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09 septiembre 2013

El particular virtuosismo pianístico de Clara Haskil


Entre una legión de grandes intérpretes del piano que se disputaron los conciertos en todo el mundo durante el siglo XX, Clara Haskil es, seguramente, una de las menos conocidas. Tal vez ello se deba al hecho de padecer una enfermedad limitadora –el trastorno de Asperger, una especie de autismo que condiciona seriamente las relaciones sociales y, por consiguiente, la vida, que le fue diagnosticado a los quince años–, y también al de ser judía en unos momentos difíciles para esa comunidad en gran parte de Europa.

En efecto, Clara Haskil, miembro de una familia sefardí instalada en Bucarest, donde nació el 7 de enero de 1895, fue siempre una persona de trato difícil que se refugió en la música y, a menudo, en la soledad. Su enfermedad fue también un obstáculo para emprender una carrera musical prometedora, sobre todo si se añade que a los 46 años le detectaron un tumor cerebral, del que fue operada con éxito en París, donde residía entonces, y que al cabo de poco tiempo, a causa de la ocupación de la mitad de Francia por los nazis, tuvo que huir, primero a Marsella y luego a Suiza, donde permaneció el resto de su vida amparada por la nacionalidad helvética, que se le concedió en 1945.

Clara Haskil en su juventud.
(Fuente: kaenaree.com)

Gracias al apoyo de su familia, que la envió a Viena para que estudiara en el Conservatorio de la capital austríaca, de algunos de sus maestros y de la protección de los escasos amigos que tenía en el mundo de la música (en particular Winnaretta Singer, princesa de Polignac, que la trató como una madre... y quién sabe si también como amante), superando con una gran fuerza de voluntad su tremendo miedo escénico –una de las consecuencias de la enfermedad que padecía–, consiguió iniciar una brillante carrera pianística. Probablemente, la introspección le ayudó a crear un estilo propio que se manifiesta, sobre todo, en sus particularísimas y extraordinariamente elogiadas interpretaciones de Mozart; demostró el mismo virtuosismo con piezas de Beethoven, Schumann y Scarlatti, entre otros grandes compositores.

Fueron célebres también sus colaboraciones con intérpretes de prestigio, como Isaac Stern, Pau Casals y József Szigeti, y sus actuacions como solista bajo la dirección de Leopold Stokowski, von Karajan, Georg Solti. Rafael Kubelík, Sergiu Celibidache y muchos de los más destacados maestros de la batuta.

Carátula de uno de los discos 
de la pianista, dedicado a Mozart.

Reconocida en algunos países y casi desconocida en otros, Clara Haskill tuvo el infortunio de morir al caer accidentalmente en la estación de Bruselas el 7 de diciembre de 1960. Su discografía, que fue escasa y de poca calidad durante mucho tiempo (eran, sobre todo, grabaciones en directo), ha sido recogida en muy buenas condiciones acústicas por Decca en diecisiete cedés, que recogen magníficas interpretaciones no sólo de sus compositores favoritos (los mencionados Mozart, Beethoven y Scarlatti), sino también de Chopin, Ravel, Falla y Schubert, entre otros.

La tumba de Clara Haskil en el cementerio parisino de Montparnasse. 
(Foto © Ioneleaf, 2007)

Desde 1963, cada dos años se celebra en su honor, en Vevey (Suiza), donde había fijado su residencia, el Concurso Internacional de Piano Clara Haskil.

Podéis escucharla a través de estos enlaces:  

Interpretando a Mozart 

Interpretando a Beethoven 

Interpretando a Scarlatti 

Albert Lázaro-Tinaut


Cartel de la XXIV edición del Concurso Internacional 
de Piano Clara Haskil en Vevey, Suiza (2011).

Este articulo fue publicado originalmente en catalán por la revista digital La Náusea (http://lanauseacatala.blogspot.com.es/2013/09/el-particular-virtuosisme-pianistic-de.html).

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16 enero 2013

¿Qué hay de cierto en el trasfondo de la caída de Nicolae Ceauşescu en Rumanía?


Manifestantes rumanos en las calles de Bucarest el 22 de diciembre de 1989 
con la bandera nacional sin los símbolos comunistas. (Fuente: BBC News)


Penetrar en los entresijos de la historia siempre es tarea arriesgada, y si este transeúnte lo hace ahora, procura que sea cautamente, basándose en informaciones relativamente recientes que le parecen verosímiles con la perspectiva de más de veinticuatro años desde los acontecimientos relatados.

