Imagen de la presentación de El mismo río en La Central del Raval
de Barcelona. De izquierda a derecha, Daniel Ortiz, editor de Escalera,
Albert Lázaro-Tinaut, Jaan Kaplinski y Laura Talvet.
(Foto: Joan-Francesc Ainaud)
de Barcelona. De izquierda a derecha, Daniel Ortiz, editor de Escalera,
Albert Lázaro-Tinaut, Jaan Kaplinski y Laura Talvet.
(Foto: Joan-Francesc Ainaud)
Para quienes se esmeran en la tarea de dar a conocer las literaturas periféricas del gran mosaico europeo, como es el caso del transeúnte, la aparición de cualquier libro perteneciente a alguna de ellas es motivo no sólo de satisfacción, sino también de celebración, por lo cual hay que agradecer y celebrar el esfuerzo de los editores y los traductores que lo han hecho posible.
En este caso se trata de la novela eminentemente autobiográfica del escritor estonio más reconocido internacionalmente en nuestros días, Jaan Kaplinski, titulada El mismo río (Seesama jõgi, en su versión original) [1], traducida por Laura Talvet y Francisco Javier García Hernández y publicada por Ediciones Escalera de Madrid, un pequeño gran proyecto emprendido hace algo más de tres años por una esforzada pareja canaria, Daniel Ortiz Peñate y Talía Luis Casado.
El transeúnte conoció a Jaan Kaplnski hace unos catorce años en Tartu, su ciudad natal, cuando tradujo al castellano, en colaboración con Jüri Talvet, algunos poemas suyos, que luego fueron publicados por Francisco Uriz, director entonces (1998) de la Casa del Traductor de Tarazona, en una plaquette titulada Nada más que Algo más, dentro de la colección “Papeles de Tarazona”.
Jaan Kaplinski, nacido en Tartu el 22 de enero de 1941, es hijo de un polaco de ascendencia judía, Jerzy Kaplinski (nacido en 1901), a quien no tuvo tiempo de conocer, ya que los esbirros de Stalin lo deportaron y desapareció en el archipiélago Gulag, donde probablemente murió en 1944. Era un hombre culto e inteligente que trabajó como lector de polaco en la Universidad de Tartu. La madre del escritor, Nora Raudsepp (1906-1982), natural de la ciudad meridional de Võru, pertenecía, en cambio, a una familia estonia acomodada; fue bailarina y pudo completar sus estudios en Alemania y Francia. También era traductora, vertió al estonio obras de Balzac, Chateaubriand y Anatole France y fue coautora de una versión resumida, en prosa y en francés (París, 1930), de la epopeya nacional de su país, el Kalevipoeg, de Friedrich R. Kreutzwald (1803-1882), considerado el fundador de las letras estonias.
Como narra en los primeros capítulos de El mismo río, Kaplinski vivió su juventud rodeado de mujeres y de tabúes y restricciones –esas que conocen todos los regímenes totalitarios: la imposibilidad de expresarse libremente, de acceder a determinados libros, de relacionarse con extranjeros, de conocer la verdad de la historia, de practicar sin obstáculos cualquier religión que no fuera la ideología del régimen, de dar a conocer la auténtica personalidad en el caso de los homosexuales (no es el suyo), de mantener relaciones sexuales fuera del ámbito de la pareja legalmente constituida, pues el sexo, en la URSS, sencillamente, “no existía”, y un largo etcétera–. De ahí pues, también, la obsesión que manifiesta el autor en la novela de perder la virginidad y sus intentos frustrados de lograrlo.
Pero volvamos a la biografía de Jaan Kaplinski. Estudió filología francesa en la Universidad de Tartu, la más prestigiosa del Báltico oriental y una de las más reconocidas de la Unión Soviética, y al mismo tiempo siguió estudios de lingüística estructural y aplicada, una disciplina que continúa interesándole y a la que desea prestar más atención en los próximos años, según manifiesta ahora. Hombre de amplios horizontes, quiso conocer también la mitología celta, por la que se sintió apasionado, y, sobre todo, el pensamiento oriental.
Terminados sus estudios (obtuvo su licenciatura en 1964), se acercó al mundo de la naturaleza –esa concretísima y múltiple divinidad común a todos los pueblos del norte de Europa, en la que basaron sus antiguas creencias paganas–, como investigador en el Jardín Botánico de Tallinn. Luego regresó a Tartu, donde sucedió a otro gran poeta, Ain Kaalep (Tartu, 1926), como tutor de jóvenes traductores en la Universidad.
