me siento vinculado a ningún grupo étnico”). Se formó artísticamente en la Academia de Bellas Artes de la Universidad de Belgrado (1987-1995) y finalizó sus estudios de especialización en la École nationale supérieure des Beaux-Arts (ENSBA) de París cuando en 1995, después de la guerra en el espacio ex yugoslavo, se estableció en Francia. Ahora reside en Bruselas, aunque viaja con frecuencia a Belgrado y ha expuesto sus obras tanto allí como en otras ciudades de Serbia.

tinta sobre papel.
Milunovic, que hizo su primera exposición individual precisamente en Belgrado, en 1995, y que más tarde ha presentado su obra en numerosos países, es un auténtico artista poliédrico. Después de haberse dedicado inicialmente a la pintura, ha experimentado con la escultura, el dibujo, la fotografía, las instalaciones, el sonido, el vídeo y los objetos –las “máquinas”–, y ha seguido una trayectoria muy coherente que, a primera vista, puede parecer difícil de interpretar, sobre todo a quienes no estén algo familiarizados con la historia y las diversas realidades político-sociales de los países que durante más de cuatro décadas estuvieron sometidos a regímenes comunistas.
“Tout pour moi devient allégorie” (‘para mí todo se hace alegoría’), afirmaba en su primera época belgradense, cuando aún se dedicaba a la pintura, siguiendo el motivo poético de Baudelaire cuando se refería a los viejos faubourgs parisinos, y permanece fiel a esa idea, aunque la alegoría inicial tenga ahora otros matices: la política, las ideologías, las religiones, el consumismo y, sobre todo, los símbolos, son severamente cuestionados en su obra más reciente, lo cual convierte al artista en un provocador, un crítico implacable de todo lo que nos rodea y que constituye la gran mentira global (para usar la terminología generalizada en nuestros días) con la que se manipula a las masas, tanto políticamente como potenciando los impulsos consumistas.
Como dice muy acertadamente Joan-Francesc Ainaud en uno de los textos que aparecen en el catálogo de la exposición, en las obras de Milunovic podemos percibir un denominador común: “la transgresión de los límites y tabúes para establecer un diálogo crítico con su (y nuestro) contexto moral, filosófico e histórico”. Y eso se manifiesta en algunas de sus creaciones “mediante una deconstrucción subversiva de la simbología nacional (escudo, emblema, signo)”, simbología sobre la cual, y sobre el uso que hace de ella el poder político, apropiándosela, el artista ironiza.
Por eso, y con pretendidos efectos “taumatúrgicos”, Milunovic crea (siempre irónicamente, pese a aparentar cierta credulidad) y presenta por primera vez en esta exposición cuatro “máquinas buenas” de pequeñas dimensiones (unos 50 centímetros de altura; unos objetos que podrían equivaler a aquellos iconos o imágenes de santos portátiles en pequeños armarios hechos a medida, que en este caso son recipientes de vidrio transparente) y de funcionamiento simbólico: Captor, Acumulador, Generador y Conspirador. Todos ellos, según él, transmisores de energía positiva.
Lóránd Hegyi se refiere, en el mismo catálogo, al radicalismo de Milunovic con imágenes y objetos que producen un impacto emocional en el espectador, pero insiste en el hecho de que también “lo enfrentan a incómodas y provocadoras referencias procedentes de la historia y la política, la religión y la mitología, los contextos ideológicos y el onírico simulacro de la vida cotidiana de las nuevas sociedades de consumo”, y añade que “evidentemente, él trabaja con narrativas típicas de las llamadas experiencias poscomunistas, narrativas que cobran una determinación específica en la situación postyugoslava y posiblemente sean aún más confusas debido a que al público occidental le cuesta seguir sin dificultad la sofisticada estructura de citas y referencias a la historia y la política contemporáneas de la Europa central y del Este”.

el 10 de septiembre de 2010. De izquierda a derecha:
Joan Marí, director de la Fundació Vallpalou;
Lóránd Hegyi; Joan-Francesc Ainaud, director
artístico de la fundación, y Mihael Milunovic.
Desde este reiterado punto de vista, precisamente, al transeúnte le parece interesante la aproximación que nos propone Mihael Milunovic a estas concepciones, que poco tienen que ver con los estereotipos que se nos han presentado a menudo de aquellas sociedades que hasta hace poco más de veinte años constituían la “otra Europa”; una parte considerable del continente que se aproxima a nosotros, con muchas dificultades pero decididamente, y que hemos de entender si queremos construir una Europa común, tarea todavía difícil, pero probablemente posible o, por lo menos, esperanzadora.

Accumulate / Acumular
Fundació Vallpalou
Calle Roger de Llúria, 2, bajos, Lleida
10 de septembre - 30 de octubre de 2010
Fotografías de Albert Lázaro-Tinaut.
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