El presidente de la República de Chile, señor Sebastián Piñera, reunido
con el presidente de la Conferencia Episcopal chilena, el obispo
Alejandro Goic Karmelic, y con el cardenal Francisco Javier Erráuriz,
arzobispo de Santiago, en presencia del Ministro Secretario General
de la Presidencia de Chile, señor Cristián Larroulet.
(Foto © Presidencia de la República de Chile)
con el presidente de la Conferencia Episcopal chilena, el obispo
Alejandro Goic Karmelic, y con el cardenal Francisco Javier Erráuriz,
arzobispo de Santiago, en presencia del Ministro Secretario General
de la Presidencia de Chile, señor Cristián Larroulet.
(Foto © Presidencia de la República de Chile)
Gaspar II, que ha dejado un comentario interesante a la entrada anterior de esta bitácora, ha tenido la gentileza de enviar al transeúnte por correo electrónico el texto íntegro del documento emitido el pasado 21 de julio por el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, lo cual es muy de agradecer; documento que el transeúnte reproduce abajo.
La viñeta de Erlich que publica esta bitácora recoge el titular de la noticia publicado por el diario El País de Madrid el 22 de julio, titular que no hace en absoluto honor a lo que debería ser el buen periodismo, ya que no refleja estrictamente el contenido del documento, sino que hace hincapié solamente en la solicitud de indulto para los militares condenados por crímenes durante la dictadura pinochetista.
De un tiempo a esta parte, el transeúnte ha venido observando ciertas tendencias amarillistas en la hasta hace pocos años “prensa seria”, y opina que un titular como este tiende al amarillismo propio de un típico tabloide anglófono, sin duda con la sesgada intención de atraer lectores y vender más ejemplares, lo cual dice poco a favor de unos rotativos que, por diversas razones, han ido perdiendo la pretendida independencia deseada por quienes los fundaron. Se equivocan al tender hacia el sensacionalismo, porque lo único que consiguen es perder la fidelidad de sus lectores de toda la vida, entre los que el transeúnte se cuenta. La influencia de las empresas editoriales y los intereses de éstas pesan ahora demasiado sobre el trabajo de los redactores y, por ende, sobre el prestigio profesional de éstos como elaboradores y garantes de la información.
Aun así, al transeúnte le parece fuera de lugar que la jerarquía religiosa tenga la desfachatez de pedir el indulto para quienes secundaron a un dictador sanguinario y colaboraron a dejar un rastro de dolor en muchísimas familias chilenas, al tiempo que impedían que cicatrizara una llaga que afectaba a la credibilidad de las instituciones de un país que había tenido el honor de figurar entre los más democráticos de la América latina. Ya no se trata sólo de la jerarquía católica, pues según comenta Gaspar II al transeúnte, “al día siguiente de presentado este documento, la iglesia evangélica, la cual representa a un número no menor de chilenos que profesan alguna religión (15% aprox.), entregó una solicitud en términos muy similares a los de la iglesia católica”.
Que las iglesias velen por el respeto a sus fieles, a los humildes, a los derechos humanos…, entra (o debería entrar) sin duda en sus obligaciones. En cambio, que traten de intervenir en cuestiones propias de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial e inmiscuyan al mismísimo presidente de la República, es inaceptable, porque se arrogan el poder fáctico e influyente que siempre han pretendido tener. Y doblemente, además, por lo que respecta a la jerarquía católica, cuando es bien sabido que ésta se mantuvo a las órdenes del dictador, como la Iglesia de Roma ha hecho siempre con quienes, como ella misma, ejercen la intolerancia de los totalitarismos fascistoides: respaldó a Hitler y Mussolini, respaldó al dictador Franco y no reprobó la sangrienta y horripilante represión en Chile, ni la no menos terrible que poco después tuvo lugar en la Argentina, por citar sólo algunos casos.
Prueba de ello es que permitiera que el papa Juan Pablo II visitara Chile en abril de 1987 y respaldara públicamente la dictadura militar impuesta por Augusto Pinochet (conviene no olvidar, precisamente ahora, que aquella polémica visita papal tuvo lugar a instancias de los obispos chilenos, que en una carta dirigida al pontífice el 16 de julio de 1985 decían textualmente: "Los Obispos de Chile solicitamos por unanimidad vuestra visita pastoral a nuestra patria"). Muestra de aquella estancia de seis días de Juan Pablo II en tierras chilenas son los videos –difundidos por los servicios de propaganda del régimen pinochetista– de la recepción del pontífice en el Aeropuerto Internacional Comodoro Arturo Merino Benítez de Santiago (1 de abril de 1987, ver aquí) y de la comparecencia de ambos mandatarios en el balcón del palacio presidencial de La Moneda para saludar al público congregado frente a él (ver aquí).*
* Llama ahora mucho la atención que el cardenal Roberto Tucci, encargado durante años de la organización de los viajes del papa Juan Pablo II, afirmara en diciembre de 2009, en una entrevista publicada por el Osservatore Romano, que “Pinochet engañó al papa Wojtyła” y que el dictador “lo hizo asomar al balcón del palacio presidencial contra su voluntad”. Vale la pena leer, en este sentido, lo que publica el Diario de las Américas el 23 de diciembre del pasado año. ¡Curiosos estos mensajes vaticanos, enviados con retraso y, sobre todo, cuando conviene a los intereses de la denominada Santa Sede!