La antigua sede del KGB en Tallinn. Una placa
junto a su puerta lo recuerda con estas palabras:
"Este edificio albergaba la sede del órgano de
represión del poder soviético. Aquí empezaba
el camino hacia el sufrimiento de miles de estonios".
Fue por aquel entonces, en 1980, cuando Jaan Kaplinski se implicó en la política clandestina como resistente cultural frente la intensa rusificación de Estonia. Estuvo entre los firmantes de la Neljakümne kiri (‘Carta de los cuarenta’), que proponía un diálogo pacífico con el régimen soviético para presentar ciertas reivindicaciones. Se convirtió así, de inmediato, en sospechoso de disidencia, por lo que el KGB (el temido comité soviético para la seguridad del Estado) lo interrogó e incluso registró su casa. Ya se había dado a conocer como poeta y polemista, por lo que aquella iniciativa, aunque también frustrada, supuso un cambio de mentalidad y de actitud para muchos intelectuales comprometidos y, desde entonces, vigilados de cerca.
Cuando Estonia proclamó de nuevo su independencia (20 de agosto de 1991), perdida en 1944 con la incorporación forzosa a la URSS, Jaan Kaplinski se mostró muy activo en la prensa y publicó numerosos artículos polemizando, sobre todo, con la derecha nacionalista y la Iglesia, y entre los años 1992 y 1995 fue, además, miembro del Riikogu (Parlamento) de la República de Estonia.
Más tarde inició una intensa etapa como periodista y conferenciante, fue profesor asociado en la Universidad de Tampere (Finlandia) y se dedicó con ahínco a escribir, aprovechando algunas becas internacionales que le permitieron distanciarse de las actividades remuneradas. En 1994 ingresó en la Académie Universelle des Cultures, fundada dos años antes por el escritor judío húngaro Elie Wiesel (galardonado con el premio Nobel de la Paz en 1986).
En la personalidad de Kaplinski sobresale su independencia intelectual, basada en un pensamiento de corte socialdemócrata y liberal, que ha defendido en todo momento con tesón. Es y ha sido siempre un hombre comprometido con los mejores valores de la sociedad, sin perder de vista el humanismo en su esencia más pura: la ancestral relación de los seres humanos con la naturaleza de la que procedemos.
Por otra parte, después de haber analizado a fondo el totalitarismo comunista, ha denunciado la insidiosa opresión de la sociedad capitalista y el modo como ésta condiciona a los individuos. De entre sus opiniones, el transeúnte entresaca una de su blog que le parece interesante por la cruel y paradójica ironía que contiene: “El comunismo y el consumismo son dos sectas seculares originadas por la cristiandad. Como la primera ya está desapareciendo de la escena mundial, la segunda goza de un éxito sin precedentes, conquista una nación y un continente tras otro y utiliza incluso la religión para sus intereses. ¿Cuál es el resultado de este proceso de globalización y concentración? Un ciudadano de la antigua Unión Soviética ya tiene nombre para el próximo mundo feliz: lo llamará Unión Soviética o Unión Soviética renacida”.
En el ámbito de la literatura, Kaplinski ha sido reconocido sobre todo como poeta, aunque también ha escrito prosa, piezas teatrales y ensayo. Él mismo reconoce la influencia en su obra de otros poetas, como Rimbaud, Eliot y Pound. No hay que olvidar, por otra parte, su importante tarea como filósofo y crítico cultural. Su labor literaria ha sido recompensada tres veces con el Premio Anual de las Letras Estonias (1996, 2000 y 2010), el prestigioso premio de poesía Juhan Liiv (1968) y el premio de la Asamblea Báltica (1997). Ha participado, además, en numerosos festivales de poesía y literatura.
No menos importante es su tarea como traductor literario. Su amplio conocimiento de idiomas le ha permitido verter al estonio obras de escritores franceses (Gide, Saint-Exupéry…), checos (Vladimir Holan), suecos (Tomas Tranströmer), y también de poetas anglófonos y autores de expresión castellana, como Octavio Paz, del que tradujo la poesía, y Carlos Fuentes, de quien ha traducido al estonio La muerte de Artemio Cruz. Curiosamente, entre sus traducciones de juventud encontramos un fragmento del Cantar de Mio Cid.
Jaan Kaplinski leyendo sus poemas
en el Annikin Runofestivaali (festival
de poesía Annikin) en Tampere
(Finlandia), en junio de 2010.
