Acceso a la zona de control en la Terminal 1 del Aeropuerto de Barcelona.
(Foto: Albert Lázaro-Tinaut)
(Foto: Albert Lázaro-Tinaut)
La idea de construir un mundo sin barreras no es nueva, pero en las últimas décadas muchas personas, sobre todo aquellas que se han preocupado por la educación y la eficacia de la escuela, han hecho hincapié en este concepto utópico, movidos tal vez por la aparente desaparición de muros y fronteras interestatales, al menos en Europa.
Sin embargo, las barreras todavía existen, aunque no siempre sean tangibles: las fronteras van desapareciendo físicamente, pero en la mentalidad de los ciudadanos (y de los gobernantes, por supuesto) están muy presentes. Cuando pensamos en las barreras aparecen en nuestra mente solamente las que impiden el paso, ya sea a nosotros mismos por la valla de una obra pública, por ejemplo, ya sea a personas minusválidas (que al fin van consiguiendo que la arquitectura y el mobiliario urbano se adapten a sus necesidades), ya sea a los vecindarios separados por vías de circulación rápida o tendidos ferroviarios. Pero en el subconsciente colectivo permanecen, a pesar de todo, esas barreras invisibles e intangibles que cierran nuestro entorno, inmediato o no.
La idea de una Europa unida sigue siendo una utopía, y los hechos nos lo demuestran todos los días. Para un ciudadano del Reino de España, la República Francesa es “otro Estado”, no una parte más del territorio común europeo. En pocos estados se tiene la sensación de compartir algo con los vecinos: si acaso en Escandinavia, o en el Benelux (pese a que en Bélgica la barrera ideológica y política entre Flandes y Valonia es cada vez más sólida)… De hecho, está ocurriendo todo lo contrario: Yugoslavia se desintegró violentamente y generó siete estados independientes (Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia). Algo semejante ocurrió en la Unión Soviética tras la caída del Muro de Berlín, y de Checoslovaquia surgieron, de mutuo acuerdo y en paz, dos estados distintos.
La paradoja, pues, está servida. El transeúnte no opina sobre las ventajas y los inconvenientes de esa nueva realidad: se limita a enumerar las barreras, con todo el respeto que le merecen los pueblos separados por ellas (para muchos de los cuales –las repúblicas bálticas, por ejemplo– han sido incluso beneficiosas).
Pero he aquí que, de pronto, surge algo más bien indefinido que se denomina “terrorismo internacional”. Curiosamente, cuando una de las dos grandes potencias mundiales desaparece del mapa político y deja de serlo, se tiene la impresión de que la otra –también en crisis, pero todavía fuerte– necesite tener un enemigo poderoso para demostrar, precisamente, que es una gran potencia mundial (y para que el negocio armamentístico, entre otros, no merme, claro está).
El hecho, históricamente hablando, no tiene nada de nuevo. Desde los albores de la humanidad los enfrentamientos tribales y las guerras entre pueblos y estados vecinos se han sucedido sin cesar. Ahora, sin embargo, hablamos de un enemigo indefinido, bastante difuso pese a las apariencias (no olvidemos que la información que recibimos está casi siempre manipulada), y no de un pueblo o un Estado, y si reflexionamos podemos llegar a la conclusión de que ese enemigo tan terrible, ese lobo feroz, no puede ser más que algo concebido para mantener a raya a los auténticos enemigos de cualquier poder: los ciudadanos libres y pensantes, capaces de derribar muros altísimos si “algo” no frena sus lícitas aspiraciones: y al transeúnte –que tiene bastante arraigado el vicio de reflexionar sobre las cosas– se le ocurre que la gran solución pasa por considerar sospechoso a todo bípedo, bien o mal vestido.
Los atentados terroristas (suponiendo que realmente lo fueran) que sufrieron en su propia piel en septiembre de 2001 los hasta entonces incólumes Estados Unidos, y otros que ocurrieron más tarde en diversos países (entre ellos la atroz matanza de marzo de 2004 en las inmediaciones de la estación madrileña de Atocha) crearon un estado de alarma mundial que derivó muy pronto en unas obsesivas normas de seguridad, una enorme barrera que convertía definitivamente en sospechosos a todos los ciudadanos y que, además, daría aún más alas a la xenofobia.