I.- UN SIGNO DE CLEMENCIA
Como ciudadanos y pastores queremos comprometernos con los esfuerzos de nuestro país por la paz: tanto por la paz que se abre espacio en nuestros corazones, como por aquella que anhelamos para las familias y todos los habitantes de nuestra Patria. Sabemos que la paz es obra de la justicia, pero estamos convencidos que también contribuyen a ella el perdón y la misericordia.
Por eso tenemos que seguir avanzando, como país, por los caminos de la justicia social, aquella que se construye sobre los derechos humanos y cuya alma es la dignidad del hombre y de la mujer, de la familia y de los niños, de los jóvenes y los ancianos. No escatimemos esfuerzos ni medios en la conquista de la seguridad y la paz ciudadanas. Apoyemos decididamente el trabajo de los tres Poderes del Estado en su lucha contra la delincuencia.
Pero para construir la paz, también debemos recurrir a la clemencia y al perdón. Por eso, en el contexto del Bicentenario, apreciando la libertad que otorga el Estado de Derecho, los pastores de la Iglesia Católica queremos ofrecer una nueva colaboración, a nuestro parecer necesaria, en el ámbito de los derechos humanos. Nos referimos a los derechos fundamentales de quienes han sido condenados, y a un indulto que nuestra sociedad puede conceder como expresión de la actitud humana y enaltecedora que construye la paz ciudadana y ayuda a la reconciliación.
Con ese objetivo, en el mes de agosto de 2009, los miembros del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, presentamos a la Excma. Señora Presidenta de la República, Dra. Michelle Bachelet, y en el mes de abril del presente año, a Su Excelencia el Presidente de Chile, don Sebastián Piñera, una reflexión titulada «Misericordia y clemencia: signos del Bicentenario. Petición de la Iglesia Católica de Chile». En ese documento expusimos los fundamentos para un posible indulto, precedidos de una introducción acerca del sentido del Bicentenario de Chile, celebrado en el hoy de nuestra historia, haciendo memoria agradecida del pasado y asumiendo compromisos que lo proyecten hacia el futuro.
Citando al Papa Juan Pablo II, señalamos que nuestro jubileo del Bicentenario quiere tener un significado positivo. «Al igual que la misericordia de Dios, siempre nueva en sus formas, abre nuevas posibilidades de crecimiento en el bien, celebrar el Jubileo significa también esforzarse en crear nuevas ocasiones de recuperación para cada situación personal y social, aunque aparentemente parezca irremediablemente comprometida» («Mensaje Jubileo en las cárceles», nº 4).
En nuestro mensaje, con el aval de tantos hombres y mujeres creyentes que acompañan a quienes han delinquido, recordábamos que el Papa nos advertía que abstenerse de acciones promocionales en favor del recluso significaría reducir la prisión a una suerte de venganza social.
II- EL HORIZONTE DE NUESTRA PETICIÓN DE INDULTO
Los creyentes en Cristo recordamos que Él ha inaugurado una historia basada no sobre la indiferencia, ni sobre la venganza, ni menos sobre la guerra, sino sobre el amor hasta el extremo del perdón. Quisiéramos que esta historia, respetando el sentido de la justicia, alcance a las personas que están encarceladas. Por ello, quisimos compartir las siguientes reflexiones para solicitar a las autoridades del país, con ocasión del Bicentenario, un indulto a personas privadas de libertad. Los recordamos brevemente:
1. El País del Bicentenario quiere ser un país desarrollado, por lo mismo, reflexionemos acerca de un sistema penal y carcelario más humano. Como la delincuencia es una preocupación constante de la ciudadanía, queremos promover aquellos valores y aquella forma de convivencia que la evitan. Entre ellos, debemos procurar la rehabilitación y reinserción social de quienes han causado quiebres y daños en la sociedad por sus crímenes y delitos. En contraste con este propósito, muchos recintos carcelarios no procuran oportunidades verdaderas y suficientes de rehabilitación a los internos, incluso las nuevas cárceles. Por el contrario, sabemos que con frecuencia los recintos penales son un hábitat más violento y deshumanizante que aquéllos que favorecieron el desarrollo de la delincuencia. Tales ambientes, tampoco propician la conversión interior ni los deseos de cambio en las personas. «La cárcel –decía Juan Pablo II– no debe ser un lugar de deseducación, de ocio y tal vez de vicio, sino de redención» («Mensaje Jubileo en las cárceles», nº 7).
