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12 diciembre 2009

Kallaste, en la orilla estonia del lago Peipus


El transeúnte fue al este de Estonia, a la orilla occidental del lago Peipus (Peipsi järv, en estonio; Chudsko ozero [Чудско озеро], en ruso), el cuarto lago más grande de Europa y uno de los de menor profundidad (13 metros de media), por el centro del cual pasa la invisible pero aún poderosa línea fronteriza entre la República de Estonia y la Federación Rusa. De hecho, el tramo fronterizo lacustre es el más largo entre los dos estados.


Quienes hayan visto el magnífico filme Aleksandr Nevski, la primera película sonora de Serguéi Eisenstein, de 1938, con música de Serguéi Prokófiev, recordarán aquella impresionante batalla –conocida en la historiografía rusa como la “batalla de los hielos” – sobre la superficie helada del Peipus, que reproduce con gran fuerza visual y sonora la que tuvo lugar en el año 1242 entre la ciudad-Estado de Nóvgorod, de la que Aleksandr era príncipe, y los caballeros teutones, que habían conquistado, en nombre del papa Inocencio IV y de la Cristiandad, durante las llamadas Cruzadas del Norte, las ciudades de Yúriev (la actual Tartu estonia) y Pskov. El príncipe de Nóvgorod venció a las soberbias tropas germánicas y recuperó para su Estado la bella Pskov, hecho que le valió la canonización por la Iglesia ortodoxa en 1547. Pero esta batalla tuvo lugar en la parte más meridional y estrecha del lago.


El transeúnte llegó a las afueras de Kallaste en autobús –el único medio cuando no se dispone de coche–, recorrió la Kevade tänav (‘calle de la Primavera’) y cruzó un frondoso parque hasta alcanzar la Keskväljak (‘plaza del Centro’), donde está el Ayuntamiento. Kallaste, aunque ahora mismo tiene unos 1250 habitantes (y poco más de 6000 en su área de influencia*), obtuvo el rango de ciudad en 1938, durante la primera República estonia.


Después de atravesar la amplia plaza, el transeúnte se encontró en un excelente mirador natural que le permitía asomarse al lago por encima de un pequeño acantilado. La orilla rusa, del otro lado, está a más de treinta kilómetros, y no se ve más allá del horizonte. Como la de un mar, la superficie del extenso Peipus se funde al este con la inmensa llanura rusa, que se extiende hasta los Urales. Sin ser demasiado consciente en aquel momento, el transeúnte estaba junto a la línea divisoria entre dos concepciones muy diferentes del universo europeo: aquí, el Occidente de raíces culturales germánicas; allá, la heterogeneidad de los eslavos orientales.



Sin embargo, en la franja oriental del centro y el norte de Estonia esta separación cultural no es tan evidente. Kallaste es un ejemplo patente de espacio de transición. Fue fundada en el siglo XVIII por una comunidad de starets o viejos creyentes (vanausulisted, en estonio), considerados herejes de la ortodoxia porque se negaron a aceptar la nueva liturgia impuesta en 1654 por el patriarca Nikon y a rendir homenaje al zar, y que, por esta razón, fueron cruelmente perseguidos y obligados a huir de Rusia a Siberia, a las orillas del mar Negro y a otros lugares (muchos emigraron después a América y hallamos aún a algunos de ellos en la Patagonia argentina, donde son conocidos como “rusos blancos”). En las tierras prebálticas, en las riberas occidentales del lago Peipus, aquella buena gente encontró un excelente refugio para establecer comunidades, que aún perviven, con nacionalidad estonia pero manteniendo vivas sus tradiciones y la vieja lengua rusa. En Kallaste y en las comarcas vecinas, los rusófonos constituyen actualmente casi el 80% de la población.


Aunque la mayoría de estos viejos creyentes del lado estonio del lago Peipus han dejado atrás las costumbres más rigurosas, como no afeitarse nunca y no consumir alcohol ni tabaco, continúan fieles a unos principios morales estrictos que, de alguna manera, y salvando las distancias, recuerdan la cultura de las comunidades amish de los Estados Unidos, por más que las normas de los starets no son tan rígidas como las de aquellos. Sin embargo, se caracterizan por su sobriedad y por la sencillez de los vestidos y de la decoración de sus casas..., que ahora se mezclan con las de los estonios y, sobre todo, con las de los nuevos ricos que se han establecido allí, al menos para pasar los fines de semana primaverales y otoñales y las vacaciones.