El transeúnte, que se mueve con frecuencia por el espacio aéreo, podría explicar decenas de anécdotas sobre las situaciones en que se ha encontrado. Se limitará a comentar algunas porque, a su entender, denotan la actitud de las autoridades policiales de cada Estado (amparadas, claro está, por las instrucciones emanadas de sus respectivos gobiernos).
La más desagradable que recuerda desde que se establecieron esos controles ocurrió en el aeropuerto escocés de Glasgow, donde unos cartelitos bien visibles antes de entrar en la “zona de control” ya advertían que cualquier tipo de resistencia, amenaza, insulto e incluso actitud evidente de enfado podía suponer para el pasajero su detención inmediata. Tenían muy claro los agentes de la policía que los usuarios de aquel aeropuerto deberían pasar por una serie de vejaciones, y convenía que las asumieran con resignación. Casi nadie escapaba de las voces crispadas de los uniformados, de sus regañinas, de sus humillantes lecciones de “cómo debían haber ordenado sus pertenencias” en el equipaje de mano, cuyo contenido, en la mayoría de los casos, era dispersado a la vista de todos sobre grandes mesas, revisado minuciosamente y luego amontonado de cualquier manera sobre la bolsa o la maleta de cabina, para que el molesto pasajero, sin poder expresar su indignación, se tomara la molestia de volverlo a colocar todo en su lugar. Cualquier objeto “sospechoso” suponía un interrogatorio, y si el viajero no entendía la lengua del policía, sufría una vejación más. Puro autoritarismo militar en un país, el Reino Unido, que pretende distinguirse por sus buenas maneras. El transeúnte, sin zapatos (porque también había que descalzarse), sin cinturón (con el consiguiente riesgo de quedarse de pronto en calzoncillos… como le ocurrió a más de un pasajero), con sus pertenencias revueltas, consiguió a duras penas y sin ninguna ayuda llegar a las largas mesas donde la gente trataba de hacer un hueco para salir de apuros.
La revisión del contenido de
los equipajes es muy frecuente,
sobre todo, en los Estados Unidos
y el Reino Unido.
(Fuente: La Stampa, Torino, 27.10.2010 -
http://www.lastampa.it/redazione
/cmsSezioni/esteri/201010articoli/
59885girata.asp)
En cambio, recuerda su experiencia más agradable, teniendo en cuenta las circunstancias. Fue en el aeropuerto de Lisboa, donde el policía que lo atendió le pidió excusas por las molestias y, con una sonrisa afable, le ayudó incluso a ponerse la chaqueta.
En el aeropuerto romano de Fiumicino la experiencia fue hasta divertida y digna de los mejores tópicos italianos. El transeúnte hacía escala allí, viajando de Dubrovnik a Barcelona. Confiado en que no debería pasar ningún otro control (el de la policía croata había sido correcto, sin ningún incidente), compró en el Free shop del aeropuerto dálmata una barroca botella de rakija, ese característico aguardiente (de ciruelas, en su caso) que se produce en los Balcanes. Pero he aquí que en el aeropuerto romano sí que debía pasarse de nuevo el control de equipaje de mano, a pesar de estar en tránsito. El escáner, por supuesto, detectó la botella en la mochila del transeúnte y un policía joven y amable le dijo que debía entregar la botella. Tras una breve y amable discusión, y al ver de qué se trataba, el uniformado tuvo un gesto de complicidad con el transeúnte: “Ma via, salvi questa bella bottiglia!”, y le dio las pistas para hacerlo: salir de la zona de tránsito, como si terminara su viaje en Roma, ir al mostrador de la compañía con la que debía volar a Barcelona y facturar aquella mochila, “ya que nadie sabe que lleva también una maleta facturada desde Dubrovnik”, añadió, guiñándole el ojo a la “víctima”, cuando ésta le hizo saber que llevaba también una maleta en bodega. Y así lo hizo el transeúnte, sin que nada le impidiera “salvar” su rakija.
Al regreso de un reciente viaje a Irlanda, los policías del control del aeropuerto de Dublín “descubrieron” en el monitor del escáner que el transeúnte llevaba dos paraguas en su mochila, y se la hicieron abrir. Puesto que el uniformado que la inspeccionó encontró un solo paraguas, la vació del todo, sin hallar el otro supuesto artilugio, amontonó los enseres encima de la mochila y la volvió a pasar por el escáner. “All is in order, no problem!”, dijo entonces en tono conciliador; pero abrió dos veces el paraguas para asegurarse de que no ocultara ningún material mortífero (o, más bien, para atenuar su sensación de ridículo). Luego, sin embargo, colocó con cuidado los enseres en la mochila, la cerró y se despidió del sospechoso con un “Thank you very much” y media sonrisa.