(Fuente: http://www.annikinkatu.net/
runofestivaali2011/english.htm)
Siguiendo las huellas de uno de sus maestros, Uku Masing [2] (ese “Maestro”, con mayúscula, al que nombra constantemente en El mismo río –aunque él manifiesta que no fue el único y que la novela tiene, como tal, mucho de ficción–, obra que se inicia precisamente con los funerales de Masing en abril de 1985), Kaplinski se ha opuesto enérgicamente al centralismo de la civilización occidental y ha buscado su ideario, sobre todo, en las filosofías antiguas más relacionadas con la naturaleza, como el budismo y el taoísmo. Una clara demostración de su interés por Oriente son sus traducciones del chino de la poesía de Li Po y Du Fu, y de la obra fundamental del taoísmo, el Dào Dé Jing (más conocida entre nosotros por su transcripción fonética, Tao Te Ching), de Lao Tsé, el “Viejo Maestro”.
El transeúnte tuvo el honor de presentar, el pasado 16 de marzo, junto con Laura Talvet y el propio Jaan Kaplinski –que habló en todo momento en castellano–, El mismo río en la acogedora cripta de la librería La Central del Raval de Barcelona. Es una obra en la que el autor vuelca, novelándola (es decir, mezclando su “yo” personal con el “yo” literario), su propia experiencia vital, se vacía literaria e intelectualmente plasmando, al mismo tiempo, parte de la historia de su país, sometido a las directrices de Moscú durante casi cincuenta años; de hecho es el relato personificado de la Estonia de la década de 1960, cuando la rigidez estalinista dio paso a un cierto “deshielo” y los estonios empezaron a soñar con tiempos mejores, con el retorno de los expatriados forzosos a Siberia y al Asia central, la reunificación de las familias separadas a la fuerza en medio del terror. Kaplinski, entonces veinteañero, busca un guía espiritual y consigue introducirse en el círculo íntimo del “Maestro”, quien no sólo valorará sus primeros poemas, sino que le dará los consejos básicos para lo que luego sería la filosofía vital del joven.
La obra es, al mismo tiempo, un recorrido por la cotidianidad de una Estonia que había perdido hacía años su esplendor, un recorrido a veces trágico, aunque con momentos lúdicos e incluso humorísticos, fiel reflejo, a fin de cuentas, de la personalidad del autor, un hombre cordial al que, sin embargo, le molesta que se hable en público de su biografía y, sobre todo, que se recuerde que su nombre ha empezado a aparecer en las especulativas listas de los candidatos al premio Nobel de Literatura.
El río que aparece en el título de la novela es, a diferencia del río heraclitano, del panta rhei (‘todo fluye’), una metáfora de la immobilidad de un sistema totalitario cuyos entresijos ahora se van conociendo mejor; en este sentido, el libro de Kaplinski ayuda a entender las contradicciones del sistema a partir de la experiencia vivida, del crecimiento personal e intelectual del autor, de sus preguntas esenciales para las que no siempre halla respuesta. Es un análisis “desde dentro” de lo que supuso para un pueblo de raíces culturales occidentales, de influencia esencialmente alemana, estar sometido a unas ideas y a unas costumbres que difícilmente podía entender. Es un trayecto de un invierno a otro, muy distintos entre sí pero, paradójicamente, igualmente llenos de contradicciones.
Quienes se interesen por el antiguo sistema totalitario soviético hallarán sin duda en El mismo río otro punto de vista, muy útil para comprender mejor lo que fueron aquellos largos años, aquel interminable invierno de los estonios.
[1] Jaan Kaplinski: El mismo río. Traducido por Laura Talvet y Francisco Javier García Hernández. Madrid, Ediciones Escalera, 2011. 400 páginas. ISBN: 978-937018-7-1.
[2] Uku Masing (1909-1985), teólogo, filósofo, filólogo y folklorista, fue un auténtico humanista, en el sentido más amplio de la palabra, y un divulgador de culturas que tuvo un ascendiente primordial sobre toda una generación de intelectuales estonios, entre los que se encuentra Jaan Kaplinski. Introdujo en Estonia la filosofía analítica, y como políglota excepcional –se dice que conocía 65 idiomas y era capaz de traducir de veinte de ellos– vertió al estonio innumerables obras de culturas universales, sobre todo orientales. Son notables sus traducciones del persa, el turco, el hebreo, el árabe, el amhárico, diversas lenguas de la India, etc. Tradujo, entre otros, a Rabindranath Tagore y Omar Khayyam, haikus japoneses y una versión íntegra del Nuevo Testamento. Una de sus últimas obras fue la traducción al estonio de algunas rondalles (cuentos tradicionales) catalanas a partir de los textos originales de la Rondallística de Joan Amades, que el transeúnte tuvo el honor de hacerle llegar: el librito que recoge estas traducciones, titulado Paadimehe tõed (‘Las verdades del barquero’) se publicó póstumamente, pocas semanas después de su muerte.