La mayor parte de los rusófonos de Kallaste viven en la parte meridional de la localidad, la más antigua, donde están la iglesia (de madera pintada de amarillo, con un campanario blanco, y de líneas bastante austeras) y el cementerio de los viejos creyentes, un auténtico “cementerio marino” si se tienen en cuenta las dimensiones del lago, ya que se encuentra junto a la ribera. Sólo para visitar este cementerio, un laberinto de tumbas con inscripciones en caracteres cirílicos y cruces ortodoxas, merece la pena recorrer el medio kilómetro largo que lo separa de la Keskväljak, siguiendo la Võidu tänav, la calle principal de la ciudad, que corre paralela al lago.


Al transeúnte le sorprendió ver huertos, en Kallaste y en otras localidades de las orillas del Peipus, teniendo en cuenta la latitud: supo que Estonia es el país más septentrional de Europa donde se encuentran plantaciones hortícolas; en todo caso, allá le dijeron que en las riberas del lago hay un microclima que favorece este tipo de agricultura, que no se limita únicamente al consumo familiar, sino que se vende en los mercados de la región, juntamente con otro producto local: el pescado ahumado. Es frecuente ver pequeños invernaderos en medio de los huertos, que permiten prolongar la producción de hortalizas.


La pesca es otro de los recursos de los habitantes de las riberas del Peipus. A pesar de la escasa profundidad del lago, la fauna piscícola es abundante y los pescadores locales abastecen cada día, por ejemplo, el mercado de Tartu, transportando las capturas a contracorriente por el río Emajõgi, que desemboca junto a la localidad de Praaga (la cual es, a la vez, punto fronterizo y aduana lacustre). Los cartelitos manuscritos y las pizarras que anuncian Praaga kala (‘pescado de Praaga’) se repiten en los puestos de la sección de pescadería del Turg, el mercado viejo de Tartu.


No acabaron aquí las sorpresas del transeúnte. Junto al mirador de la Keskväljak había encontrado un cartelito con una flecha donde se leía Kallaste liivakivipaljand, y quiso ver qué era aquello. Descubrió entonces, a ras de una playa de guijarros, unas curiosas formaciones arenosas solidificadas, algunas de las cuales forman cuevas naturales en las paredes del pequeño acantilado sobre el que se asienta la población, en un promontorio plano. Abundan las inscripciones que dejan los visitantes en la superficie blanda de estas formaciones, pobladas por unos extraños arácnidos de patas larguísimas y por un tipo peculiar de musgo.


La mejor playa de Kallaste, al norte del núcleo habitado, es estrecha y poco atractiva, pero no faltan los bañistas veraniegos de agua dulce, que aprovechan las todavía escasas infraestructuras turísticas. Un poco más al norte está Mustvee, la población más importante de la orilla estonia del lago Peipus, dotada de instalaciones turísticas más modernas y confortables.



Hacia el sur, en cambio, a tan sólo siete kilómetros, camino de Tartu, encontramos el pueblo de Alatskivi, con su notable castillo neogótico, aunque es conocido sobre todo por ser el lugar de nacimiento de uno de los más importantes poetas estonios, Juhan Liiv (1864-1913). De ello, sin embargo, el transeúnte hablará en otro momento.


* Si se tienen en cuenta los espacios étnico-geográficos de la frontera estonio-rusa, las áreas de influencia de la zona superan a menudo los límites municipales; éste es un aspecto que queda bastante bien definido en el estudio “Las fronteras de Estonia como Estado miembro de la Unión Europea” (Cuadernos geográficos de la Universidad de Granada, n.º 35, 2004, pp. 117-142).


Fotografías, de arriba abajo:

- Una calle de Kallaste.

- El Ayuntamiento de Kallaste.

- El lago Peipus desde el mirador de la Keskväljak.
- La iglesia de los starets de Kallaste.

- El “cementerio marino” de Kallaste.

- Huertos en Kallaste.

- Las formaciones arenosas junto al lago Peipus.

- Bañistas en la playa de Kallaste.


© de las fotografías: Albert Lázaro-Tinaut.


Podéis clicar sobre las fotografías para ampliarlas.


Traducción del catalán: Carlos Vitale.