Nunca ha tenido problemas el transeúnte en aeropuertos de otros países, pero siempre se ha sentido vigilado, “sospechoso”, al pasar cualquier control de seguridad.
Construir un mundo sin barreras, sentirse libre, al menos en el territorio de la llamada Unión Europea (que está lejos de ser la Europa de los ciudadanos), es hoy por hoy sólo un anhelo. El enemigo acecha, aunque sea de cartón piedra, aunque resulte increíble que ese personaje ya legendario (¿no lo será acaso en el sentido recto de la palabra?) a quien llaman Osama bin Laden no haya sido localizado y aniquilado cuando los medios de que dispone la gran potencia mundial todavía superviviente son capaces de encontrar la punta de una aguja en el gran pajar de nuestro planeta. Y nosotros, a callar y obedecer, que es una de las primeras consignas de la humanidad desde que el mundo es mundo. Somos masa, minoría silenciada, individuos indefensos, el agnus dei, infelices mortales al fin y al cabo, y parias para unos pocos con excesivo poder.
Haced clic sobre las ilustraciones para ampliarlas.
Sin embargo, las barreras todavía existen, aunque no siempre sean tangibles: las fronteras van desapareciendo físicamente, pero en la mentalidad de los ciudadanos (y de los gobernantes, por supuesto) están muy presentes. Cuando pensamos en las barreras aparecen en nuestra mente solamente las que impiden el paso, ya sea a nosotros mismos por la valla de una obra pública, por ejemplo, ya sea a personas minusválidas (que al fin van consiguiendo que la arquitectura y el mobiliario urbano se adapten a sus necesidades), ya sea a los vecindarios separados por vías de circulación rápida o tendidos ferroviarios. Pero en el subconsciente colectivo permanecen, a pesar de todo, esas barreras invisibles e intangibles que cierran nuestro entorno, inmediato o no.
Placa colocada en el puesto fronterizo
hispano-francés de la Jonquera para
conmemorar la apertura de barreras.
Los puestos de control y los edificios
de aduanas fueron cerrados y,
posteriormente, derribados.
(Foto: Albert Lázaro-Tinaut)
hispano-francés de la Jonquera para
conmemorar la apertura de barreras.
Los puestos de control y los edificios
de aduanas fueron cerrados y,
posteriormente, derribados.
(Foto: Albert Lázaro-Tinaut)
La idea de una Europa unida sigue siendo una utopía, y los hechos nos lo demuestran todos los días. Para un ciudadano del Reino de España, la República Francesa es “otro Estado”, no una parte más del territorio común europeo. En pocos estados se tiene la sensación de compartir algo con los vecinos: si acaso en Escandinavia, o en el Benelux (pese a que en Bélgica la barrera ideológica y política entre Flandes y Valonia es cada vez más sólida)… De hecho, está ocurriendo todo lo contrario: Yugoslavia se desintegró violentamente y generó siete estados independientes (Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia). Algo semejante ocurrió en la Unión Soviética tras la caída del Muro de Berlín, y de Checoslovaquia surgieron, de mutuo acuerdo y en paz, dos estados distintos.
Un policía austriaco y otro húngaro
retiran simbólicamente la barrera
fronteriza entre sus respectivos
países el 20 de diciembre de 2007,
al integrarse Hungría en la
denominada “zona Schengen”.
(Fuente: The Telegraph, 21.12.2007 -
http://www.telegraph.co.uk/news/
worldnews/1573358/Police-warning-as-
politicians-hail-open-borders.html)
retiran simbólicamente la barrera
fronteriza entre sus respectivos
países el 20 de diciembre de 2007,
al integrarse Hungría en la
denominada “zona Schengen”.
(Fuente: The Telegraph, 21.12.2007 -
http://www.telegraph.co.uk/news/
worldnews/1573358/Police-warning-as-
politicians-hail-open-borders.html)
La paradoja, pues, está servida. El transeúnte no opina sobre las ventajas y los inconvenientes de esa nueva realidad: se limita a enumerar las barreras, con todo el respeto que le merecen los pueblos separados por ellas (para muchos de los cuales –las repúblicas bálticas, por ejemplo– han sido incluso beneficiosas).