Haced clic sobre las imágenes para ampliarlas.
En este caso se trata de la novela eminentemente autobiográfica del escritor estonio más reconocido internacionalmente en nuestros días, Jaan Kaplinski, titulada El mismo río (Seesama jõgi, en su versión original) [1], traducida por Laura Talvet y Francisco Javier García Hernández y publicada por Ediciones Escalera de Madrid, un pequeño gran proyecto emprendido hace algo más de tres años por una esforzada pareja canaria, Daniel Ortiz Peñate y Talía Luis Casado.
El transeúnte conoció a Jaan Kaplnski hace unos catorce años en Tartu, su ciudad natal, cuando tradujo al castellano, en colaboración con Jüri Talvet, algunos poemas suyos, que luego fueron publicados por Francisco Uriz, director entonces (1998) de la Casa del Traductor de Tarazona, en una plaquette titulada Nada más que Algo más, dentro de la colección “Papeles de Tarazona”.
Jaan Kaplinski, nacido en Tartu el 22 de enero de 1941, es hijo de un polaco de ascendencia judía, Jerzy Kaplinski (nacido en 1901), a quien no tuvo tiempo de conocer, ya que los esbirros de Stalin lo deportaron y desapareció en el archipiélago Gulag, donde probablemente murió en 1944. Era un hombre culto e inteligente que trabajó como lector de polaco en la Universidad de Tartu. La madre del escritor, Nora Raudsepp (1906-1982), natural de la ciudad meridional de Võru, pertenecía, en cambio, a una familia estonia acomodada; fue bailarina y pudo completar sus estudios en Alemania y Francia. También era traductora, vertió al estonio obras de Balzac, Chateaubriand y Anatole France y fue coautora de una versión resumida, en prosa y en francés (París, 1930), de la epopeya nacional de su país, el Kalevipoeg, de Friedrich R. Kreutzwald (1803-1882), considerado el fundador de las letras estonias.
Como narra en los primeros capítulos de El mismo río, Kaplinski vivió su juventud rodeado de mujeres y de tabúes y restricciones –esas que conocen todos los regímenes totalitarios: la imposibilidad de expresarse libremente, de acceder a determinados libros, de relacionarse con extranjeros, de conocer la verdad de la historia, de practicar sin obstáculos cualquier religión que no fuera la ideología del régimen, de dar a conocer la auténtica personalidad en el caso de los homosexuales (no es el suyo), de mantener relaciones sexuales fuera del ámbito de la pareja legalmente constituida, pues el sexo, en la URSS, sencillamente, “no existía”, y un largo etcétera–. De ahí pues, también, la obsesión que manifiesta el autor en la novela de perder la virginidad y sus intentos frustrados de lograrlo.
Pero volvamos a la biografía de Jaan Kaplinski. Estudió filología francesa en la Universidad de Tartu, la más prestigiosa del Báltico oriental y una de las más reconocidas de la Unión Soviética, y al mismo tiempo siguió estudios de lingüística estructural y aplicada, una disciplina que continúa interesándole y a la que desea prestar más atención en los próximos años, según manifiesta ahora. Hombre de amplios horizontes, quiso conocer también la mitología celta, por la que se sintió apasionado, y, sobre todo, el pensamiento oriental.
Terminados sus estudios (obtuvo su licenciatura en 1964), se acercó al mundo de la naturaleza –esa concretísima y múltiple divinidad común a todos los pueblos del norte de Europa, en la que basaron sus antiguas creencias paganas–, como investigador en el Jardín Botánico de Tallinn. Luego regresó a Tartu, donde sucedió a otro gran poeta, Ain Kaalep (Tartu, 1926), como tutor de jóvenes traductores en la Universidad.
La antigua sede del KGB en Tallinn. Una placa
junto a su puerta lo recuerda con estas palabras:
"Este edificio albergaba la sede del órgano de
represión del poder soviético. Aquí empezaba
el camino hacia el sufrimiento de miles de estonios".
