Entre una legión
de grandes intérpretes del piano que se disputaron los conciertos en todo el
mundo durante el siglo XX, Clara Haskil es, seguramente, una de las menos
conocidas. Tal vez ello se deba al hecho de padecer una enfermedad limitadora
–el trastorno de Asperger, una especie de autismo que condiciona seriamente las
relaciones sociales y, por consiguiente, la vida, que le fue diagnosticado a
los quince años–, y también al de ser judía en unos momentos difíciles para esa
comunidad en gran parte de Europa.
En efecto, Clara
Haskil, miembro de una familia sefardí instalada en Bucarest, donde nació el 7
de enero de 1895, fue siempre una persona de trato difícil que se refugió en la
música y, a menudo, en la soledad. Su enfermedad fue también un obstáculo para
emprender una carrera musical prometedora, sobre todo si se añade que a los 46
años le detectaron un tumor cerebral, del que fue operada con éxito en París,
donde residía entonces, y que al cabo de poco tiempo, a causa de la ocupación
de la mitad de Francia por los nazis, tuvo que huir, primero a Marsella y luego
a Suiza, donde permaneció el resto de su vida amparada por la nacionalidad
helvética, que se le concedió en 1945.
Clara Haskil en su juventud.
(Fuente: kaenaree.com)
Gracias al apoyo
de su familia, que la envió a Viena para que estudiara en el Conservatorio de
la capital austríaca, de algunos de sus maestros y de la protección de los
escasos amigos que tenía en el mundo de la música (en particular Winnaretta Singer,
princesa de Polignac, que la trató como una madre... y quién sabe si también
como amante), superando con una gran fuerza de voluntad su tremendo miedo
escénico –una de las consecuencias de la enfermedad que padecía–, consiguió
iniciar una brillante carrera pianística. Probablemente, la introspección le
ayudó a crear un estilo propio que se manifiesta, sobre todo, en sus
particularísimas y extraordinariamente elogiadas interpretaciones de Mozart;
demostró el mismo virtuosismo con piezas de Beethoven, Schumann y Scarlatti,
entre otros grandes compositores.
Fueron célebres
también sus colaboraciones con intérpretes de prestigio, como Isaac Stern,
Pau Casals y József Szigeti, y sus actuacions como solista bajo la dirección de Leopold Stokowski,
von Karajan, Georg Solti. Rafael Kubelík, Sergiu Celibidache y muchos de los
más destacados maestros de la batuta.
Carátula de uno de los discos
de la pianista, dedicado a Mozart.
Reconocida en
algunos países y casi desconocida en otros, Clara Haskill tuvo el
infortunio de morir al caer accidentalmente en la estación de
Bruselas el 7 de diciembre de 1960. Su discografía, que fue escasa y de poca
calidad durante mucho tiempo (eran, sobre todo, grabaciones en
directo), ha sido recogida en muy buenas condiciones acústicas por
Decca en diecisiete cedés, que recogen magníficas interpretaciones no sólo de
sus compositores favoritos (los mencionados Mozart, Beethoven y Scarlatti),
sino también de Chopin, Ravel, Falla y Schubert, entre otros.
La tumba de Clara Haskil en el cementerio parisino de Montparnasse.
(Foto © Ioneleaf, 2007)
Desde 1963, cada dos años se celebra en su honor, en
Vevey (Suiza), donde había fijado su residencia, el Concurso Internacional de
Piano Clara Haskil.
Podéis escucharla a través de estos enlaces:
Interpretando a Mozart
Interpretando a Beethoven
Interpretando a Scarlatti
Albert Lázaro-Tinaut
Cartel de la XXIV edición del Concurso Internacional
de Piano Clara Haskil en Vevey, Suiza (2011).
Este articulo fue publicado originalmente en catalán por
la revista digital La Náusea (http://lanauseacatala.blogspot.com.es/2013/09/el-particular-virtuosisme-pianistic-de.html).
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