Pero he aquí que, de pronto, surge algo más bien indefinido que se denomina “terrorismo internacional”. Curiosamente, cuando una de las dos grandes potencias mundiales desaparece del mapa político y deja de serlo, se tiene la impresión de que la otra –también en crisis, pero todavía fuerte– necesite tener un enemigo poderoso para demostrar, precisamente, que es una gran potencia mundial (y para que el negocio armamentístico, entre otros, no merme, claro está).
El de Osama bin Laden es el rostro
más conocido del llamado "terrorismo
internacional" o, equívocamente, "islámico".
más conocido del llamado "terrorismo
internacional" o, equívocamente, "islámico".
El hecho, históricamente hablando, no tiene nada de nuevo. Desde los albores de la humanidad los enfrentamientos tribales y las guerras entre pueblos y estados vecinos se han sucedido sin cesar. Ahora, sin embargo, hablamos de un enemigo indefinido, bastante difuso pese a las apariencias (no olvidemos que la información que recibimos está casi siempre manipulada), y no de un pueblo o un Estado, y si reflexionamos podemos llegar a la conclusión de que ese enemigo tan terrible, ese lobo feroz, no puede ser más que algo concebido para mantener a raya a los auténticos enemigos de cualquier poder: los ciudadanos libres y pensantes, capaces de derribar muros altísimos si “algo” no frena sus lícitas aspiraciones: y al transeúnte –que tiene bastante arraigado el vicio de reflexionar sobre las cosas– se le ocurre que la gran solución pasa por considerar sospechoso a todo bípedo, bien o mal vestido.
Los atentados terroristas (suponiendo que realmente lo fueran) que sufrieron en su propia piel en septiembre de 2001 los hasta entonces incólumes Estados Unidos, y otros que ocurrieron más tarde en diversos países (entre ellos la atroz matanza de marzo de 2004 en las inmediaciones de la estación madrileña de Atocha) crearon un estado de alarma mundial que derivó muy pronto en unas obsesivas normas de seguridad, una enorme barrera que convertía definitivamente en sospechosos a todos los ciudadanos y que, además, daría aún más alas a la xenofobia.
en los transportes públicos de Londres provocaron
la muerte de 56 personas y heridas a varios centenares.
(Fuente: UnWelcome Honesty - http://unwelcomehonesty.wordpress.com/)
Los aeropuertos quizá sean el mejor ejemplo de esas “barreras”, donde los pasajeros son a menudo objeto de vejación, cuando no de “detención preventiva” o de repatriación forzosa. Los márgenes de tolerancia son escasos, pero variables según las normativas que aplica cada Estado.la muerte de 56 personas y heridas a varios centenares.
(Fuente: UnWelcome Honesty - http://unwelcomehonesty.wordpress.com/)
El transeúnte, que se mueve con frecuencia por el espacio aéreo, podría explicar decenas de anécdotas sobre las situaciones en que se ha encontrado. Se limitará a comentar algunas porque, a su entender, denotan la actitud de las autoridades policiales de cada Estado (amparadas, claro está, por las instrucciones emanadas de sus respectivos gobiernos).
La más desagradable que recuerda desde que se establecieron esos controles ocurrió en el aeropuerto escocés de Glasgow, donde unos cartelitos bien visibles antes de entrar en la “zona de control” ya advertían que cualquier tipo de resistencia, amenaza, insulto e incluso actitud evidente de enfado podía suponer para el pasajero su detención inmediata. Tenían muy claro los agentes de la policía que los usuarios de aquel aeropuerto deberían pasar por una serie de vejaciones, y convenía que las asumieran con resignación. Casi nadie escapaba de las voces crispadas de los uniformados, de sus regañinas, de sus humillantes lecciones de “cómo debían haber ordenado sus pertenencias” en el equipaje de mano, cuyo contenido, en la mayoría de los casos, era dispersado a la vista de todos sobre grandes mesas, revisado minuciosamente y luego amontonado de cualquier manera sobre la bolsa o la maleta de cabina, para que el molesto pasajero, sin poder expresar su indignación, se tomara la molestia de volverlo a colocar todo en su lugar. Cualquier objeto “sospechoso” suponía un interrogatorio, y si el viajero no entendía la lengua del policía, sufría una vejación más. Puro autoritarismo militar en un país, el Reino Unido, que pretende distinguirse por sus buenas maneras. El transeúnte, sin zapatos (porque también había que descalzarse), sin cinturón (con el consiguiente riesgo de quedarse de pronto en calzoncillos… como le ocurrió a más de un pasajero), con sus pertenencias revueltas, consiguió a duras penas y sin ninguna ayuda llegar a las largas mesas donde la gente trataba de hacer un hueco para salir de apuros.