Fue por aquel entonces, en 1980, cuando Jaan Kaplinski se implicó en la política clandestina como resistente cultural frente la intensa rusificación de Estonia. Estuvo entre los firmantes de la Neljakümne kiri (‘Carta de los cuarenta’), que proponía un diálogo pacífico con el régimen soviético para presentar ciertas reivindicaciones. Se convirtió así, de inmediato, en sospechoso de disidencia, por lo que el KGB (el temido comité soviético para la seguridad del Estado) lo interrogó e incluso registró su casa. Ya se había dado a conocer como poeta y polemista, por lo que aquella iniciativa, aunque también frustrada, supuso un cambio de mentalidad y de actitud para muchos intelectuales comprometidos y, desde entonces, vigilados de cerca.
Cuando Estonia proclamó de nuevo su independencia (20 de agosto de 1991), perdida en 1944 con la incorporación forzosa a la URSS, Jaan Kaplinski se mostró muy activo en la prensa y publicó numerosos artículos polemizando, sobre todo, con la derecha nacionalista y la Iglesia, y entre los años 1992 y 1995 fue, además, miembro del Riikogu (Parlamento) de la República de Estonia.
Fachada del Parlamento de la República de Estonia,
ubicado en el antiguo castillo de Toompea (Tallinn).
(Foto: Albert Lázaro-Tinaut)
ubicado en el antiguo castillo de Toompea (Tallinn).
(Foto: Albert Lázaro-Tinaut)
Más tarde inició una intensa etapa como periodista y conferenciante, fue profesor asociado en la Universidad de Tampere (Finlandia) y se dedicó con ahínco a escribir, aprovechando algunas becas internacionales que le permitieron distanciarse de las actividades remuneradas. En 1994 ingresó en la Académie Universelle des Cultures, fundada dos años antes por el escritor judío húngaro Elie Wiesel (galardonado con el premio Nobel de la Paz en 1986).
En la personalidad de Kaplinski sobresale su independencia intelectual, basada en un pensamiento de corte socialdemócrata y liberal, que ha defendido en todo momento con tesón. Es y ha sido siempre un hombre comprometido con los mejores valores de la sociedad, sin perder de vista el humanismo en su esencia más pura: la ancestral relación de los seres humanos con la naturaleza de la que procedemos.
Jaan Kaplinski caricaturizado por
Aivar Juhanson como una antigua
divinidad pagana báltica.
(Fuente: Delfi pilt, http://pilt.delfi.ee/en/picture/10800589/)
Aivar Juhanson como una antigua
divinidad pagana báltica.
(Fuente: Delfi pilt, http://pilt.delfi.ee/en/picture/10800589/)
Por otra parte, después de haber analizado a fondo el totalitarismo comunista, ha denunciado la insidiosa opresión de la sociedad capitalista y el modo como ésta condiciona a los individuos. De entre sus opiniones, el transeúnte entresaca una de su blog que le parece interesante por la cruel y paradójica ironía que contiene: “El comunismo y el consumismo son dos sectas seculares originadas por la cristiandad. Como la primera ya está desapareciendo de la escena mundial, la segunda goza de un éxito sin precedentes, conquista una nación y un continente tras otro y utiliza incluso la religión para sus intereses. ¿Cuál es el resultado de este proceso de globalización y concentración? Un ciudadano de la antigua Unión Soviética ya tiene nombre para el próximo mundo feliz: lo llamará Unión Soviética o Unión Soviética renacida”.
En el ámbito de la literatura, Kaplinski ha sido reconocido sobre todo como poeta, aunque también ha escrito prosa, piezas teatrales y ensayo. Él mismo reconoce la influencia en su obra de otros poetas, como Rimbaud, Eliot y Pound. No hay que olvidar, por otra parte, su importante tarea como filósofo y crítico cultural. Su labor literaria ha sido recompensada tres veces con el Premio Anual de las Letras Estonias (1996, 2000 y 2010), el prestigioso premio de poesía Juhan Liiv (1968) y el premio de la Asamblea Báltica (1997). Ha participado, además, en numerosos festivales de poesía y literatura.
No menos importante es su tarea como traductor literario. Su amplio conocimiento de idiomas le ha permitido verter al estonio obras de escritores franceses (Gide, Saint-Exupéry…), checos (Vladimir Holan), suecos (Tomas Tranströmer), y también de poetas anglófonos y autores de expresión castellana, como Octavio Paz, del que tradujo la poesía, y Carlos Fuentes, de quien ha traducido al estonio La muerte de Artemio Cruz. Curiosamente, entre sus traducciones de juventud encontramos un fragmento del Cantar de Mio Cid.