2. Prestémosles atención a los internos más débiles, a los que están gravemente enfermos o son adultos mayores. Para ello valoremos en su integridad los derechos humanos, especialmente el derecho a la vida, cuya conciencia es progresiva en nuestra Patria, pero aún insuficiente. Es imprescindible defender la vida, sobre todo la vida indefensa, ante quienes la amenazan; crear condiciones favorables para que se viva y se trabaje conforme a la dignidad humana, y prestar especial atención a quienes, por estar en prisión, ven vulnerados sus derechos a una atención sanitaria apropiada o, incluso, a una muerte digna. Decíamos entonces que «la celebración del Bicentenario de la Patria puede ser un momento privilegiado para ejercer nuestra misericordia subsanando posibles distorsiones del sistema de justicia. En este contexto, comprendemos el enorme valor que tendría un gesto de clemencia hacia quienes, dentro del cumplimiento de sus penas, llevan un sufrimiento aún mayor a causa de su edad, salud y soledad».
3. Trabajemos para una promoción integral de los reclusos. En efecto, recordábamos que «si un sistema penitenciario busca sancionar un mal cometido con un castigo proporcional y, a la vez, rehabilitar al agresor para que se transforme en un bien para la sociedad, resultaría incomprensible no considerar acciones promocionales a favor del recluso. La prisión no tiene solamente un fin reivindicativo. En la legislación se contemplan rebajas de pena y estímulos para quienes, dentro de la normativa, demuestran un comportamiento apropiado y, pese a las dificultades y falta de oportunidades, cumplen con lo requerido por el sistema penal».
Por eso, en nuestra reflexión hacíamos un llamado:
a) A quienes tienen el conocimiento técnico y las facultades pertinentes, a promover integralmente la rehabilitación y reinserción de aquellos que, a pesar de sus condiciones vitales, muchas veces indignas, quieren salir del círculo de la delincuencia y la marginación del que hoy son parte.
b) A resolver definitivamente el drama de las cárceles de Chile: el estado estructural de un gran número de recintos penitenciarios, la superpoblación de los internos, las tensiones de convivencia marcadas por la agresividad y el temor, la discriminación y las luchas de poder, las dificultades y los conflictos que deben enfrentar quienes custodian a los internos, cuya magnitud la gran mayoría de los chilenos y chilenas desconocen.
c) A generar programas de acompañamiento hacia quienes salen de prisión y que muchas veces no descubren otro horizonte que la reincidencia, debido a la falta de oportunidades y al estigma que tienen que cargar.
4. Como comunidad eclesial estamos empeñados en que el Chile del Bicentenario se convierta, de verdad, en una «Mesa para todos»: mesa del pan, del trabajo, de la fraternidad, de la libertad, de la equidad, del respeto por la dignidad de cada cual. Este propósito nos obliga a fijarnos en quienes no están gozando de la mesa común, ya sea por los efectos del terremoto, por carecer de empleo, por vivir en la pobreza extrema, o bien, por ser jóvenes en situación de vulnerabilidad social. Todos tienen derecho a un puesto de honor en la mesa de todos. Entre quienes no son acogidos en la mesa de todos, están aquellos que llaman nuestra atención por estar privados de libertad.
Pedir un indulto que los beneficie, no es contrario al apoyo que damos al compromiso de las autoridades del país, que quieran velar por nuestra seguridad, luchando para que la delincuencia y el narcotráfico, con su alta cuota de violencia y muerte, no corroa el “alma de Chile”, y procurando una justicia pronta y eficiente para quienes atenten contra la integridad de otros chilenos, malogrando así los esfuerzos de lograr la paz y el espíritu fraterno que debe caracterizar a la mesa para todos.
Pero sabemos que en Chile, también con los reclusos de diversos penales, tenemos una deuda que compromete el respeto por sus derechos humanos. No podemos tener cárceles inhumanas ni seguir permitiendo el hacinamiento, con toda su secuela de males. Se trata de personas humanas como todos nosotros. Es cierto, han cometido faltas, delitos y hasta crímenes, pero no por eso podemos negarles la dignidad que Dios les confirió desde el día de su gestación. El sólo recurso al encarcelamiento sin otras medidas, como por ejemplo el trabajo remunerado para quienes caen en estas situaciones, no basta para que rediman sus vidas y puedan reincorporarse plenamente a la sociedad. En este ámbito tenemos una conversación pendiente como país.