La revisión del contenido de
los equipajes es muy frecuente,
sobre todo, en los Estados Unidos
y el Reino Unido.
(Fuente: La Stampa, Torino, 27.10.2010 -
http://www.lastampa.it/redazione
/cmsSezioni/esteri/201010articoli/
59885girata.asp)
En cambio, recuerda su experiencia más agradable, teniendo en cuenta las circunstancias. Fue en el aeropuerto de Lisboa, donde el policía que lo atendió le pidió excusas por las molestias y, con una sonrisa afable, le ayudó incluso a ponerse la chaqueta.
En el aeropuerto romano de Fiumicino la experiencia fue hasta divertida y digna de los mejores tópicos italianos. El transeúnte hacía escala allí, viajando de Dubrovnik a Barcelona. Confiado en que no debería pasar ningún otro control (el de la policía croata había sido correcto, sin ningún incidente), compró en el Free shop del aeropuerto dálmata una barroca botella de rakija, ese característico aguardiente (de ciruelas, en su caso) que se produce en los Balcanes. Pero he aquí que en el aeropuerto romano sí que debía pasarse de nuevo el control de equipaje de mano, a pesar de estar en tránsito. El escáner, por supuesto, detectó la botella en la mochila del transeúnte y un policía joven y amable le dijo que debía entregar la botella. Tras una breve y amable discusión, y al ver de qué se trataba, el uniformado tuvo un gesto de complicidad con el transeúnte: “Ma via, salvi questa bella bottiglia!”, y le dio las pistas para hacerlo: salir de la zona de tránsito, como si terminara su viaje en Roma, ir al mostrador de la compañía con la que debía volar a Barcelona y facturar aquella mochila, “ya que nadie sabe que lleva también una maleta facturada desde Dubrovnik”, añadió, guiñándole el ojo a la “víctima”, cuando ésta le hizo saber que llevaba también una maleta en bodega. Y así lo hizo el transeúnte, sin que nada le impidiera “salvar” su rakija.
El transeúnte todavía conserva,
ya vacía, la botella de rakija que
"salvó" en el aeropuerto de Fiumicino.
ya vacía, la botella de rakija que
"salvó" en el aeropuerto de Fiumicino.
Al regreso de un reciente viaje a Irlanda, los policías del control del aeropuerto de Dublín “descubrieron” en el monitor del escáner que el transeúnte llevaba dos paraguas en su mochila, y se la hicieron abrir. Puesto que el uniformado que la inspeccionó encontró un solo paraguas, la vació del todo, sin hallar el otro supuesto artilugio, amontonó los enseres encima de la mochila y la volvió a pasar por el escáner. “All is in order, no problem!”, dijo entonces en tono conciliador; pero abrió dos veces el paraguas para asegurarse de que no ocultara ningún material mortífero (o, más bien, para atenuar su sensación de ridículo). Luego, sin embargo, colocó con cuidado los enseres en la mochila, la cerró y se despidió del sospechoso con un “Thank you very much” y media sonrisa.
Nunca ha tenido problemas el transeúnte en aeropuertos de otros países, pero siempre se ha sentido vigilado, “sospechoso”, al pasar cualquier control de seguridad.
¿Podemos considerar aceptable éticamente este tipo de cacheo?
(Fuente: Taringa! - http://www.taringa.net/posts/imagenes/8610794/
Cacheos-en-el-Aeropuerto.html. Más imágenes indignantes en la misma página.)
(Fuente: Taringa! - http://www.taringa.net/posts/imagenes/8610794/
Cacheos-en-el-Aeropuerto.html. Más imágenes indignantes en la misma página.)
Construir un mundo sin barreras, sentirse libre, al menos en el territorio de la llamada Unión Europea (que está lejos de ser la Europa de los ciudadanos), es hoy por hoy sólo un anhelo. El enemigo acecha, aunque sea de cartón piedra, aunque resulte increíble que ese personaje ya legendario (¿no lo será acaso en el sentido recto de la palabra?) a quien llaman Osama bin Laden no haya sido localizado y aniquilado cuando los medios de que dispone la gran potencia mundial todavía superviviente son capaces de encontrar la punta de una aguja en el gran pajar de nuestro planeta. Y nosotros, a callar y obedecer, que es una de las primeras consignas de la humanidad desde que el mundo es mundo. Somos masa, minoría silenciada, individuos indefensos, el agnus dei, infelices mortales al fin y al cabo, y parias para unos pocos con excesivo poder.