Jaan Kaplinski leyendo sus poemas
en el Annikin Runofestivaali (festival
de poesía Annikin) en Tampere
(Finlandia), en junio de 2010.
(Fuente: http://www.annikinkatu.net/
runofestivaali2011/english.htm)
Siguiendo las huellas de uno de sus maestros, Uku Masing [2] (ese “Maestro”, con mayúscula, al que nombra constantemente en El mismo río –aunque él manifiesta que no fue el único y que la novela tiene, como tal, mucho de ficción–, obra que se inicia precisamente con los funerales de Masing en abril de 1985), Kaplinski se ha opuesto enérgicamente al centralismo de la civilización occidental y ha buscado su ideario, sobre todo, en las filosofías antiguas más relacionadas con la naturaleza, como el budismo y el taoísmo. Una clara demostración de su interés por Oriente son sus traducciones del chino de la poesía de Li Po y Du Fu, y de la obra fundamental del taoísmo, el Dào Dé Jing (más conocida entre nosotros por su transcripción fonética, Tao Te Ching), de Lao Tsé, el “Viejo Maestro”.
El transeúnte tuvo el honor de presentar, el pasado 16 de marzo, junto con Laura Talvet y el propio Jaan Kaplinski –que habló en todo momento en castellano–, El mismo río en la acogedora cripta de la librería La Central del Raval de Barcelona. Es una obra en la que el autor vuelca, novelándola (es decir, mezclando su “yo” personal con el “yo” literario), su propia experiencia vital, se vacía literaria e intelectualmente plasmando, al mismo tiempo, parte de la historia de su país, sometido a las directrices de Moscú durante casi cincuenta años; de hecho es el relato personificado de la Estonia de la década de 1960, cuando la rigidez estalinista dio paso a un cierto “deshielo” y los estonios empezaron a soñar con tiempos mejores, con el retorno de los expatriados forzosos a Siberia y al Asia central, la reunificación de las familias separadas a la fuerza en medio del terror. Kaplinski, entonces veinteañero, busca un guía espiritual y consigue introducirse en el círculo íntimo del “Maestro”, quien no sólo valorará sus primeros poemas, sino que le dará los consejos básicos para lo que luego sería la filosofía vital del joven.
La obra es, al mismo tiempo, un recorrido por la cotidianidad de una Estonia que había perdido hacía años su esplendor, un recorrido a veces trágico, aunque con momentos lúdicos e incluso humorísticos, fiel reflejo, a fin de cuentas, de la personalidad del autor, un hombre cordial al que, sin embargo, le molesta que se hable en público de su biografía y, sobre todo, que se recuerde que su nombre ha empezado a aparecer en las especulativas listas de los candidatos al premio Nobel de Literatura.
El río que aparece en el título de la novela es, a diferencia del río heraclitano, del panta rhei (‘todo fluye’), una metáfora de la immobilidad de un sistema totalitario cuyos entresijos ahora se van conociendo mejor; en este sentido, el libro de Kaplinski ayuda a entender las contradicciones del sistema a partir de la experiencia vivida, del crecimiento personal e intelectual del autor, de sus preguntas esenciales para las que no siempre halla respuesta. Es un análisis “desde dentro” de lo que supuso para un pueblo de raíces culturales occidentales, de influencia esencialmente alemana, estar sometido a unas ideas y a unas costumbres que difícilmente podía entender. Es un trayecto de un invierno a otro, muy distintos entre sí pero, paradójicamente, igualmente llenos de contradicciones.
Quienes se interesen por el antiguo sistema totalitario soviético hallarán sin duda en El mismo río otro punto de vista, muy útil para comprender mejor lo que fueron aquellos largos años, aquel interminable invierno de los estonios.
[1] Jaan Kaplinski: El mismo río. Traducido por Laura Talvet y Francisco Javier García Hernández. Madrid, Ediciones Escalera, 2011. 400 páginas. ISBN: 978-937018-7-1.