Lo último que leyó sobre el tema se debe al periodista italiano Luca Negri, quien en el periódico romano L’Occidentale ofrecía datos relevantes, de ser ciertos y estar contrastados, sobre la realidad de la denominada Revoluția română din 1989 (‘Revolución rumana de 1989’) que estalló en la ciudad transilvana de Timişoara el 16 de diciembre de aquel año y concluyó con el vergonzoso juicio sumarísimo y la inmediata ejecución de Nicolae Ceaușescu y su esposa Elena en Târgovişte el 25 de diciembre, tras la huida de ambos del palacio presidencial de Bucarest tres días antes.

El helicóptero en el que huía 
el matrimonio Ceaușescu desde 
la sede del Comité Central del 
Partido Comunista Rumano 
(22 de diciembre de 1989).

Dice Negri que “en general, nos fiamos poco de las revoluciones que consiguen cambiar el régimen de un país […], pues deberían ser consideradas más bien golpes de Estado”. Aunque es cierto que, incitados por aquella inmensa manifestación popular del 16 de diciembre en Timişoara y los por líderes en la sombra que la organizaron, los habitantes de Bucarest salieron multitudinariamente a las calles y boicotearon un discurso del dictador, quien en un momento dado comprendió que sus veintidós años en el poder llegaban a su fin e intentó desesperadamente huir en helicóptero con su esposa; si bien la revuelta de Bucarest fue popular y supuso la expresión del odio de sus súbditos al Conducător (‘líder’ o ‘caudillo’), parece que algo se estaba cociendo entre bambalinas.

Sobre ello investigó a fondo durante dos décadas el periodista rumano Grigore Cartianu, quien en 2010 publicó el polémico y voluminoso libro Credeam că facem revoluţie, nu lovitură de stat (‘Creíamos que era una revolución, no un golpe de Estado’), en el que saca conclusiones que a este transeúnte le parecen interesantes.

Grigore Cartianu.

En opinión de Cartianu, después de aquella revuelta decisiva tuvo lugar una “contrarrevolución” todavía más sanguinaria (se calcula que durante la Revolución rumana hubo más de 1100 muertos) en la que estuvieron implicados numerosos exponentes del régimen comunista próximos a Moscú. Ceaușescu había plantado cara a la URSS –se había opuesto abiertamente a la intervención en Checoslovaquia, en 1968, por ejemplo– y pretendía que su régimen fuera independiente de las directrices soviéticas, lo cual lo convirtió en un déspota que, aunque despertara simpatías en Occidente, lo equiparaba en cierto modo, por su línea dura, a líderes intransigentes como el norcoreano Kim Il Sung.

En aquel mes de diciembre de 1989 la perestroika de Gorbachov empezaba a derrumbar el Telón de Acero y el muro de Berlín ya había caído. Poco antes, personalidades significadas de la política occidental habían rendido honores al Conducător, quien, rodeado de una “corte” fiel, alentaba a la perfección el culto a su personalidad y a la de su esposa Elena (quien, sin haber terminado siquiera los estudios primarios, acumulaba títulos científicos de varios países). Sin embargo, y en ese contexto, el presidente de los Estados Unidos, George Bush (padre), y Mijaíl Gorbachov urdieron –según Cartianu– una trama para hacer caer el régimen rumano: sutilmente, la Unión Soviética iba infiltrando tanto en el ejército de Rumanía como en la tristemente célebre Securitate –los temidos servicios secretos del partido comunista rumano– a muchos de sus agentes. ¡Cuesta creer la afirmación del periodista según la cual llegaron a entrar en el país, sin levantar sospechas, casi setenta mil agentes soviéticos!

A partir de tales interrogantes se podría deducir que los movimientos revolucionarios de diciembre de 1989 no fueron tan “espontáneos” como siempre se ha asegurado: el Kremlin, con el beneplácito de Washington, podría haber estado detrás de aquellos movimientos y habría hecho caer en una trampa (mortal, en este caso) a Nicolae Ceaușescu, ante la evidencia de que éste jamás se habría sumado a los grandes cambios que se preparaban en el panorama europeo.