(Fuente: © Galería de citylovesyou_ffm, 2006 /
http://www.flickr.com/photos/ffmobscure/with/218668494/)
http://www.flickr.com/photos/ffmobscure/with/218668494/)
Haced clic sobre las ilustraciones para ampliarlas.
23 comentarios:
Excelente entrada Albert. El 7 de Julio del 2005 yo trabajaba para London underground y fue testigo de gran parte de lo que sucedio ese dia. Tambien, me encontraba a solo 200mts de la bomba al bus.
Ese dia sentia bronca al principio y luego infinito repudio a este grupo de locos que no les importa otra cosa que su propio fanatismo.
Personalmente me molesta todos los sistemas de seguridad en los aeropuertos, pero simpre me pregunto si todo lo que hacen es suficiente para detener mas ataques?
Al dia siguiente de los atentados en
Londres, fui a trabajar en metro en senal de repudio a los actos de barbarie del dia anterior.
Cuando puedas pasa por ki blog que subi nuevo post esta manana !
Un abrazo desde London !
Pablo
Entiendo tus sentimientos, Tucumano, y supongo que esa barbarie deja secuelas psicológicas. Sin embargo, reflexiono y me pregunto quién ha exacerbado esos fanatismos, que nada tienen que ver con la religión y su libro, aunque nos quieran hacer creer lo contrario. Hay más de 1200 millones de musulmanes en el mundo, por lo que los que siembran el terror son una exigua minoría (manipulada, sin duda). Siempre he sospechado que detrás hay algo más, y lo insinúo sin tapujos en esta entrada.
Dudo de que las molestias y las humillaciones a las que somos sometidos los viajeros en los aeropuertos sean tan eficaces como se proclama: quien quiera hacer daño lo hará, y ya se ha demostrado que eludir esos controles, incluso en los EUA, es posible.
En fin, expongo mi punto de vista para fomentar el debate: ojalá que éste sea rico y útil.
Gracias por tu comentario y un abrazo desde Barcelona.
ADDENDA. Recién publicado este artículo, leo la siguiente noticia: "Polémica por el cacheo a una niña de seis años en un aeropuerto de EE UU. Los padres de la menor colgaron el vídeo en Youtube por considerar la inspección innecesaria para niños, según el canal estadounidense ABC News. http://cort.as/0k3e".
¿Acabarán siendo sospechosos los fetos de las mujeres embarazadas? Para algunos con tan pocas luces, no sería de extrañar.
The same tema by Roger Ebert:
http://blogs.suntimes.com/ebert/2010/11/where_i_draw_the_line.html
Albert ... como dirian aca: "couldn't agree more with you" ... este grupo de barbaros son como son porque se les alimento ese fanatismo.
Tengo varios (muchos, mejor dicho) amigos musulmanes que son excelentes personas e injusto seria poner a la comunidad musulmana toda en una misma bolsa y juzgarla por una minoria como vos decis.
Comparto tambien que por mas controles que se pongan en los aeropuertos, siempre existira ese peligro a lo que puedan hacer. No hay sistema de seguridad que sea infalible y eso es alg9o con lo que tenemos que vivir todos nosotros.
Como siempre, un placer leer tu blog y bienvenido sea siempre el debate y la expresion de opinion !
Buen Jueves !
Pablo
Very interesting your article, Roger. Thank you for the link.
Tucumano, me satisface que compartamos estas opiniones. Lamentablemente, no todo el mundo entiende que una persona, por el hecho de ser musulmana, comparta el fanatismo de estos grupos de exaltados (manipulados), y de ahí que surjan brotes de xenofobia. En este sentido, los medios de comunicación, salvo raras excepciones, también son culpables.
Hola Albert. Pues esto no sólo pasa en Europa, y he de decir, como latinoamericana, que les pasa a muchos de los que vivimos en esta parte del mundo. Nos consideran culpables hasta que se pruebe lo contrario. Es una pena que en el mundo se crea que la seguridad es controlar la entradas, sospechar de todo mundo y crear una política de miedo en la población ante posibles, no siempre probables, ataques externos. Las armas y el miedo no hacen la paz, si no el efecto contrario. Las peores fronteras están en la mente que crea las fronteras físicas que nos dividen. En un mundo globalizado los gobiernos deberían solucionar sus problemas juntos más que crear nuevos, pero ese es mi deseo idealista.