[2] Uku Masing (1909-1985), teólogo, filósofo, filólogo y folklorista, fue un auténtico humanista, en el sentido más amplio de la palabra, y un divulgador de culturas que tuvo un ascendiente primordial sobre toda una generación de intelectuales estonios, entre los que se encuentra Jaan Kaplinski. Introdujo en Estonia la filosofía analítica, y como políglota excepcional –se dice que conocía 65 idiomas y era capaz de traducir de veinte de ellos– vertió al estonio innumerables obras de culturas universales, sobre todo orientales. Son notables sus traducciones del persa, el turco, el hebreo, el árabe, el amhárico, diversas lenguas de la India, etc. Tradujo, entre otros, a Rabindranath Tagore y Omar Khayyam, haikus japoneses y una versión íntegra del Nuevo Testamento. Una de sus últimas obras fue la traducción al estonio de algunas rondalles (cuentos tradicionales) catalanas a partir de los textos originales de la Rondallística de Joan Amades, que el transeúnte tuvo el honor de hacerle llegar: el librito que recoge estas traducciones, titulado Paadimehe tõed (‘Las verdades del barquero’) se publicó póstumamente, pocas semanas después de su muerte.
Haced clic sobre las imágenes para ampliarlas.
21 comentarios:
Querido Albert:
Me ha encantado leer esta entrada por la información, la personalidad de Kaplinski, las imágenes que complementan al texto y por tu maravillosa forma de narrar. Seguramente este libro tendrá una gran acogida por los amantes de la literatura y por quienes estudian el sistema totalitario soviético. Imagino el enorme placer de haber presentado esta obra de tu amigo y gran escritor. Enhorabuena.
Recibe un muy afectuoso abrazo.
Gracias una vez más por tu comentario, querida María Eugenia. Fue sin duda un honor presentar a Kaplinski, pero también un reto, dada su personalidad. Espero que el libro se venda bien, aunque su autor sea un completo desconocido para el público hispanohablante, al contrario de lo que ocurre en otros países europeos y en los Estados Unidos, donde es sobradamente conocido.
Un abrazo cordial también para ti.
Debe ser una obra muy interesante por lo que describes. Por otra parte la vivencia es crucial. Espero contar con éste tipo de obras. Gracias por compartir. Y un gran abrazo
Gracias a ti por comentar. Sí, es un libro interesante, sobre todo para tener otro punto de vista sobre parte de la realidad del mundo soviético.
Comparto tu abrazo.
No quiero repetirme dándote las gracias por darnos a conocer a un personaje tan notable y lamentablemente desconocido para la mayoría de nosotros. Lo que sí quiero comentarte es un detalle que me impresionó: la "frialdad" con que contestó a la pregunta de si había perdonado a los soviéticos por lo que le habían hecho a su padre. Recuerda que dijo que sólo podía perdonar la persona a la que le habían hecho daño. Pensé: ¿Y a ti no te lo hicieron al impedirte conocer a tu padre? Repito, me impresionó su "distanciamiento", su "detachment", quizá porque como latina, como mediterránea, o por genética, soy más apasionada.
Ya me hablaste de Kaplinski, siguiendo tu consejo he leído poemas suyos. Me cautivaron. Nunca te agradeceré lo suficiente el haberme dado a conocer este gran poeta.
Un abrazo,
abrazos desde Buenos Aires,
Querida Carme "ratadebiblioteca". En primer lugar, te renuevo mi agradecimiento por haber acudido a la presentación. En segundo lugar, te agradezco que me recuerdes esa respuesta de Kaplinski.
Efectivamente, el concepto de odio tal como lo entendemos nosotros no está casi nunca presente en la mentalidad de los estonios, que son muy reflexivos y nunca se precipitan en sus apreciaciones (sean positivas o negativas). Son conscientes de que tanto los rusos como los habitantes de las otras repúblicas soviéticas también fueron víctimas del sistema, y por consiguiente no les culpan. A mí, que conozco bastante bien la mentalidad estonia, no me sorprendió esa respuesta.
Por otra parte, ellos suelen mirar más al presente y al futuro que al pasado, que no se puede cambiar. En ese sentido son gente muy práctica. Fíjate que le gustó mucho mi última pregunta, sobre sus proyectos para el futuro, y que se sintió muy cómodo hablando de ello. Luego, durante la cena que compartimos, hablamos largamente del tema en una charla muy interesante.
Un abrazo y hasta muy pronto.