III- EL INDULTO CON OCASIÓN DEL BICENTENARIO
Al presentar esta petición, no ha sido nuestro ánimo poner al Gobierno de Chile, ni al actual ni al anterior, en una situación de incomodidad ante la realidad de las personas recluidas y de las víctimas. El contexto de una sana laicidad reconoce las competencias propias del Estado y aquellas de las confesiones religiosas. Por esta razón, sólo presentamos algunas ideas que pueden enriquecer el espíritu y la práctica de nuestra convivencia y hacemos una petición, pero sin proponer un articulado de ley, tarea que corresponde a la autoridad política. Anhelamos que estas reflexiones sean discutidas por los ciudadanos y por nuestras instituciones, y que cada una asuma la responsabilidad que le corresponde.
En lo que se refiere a quienes están privados de libertad, dentro del respeto a la Constitución y a los Tratados Internacionales suscritos por Chile, solicitamos a las autoridades del Estado, en particular al Señor Presidente de la República y al Gobierno que preside, así como a los Honorables miembros del Parlamento, considerar y estudiar las siguientes proposiciones:
1. Que los condenados por sentencia ejecutoriada –con las restricciones que la autoridad competente considere prudente establecer como, por ejemplo, delitos de sangre–, que en los últimos años hayan tenido buena conducta en los recintos carcelarios, y no constituyen un peligro para la sociedad:
a. Puedan ver reducidas parcialmente sus penas privativas o restrictivas de libertad.
b. Además de lo señalado, que se conceda una reducción adicional a quienes tengan más de 70 años de edad.
c. Igualmente, que a las mujeres que tengan uno o más hijos menores de 18 años se les conceda también una reducción adicional.
d. Que a las personas condenadas privadas de libertad que padezcan alguna enfermedad invalidante, grave e irrecuperable, se les conmute su pena por otra, que no deba cumplir en las condiciones más aflictivas de la cárcel.
e. Que a los enfermos terminales, debidamente comprobados por la instancia competente, se les condone el saldo de las penas que les resten por cumplir.
2. Que se mejoren sustancialmente las condiciones de vida de quienes cumplen penas privativas o restrictivas de libertad, aumentando las horas de convivencia fuera de sus celdas, favoreciendo el trabajo remunerado y el acceso a la enseñanza, el deporte, la cultura, y al auxilio espiritual. A pesar de los esfuerzos realizados en diversos gobiernos anteriores, no se ha logrado satisfacer estas necesidades, requiriéndose hacia adelante decisiones urgentes que la autoridad competente debiera ir adoptando por el bien común de la sociedad. Asimismo, considerando las especialmente difíciles circunstancias del ambiente laboral en que se desempeñan, y en el contexto del conjunto de los funcionarios públicos, que se mejoren las condiciones de vida, de convivencia y de trabajo de los gendarmes y empleados por el sistema penitenciario; éstas irían en directo beneficio de la dignidad y rehabilitación de los privados de libertad.
3. Que se modifique la legislación que se refiere a las penas, en lo que atañe a los condenados de edad muy avanzada y a quienes estén gravemente aquejados de una enfermedad terminal. Proponemos que se les condone la pena o que puedan cumplir el resto de su condena junto a su familia o en instituciones asistenciales. Este cambio o condonación de la pena se concedería siempre, salvo que el organismo competente excluya este beneficio para un reo determinado por juzgarlo un peligro para la sociedad.
4. No sería completa la “mesa para todos” si no considerásemos en esta petición a quienes cumplen penas por delitos contra los derechos humanos cometidos durante el Régimen Militar. Es un tema que debemos poner sobre la “mesa de todos” para conversarlo con la seriedad que corresponde, especialmente en el Parlamento de la República. No olvidemos que no todos ellos tuvieron igual responsabilidad en los crímenes que se cometieron. A nuestro parecer no cabe ni un indulto generalizado ni un rechazo general del indulto para todo ex uniformado condenado. La reflexión debe distinguir, por ejemplo, el grado de responsabilidad que le cupo a cada uno, el grado de libertad con que actuó, los gestos de humanidad que tuvo y el arrepentimiento que ha manifestado por sus delitos.