Saludos desde Cusco.
Cómo estás Albert? Me ha parecido muy interesante tu entrada. En mi país irónicamente se establecen controles férreos por una parte y por otra muchas autoridades se hacen de la vista gorda ante tráficos ilegales y sustancias peligrosas, que hacen mucho daño a inocentes.
De la forma como lo veo. Una cosa es establecer controles y otra hacer de éstos engorrosos, excesivos y hasta intolerantes para luego comprobar que los han burlado flagrantemente.
Saludos
Yllari, me alegra volver a verte por aquí.
Tienes toda la razón, la paz y la tranquilidad son bienes muy preciados para conseguir una calidad de vida decente; sin embargo, los gobernantes, sobre todo los de los "grandes" países, atentan sin reparos (y amparados por las leyes que ellos mismos dictan) contra los derechos humanos y la dignidad de los ciudadanos. Por eso mi artículo quiere ser una denuncia, otra más de las que se publican por doquier, aunque sé que no tendrá más repercusiones que los comentarios de mis lectores. Agradezco, pues, mucho el tuyo y te hago llegar un saludo cordial desde Barcelona.
Justo: en tu país y en muchos otros las autoridades no disimulan su hipocresía porque entre ellas hay muchos corruptos. Los corruptores consiguen, con dinero o regalos, lo que quieren, mientras que los sufridos ciudadanos (que, además, son los que pagan los impuestos) son maltratados y vejados.
En nuestro mundo se han perdido la vergüenza y los valores éticos, y lo que antes se hacía de forma oculta, ahora "se ve" descaradamente, pues las nuevas tecnologías permiten que todo salga a la luz. No nos merecemos a los políticos que tenemos, aunque los hayamos votado.
Gracias por tu contribución al debate y un saludo.
En mi caso estuve a punto de perder un avión por una retención forzosa debido a la aparición en la imagen del equipaje de un bulto compacto y sospechoso.
Después de veinte minutos apareció un señor con una barra detectora para determinar que no había peligro (como ya sabía). En la inspección ocular resultó que se trataba de un bizcocho de naranja, entre burlas al agente que había ocasionado la retención.
P.D.: el bizcocho estaba buenísimo.
Bueno, viajero..., no perdiste el avión y pusiste en evidencia los sistemas de control y detección de "objetos peligrosos": hubieras debido obligar al agente a comerse todo el bizcocho sin respirar y sin beber.
Es lo más tragicómico que he leído sobre los controles aeroportuarios, pero sin duda habrá muchas anécdotas que no conocemos y que habrán hecho sonrojar a más de un uniformado.
Gracias por tu comentario, que viene a enriquecer esta entrada.
Just checking back to read any postings you may have written.
I’ve been following and enjoying your blog for a while now and would like to invite you to visit and perhaps follow me back. Sorry I took so long for the invitation.
Thank your for your comment. I will be visit your blog.
Regards.
En los aeropuertos tú eres culpable o terrorista hasta que no demuestres lo contrario. La justicia al revés. Histeria colectiva.
Tienes toda la razón, Paco. Los ciudadanos de a pie somos sospechosos por el hecho de estar vivos. Como dices muy bien, la justicia al revés.
Gracias por tu comentario.
El cacheo como metodo certero de generar miedo, de sembrar sensaciones de impotencia.
El poder con sus armas para controlar más allá de la vida.
Saluds
Hay que amedrentar a la gente, El Pinto, ésa parece la nueva consigna de los amos del mundo. El ciudadano siempre tiene las de perder y muy pocas posibilidades de defenserse...
Gracias por el comentario.
Pues tras la muerte de Obama podemos prepararnos para controles más severos por si no teniamos bastante. Tienes razón que el terror nos hace a todos sospechosos.
Lukacs
Las amenazas no faltan, Lukacs, y es posible que si alguna se realiza volvamos a pagar los platos rotos los ciudadanos de a pie, es decir, los que nada tenemos que ver con los hechos. Pero también puede ocurrir lo contrario (aunque mucho lo dudo). ¡Dejemos un resquicio abierto al optimismo!
Agradezco tu comentario.
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