Gracias, Anne. En efecto, es un gran poeta, y en mi opinión sus mayores méritos están en su obra poética. Le debo más traducciones (en cierto modo me comprometí con él a traducirlo al catalán, lengua por la que se mostró muy interesado, ya ves...). Pero admiro también su compromiso social, su denuncia de todo aquello que los intelectuales de otros países callan, aunque nos escandalice a todos. Gracias a personas como él, la corrupción ha desaparecido en Estonia (ocupa uno de los cinco primeros lugares entre los países menos corruptos del mundo), contrariamente a lo que ocurre en la mayoría de los países ex comunistas. Un estonio dice siempre sin rodeos lo que piensa, su lenguaje es muy directo y raramente se refugia en la hipocresía (que está muy mal vista, aunque, lamentablemente, sus gobernantes sí abusen de ella, como en todas partes). En este sentido, la obra de Kaplinski es muy sincera y transparente.
Un abrazo, Anne.
Comparto tus abrazos desde la primavera mediterránea, Común.
Muy interesante, Albert. No conocía a Kaplinski. Menuda nómina de autores nos ha dejado el Este, muchos de los cuales están siendo puestos "a la luz" desde hace poco. Estaba pensando en gente como Vasili Grossmann o Ilya Ehrenburg o Karel Capek. Tiene una pinta estupenda El mismo rio, un libro que me anotaré entre mis deudas. Además me gusta mucho estudiar el tema del totalitarismo, me parece interesanate verlo a la vista de otros sistemas que, a veces, también me parecen algo totalitarios (aunque propongan lo contrario) como es el caso de algunos liberales de la escuela austríaca (los más conocidos son Ludwig von Mises y Friedrich Hayek).
Gracias por tu blog.
Un abrazo
Javier
www.javierfarto.wordpress.com
www.bibliotecasylaberintos.com
Querido amigo muy importante la información! Salutos, Felipe
Estimado Javier: Los países del antiguo espacio comunista son un gran baúl repleto de sorpresas interesantes, aunque a nosotros, lamentablemente, nos llega bastante poco (tanto por lo que respecta a la literatura, como al cine, el teatro, las artes plásticas y visuales, etc.). En países como Francia, Alemania y los escandinavos se publica muchísimo más, y allí no se quedan con "algo" de cada autor, sino que, si tiene cierto éxito, se van publicando otras obras suyas.
Los totalitarismos vistos "desde dentro" suelen tener la ventaja de que descubren aspectos desconocidos incluso por los expertos de fuera de ellos. Esto lo hemos comprobado en España, y es muy evidente en muchos escritores que estuvieron sometidos al comunismo. Por lo menos permite situarte mejor en el tablero, aunque cada cual, como siempre ha sucedido, escribe la historia desde su propio punto de vista y, por supuesto, desde su experiencia personal.
Gracias por tu interesante comentario.
Gracias, amigo Felipe, por el interés que siempre manifiestas. Te agradezco también este comentario.
Un saludo cordial.
Es un enorme placer leer sobre personas de talento y con historias de película.
Ignoramos a tantos !!! Gracias por la oportunidad
que nos das.
Mi saludo, Liliana
Es a ti a quien debo estar agradecido por tu fidelidad e interés por lo que publico. Me satisface, como siempre, que algunas personas tengan la curiosidad de conocer otras realidades culturales más alejadas de la cotidianidad.
Un saludo cordial.
Hola Albert. Siempre nos acercas personajes interesantes por sus circunstancias personales, pero también por el tiempo y el lugar que les ha tocado vivir. De paso llamas la atención sobre hechos de anteayer (no hace tanto que los comportamientos totalitarios han desaparecido parcialmente de la Vieja Europa). Saludos.
Gracias, Viajero: encuentro tu comentario al regreso de un viaje. Agradezco tu comentario y, como siempre, la fidelidad con la que sigues esta bitácora, y me alegra saber que los personajes que presento dejan alguna huella.
Un saludo cordial.
Я получила историческое образование, и мне очень интересно читать такие материалы. Это дает широту понимания многих вопросов. Спасибо.
Thank you for your comment, Dyudmila.
I am glad that the information I publish interests you.
Best regards from Barcelona.
Muy buen análisis de Kaplinski y donde abrevó conocimiento. Buenas citas y enumeración de escritores. Con relación a la mención de Elie Wiesel, quien ganó el Nobel en 1986 por la defensa de los derechos humanos (de aquellos que sufrieron el Holocausto), cabe aclarar que no es de origen húngaro sino rumano, nació en Transilvania en Shiget, ciudad cercana a la frontera con Ucrania. En ´Trilogía de la Noche´ menciona su origen y que allí pasó su infancia.
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