Nicolae Ceaușescu y su esposa Elena tras su detención. (© AFP)



Ello no justifica, sin embargo, que el matrimonio Ceaușescu fuera literalmente linchado en un proceso muy poco judicial y muy confuso, y abatido a tiros como si de alimañas se tratara. Lo que ocurrió tras la Revolución rumana, hechos como los del 14 de junio de 1990, promovidos por los nuevos gobernantes “democráticos” de Rumanía para “calmar los ánimos” de la ciudadanía, demuestran que la situación no estaba controlada. Aquel día convencieron a veinte mil mineros de provincias para que llegaran a Bucarest, armados con barras de hierro, para atajar un supuesto “complot fascista”: durante dos días, aquellos hombres engañados sembraron el pánico en las calles de la capital del país agrediendo a opositores, periodistas y viandantes, creyendo que así colaboraban a asentar la democracia. No hicieron más que asentar en el poder a quienes se habían apoderado de él tras la caída del régimen sanguinario y desaforado del Conducător.


Otra imagen de la revolución: un grupo de manifestantes 
se ha apoderado de un carro de combate.  R. Sigheti/Reuters)


¿Qué hay de cierto en lo que explica Grigore Cartianu y se ha divulgado ampliamente en Rumanía desde que se publicó su libro (que ha inspirado otras obras sobre el tema)? Este transeúnte no juzga nada, se limita a explicar algo a lo que no parece que hayan prestado mucha atención los media occidentales. Nos quedamos con la sensación de que aún hoy, en Rumanía, las cosas parecen no estar muy claras.


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15 agosto 2010

Post scriptum. Prensa, humor y confusiones toponímicas


Un mes y medio después de haber escrito su comentario sobre las confusiones toponímicas, en el que ponía en entredicho la deontología periodística, llega a conocimiento del transeúnte a través de Le Courrier des Balkans una evidencia que, si no fuera porque afecta a un hecho trágico (el terremoto de Haití, en enero de este año) –e incluso a pesar de ello– debería convertirse en paradigmático de las malas prácticas de la profesión y de la falta de rigor de agencias de prensa y medios, que divulgan noticias sin contrastar su veracidad.

En su edición del 20 de enero de 2010, la web satírica en rumano Trombon publicaba la increíble noticia titulada “Romania a tramis ajutoare in Tahiti” (‘Rumanía ha enviado ayuda a Tahití’, ver aquí), firmada por Ionut –Ionut Fortea, uno de los redactores de la publicación en línea–, que reproducimos traducida:

"En Tahití se produjo ayer un incidente cómico, cuando un batallón de tropas de montaña de Rumanía provocó hilaridad en la paradisíaca isla de la Polinesia Francesa.

Debido a una lamentable confusión del Ministerio de Defensa, se cambió el destino de la ayuda para las víctimas del terremoto de Haití, de modo que un batallón de tropas de montaña y 2000 toneladas de alimentos, agua, mantas y medicamentos fueron enviados en dirección totalmente opuesta, es decir, a la isla de Tahití, situada en el Pacífico Sur.

'Me dicen que no hay necesidad de convertir esto en un espectáculo. Quiero decir que hay nombres que se parecen mucho: Haití, Tahití, Mahití, Papití [por Papeete], y ¡vaya mierda!, suenan igual', afirmó el ministro de Defensa, Gabriel Oprea, a times.ro.”

Ni siquiera la foto trucada (cosa que resulta muy evidente y que el transeúnte reproduce al comienzo de este Post scriptum) hizo sospechar a algunos medios de comunicación que se trataba de una broma de mal gusto. La “noticia” se propagó por casi todo el mundo, y hasta se hizo eco de ella el Canal+ francés de televisión, cuyo programa Édition spéciale bromeó sobre la incompetencia de las autoridades rumanas, pese a que el semanario Courrier International ya había advertido de su probable falsedad.

Y para muestra, otros tres botones: un video del canal de televisión mexicano Televisa (aquí), otro del canal boliviano eju.tv (aquí) y el de otra cadena televisiva hispana que se encuentra en Youtube (aquí). Una sencilla comprobación de la fuente de la información, cuya línea editorial es clara y utiliza, para más inri, la supuesta agencia times.ro, que imita astutamente el estilo periodístico del diario británico The Times, habría bastado, por lo menos, para levantar sospechas.

La escasa formación de las nuevas generaciones de periodistas parece no tener remedio. Ayer mismo, la versión digital del prestigioso diario barcelonés La Vanguardia informaba sobre el incendio que destruyó más de 1100 hectáreas en el municipio de Barjas, en la provincia de León: en el titular, la localidad castellanoleonesa aparecía con el nombre de la madrileña Barajas, error que no fue corregido pese a los diversos comentarios de los lectores. Alegarán, quizá, que la mitad de la plantilla estaba de vacaciones, o culparán de ello a un infeliz becario…

¿Ver para creer o leer la prensa para no creer? He aquí la cuestión.

Foto: Trombon / times.co.

25 abril 2010

Flashes: En Leiden con Paul Celan


Cuando el transeúnte visitó la ciudad holandesa de Leiden, hace dos años y medio, descubrió que en las paredes de varios edificios próximos a la Universidad se reproducían poemas de unos cuantos poetas universales, como este de Paul Celan (perteneciente a su libro Die Niemandsrose [‘La rosa de nadie’], de 1963), del que transcribe la traducción castellana de José Luis Reina Palazón*:

MEDIODÍA CON CIRCO Y CIUDADELA


En Brest ante los anillos en llamas,

en la carpa que al tigre vio saltar,

allí te oí, finitud, que cantabas,

allí te vi, Mandelstamm.


Sobre la rada el cielo colgante,

la gaviota sobre la grua vino a estar.

Lo infinito cantaba, lo constante, –
tú, cañonera, te llamas “Baobab”.


Saludé a la tricolor

con una rusa palabra –

Lo perdido no se perdió,

el corazón, fuerte plaza.


Tal vez en otra ocasión hable de Leiden; ahora, sin embargo, el transeúnte quiere detenerse brevemente en la figura de Paul Celan, uno de los mayores poetas del siglo XX, un judío asquenazí cuyo verdadero nombre era Paul Antschel, en su alemán familiar, o Ancel, en rumano, apellido éste con el que formó el anagrama de su seudónimo.


Celan nació en Czernowitz, una ciudad periférica del entonces Imperio austrohúngaro, el 23 de octubre de 1920, y se suicidó en París, arrojándose al Sena desde el puente Mirabeau, el 20 de abril de 1970. Czernowitz era entonces una ciudad de la Bucovina rumana (su nombre, en rumano, es Cernăuţi), y actualmente pertenece a Ucrania con el nombre eslavizado de Chernivtsi (Чернівці). Lugar de encuentro de culturas, pues en los años de la infancia del escritor convivían allí judíos (que eran mayoría, unos 42.600), rumanos (unos 30.400), alemanes (16.400), ucranianos (11.200), polacos (9000), rusos (1500) y húngaros (600).

Celan recibió su primera educación en hebreo (su padre era un judío sionista y ortodoxo), pero la lengua familiar era el alemán de su madre. Ya en su adolescencia abandonó las ideas sionistas y se aproximó a grupos socialistas judíos que en aquella época apoyaban la causa republicana durante la guerra civil en España. Cuando las tropas alemanas ocuparon su ciudad natal, durante la segunda guerra mundial, sus padres fueron deportados a campos de exterminio, en los que murieron, y él fue enviado a Moldavia y sometido a trabajos forzados. Al finalizar la guerra se estableció en Bucarest, en 1947 fue a Viena, y al año siguiente llegó a Francia. Vivió también en Ginebra (donde trabajó como traductor para las instituciones internacionales), Alemania e Israel.

Escribió en prosa, pero sobre todo poesía, una poesía críptica plagada de referencias bíblicas, en la que solía jugar con las palabras y los sonidos, lo cual dificulta su interpretación y su traducción, por lo que tuvo dificultades para publicarla. También destacó como traductor literario al alemán y el hebreo.

El transeúnte no se detendrá aquí a detallar su biografía y su obra, que pueden encontrarse fácilmente en la red. Sólo mencionará su desencuentro con Martin Heidegger, a causa de la postura de éste ante el nazismo, aunque el pensamiento del alemán pesó mucho sobre su personalidad intelectual, igual que el de Theodor Adorno, con quien también tuvo discrepancias, ya que ninguno de los dos mostró el interés por su obra que él esperaba. Quien sí lo mostró, en cambio, fue George Steiner, el cual lo reconoció como uno de los grandes poetas de su época.

El Holocausto y el exilio marcaron indeleblemente su subconsciente, hasta el punto de lo que lo condujeron a la autodestrucción. Niemend / seugt für den / Zeugen (‘Nadie / testimonia por el / testigo’) , escribió en uno de sus poemas de Atemwende (‘Cambio de aliento’, 1967): tres versos que invitan, sin duda, a reflexionar.

* Paul Celan: Obras completas. Traducción de José Luis Reina Palazón. Prólogo de Carlos Ortega. Editorial Trotta, Madrid, 1999. 4.ª edición, 2004, p. 183.

© de la fotografía inicial: Albert Lázaro-Tinaut.
El retrato de Paul Celan es de autor desconocido.