IV- EN EL CAMINO DEL EVANGELIO: JUSTICIA Y CLEMENCIA
No somos nosotros quienes debemos dictar las leyes, pero creemos que podemos interceder para dar paso a la “justicia con clemencia” como connotados juristas lo han pedido en el pasado. Es decir, velando por el imperio de la justicia –nada más injusto que la impunidad– y salvaguardando el pleno imperio de los derechos humanos en materia de crímenes de lesa humanidad, creemos que se pueden dar pasos de clemencia.
Sabemos que estas peticiones tendrán opiniones encontradas. Las respetamos, especialmente cuando vienen de personas que sufrieron en carne propia o en sus familiares más cercanos los delitos condenados. Sólo solicitamos dar el paso de pedir justicia sin ensañarnos en el castigo, que nunca puede reparar totalmente el mal causado. Y solicitamos también, hablando al corazón de cada uno, que consideremos de qué manera quisiéramos ser tratados si estuviéramos en la situación de los condenados, y con qué espíritu fraterno podremos construir el futuro de Chile si no somos capaces de hacer gestos decisivos de reencuentro y reconciliación.
Más allá de los ordenamientos jurídicos y de sus interpretaciones, el mismo Jesús nos enseñó con su testimonio y su palabra, que la lógica del perdón es la única que restaña las heridas, devuelve la confianza e inaugura tiempos nuevos para quienes tienen la valentía de concederlo y de pedirlo. Nos conmueve el solo hecho de pensar que Jesús clavado en la cruz de la injusticia, antes de morir, pide al Padre que perdone a quienes lo han crucificado.
Ésa es la lógica y la pedagogía que anhelamos para cada uno de nosotros y la gracia que pedimos por intercesión de la Virgen del Carmen, Madre de todos los chilenos y chilenas, sin excepción alguna, pero especialmente de aquellos que por diversas causas atraviesan horas de angustia y de dolor.
EL COMITÉ PERMANENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE
- Alejandro Goic Karmelic, Obispo de Rancagua, Presidente
- Gonzalo Duarte García de Cortázar, Obispo de Valparaíso, Vicepresidente
- Francisco Javier Errázuriz Ossa, Cardenal Arzobispo de Santiago
- Ricardo Ezzati Andrello, Arzobispo de Concepción
- Santiago Silva Retamales, Obispo Auxiliar de Valparaíso, Secretario General
Santiago, 21 de Julio de 2010
La viñeta de Erlich que publica esta bitácora recoge el titular de la noticia publicado por el diario El País de Madrid el 22 de julio, titular que no hace en absoluto honor a lo que debería ser el buen periodismo, ya que no refleja estrictamente el contenido del documento, sino que hace hincapié solamente en la solicitud de indulto para los militares condenados por crímenes durante la dictadura pinochetista.
De un tiempo a esta parte, el transeúnte ha venido observando ciertas tendencias amarillistas en la hasta hace pocos años “prensa seria”, y opina que un titular como este tiende al amarillismo propio de un típico tabloide anglófono, sin duda con la sesgada intención de atraer lectores y vender más ejemplares, lo cual dice poco a favor de unos rotativos que, por diversas razones, han ido perdiendo la pretendida independencia deseada por quienes los fundaron. Se equivocan al tender hacia el sensacionalismo, porque lo único que consiguen es perder la fidelidad de sus lectores de toda la vida, entre los que el transeúnte se cuenta. La influencia de las empresas editoriales y los intereses de éstas pesan ahora demasiado sobre el trabajo de los redactores y, por ende, sobre el prestigio profesional de éstos como elaboradores y garantes de la información.
Aun así, al transeúnte le parece fuera de lugar que la jerarquía religiosa tenga la desfachatez de pedir el indulto para quienes secundaron a un dictador sanguinario y colaboraron a dejar un rastro de dolor en muchísimas familias chilenas, al tiempo que impedían que cicatrizara una llaga que afectaba a la credibilidad de las instituciones de un país que había tenido el honor de figurar entre los más democráticos de la América latina. Ya no se trata sólo de la jerarquía católica, pues según comenta Gaspar II al transeúnte, “al día siguiente de presentado este documento, la iglesia evangélica, la cual representa a un número no menor de chilenos que profesan alguna religión (15% aprox.), entregó una solicitud en términos muy similares a los de la iglesia católica”.
Que las iglesias velen por el respeto a sus fieles, a los humildes, a los derechos humanos…, entra (o debería entrar) sin duda en sus obligaciones. En cambio, que traten de intervenir en cuestiones propias de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial e inmiscuyan al mismísimo presidente de la República, es inaceptable, porque se arrogan el poder fáctico e influyente que siempre han pretendido tener. Y doblemente, además, por lo que respecta a la jerarquía católica, cuando es bien sabido que ésta se mantuvo a las órdenes del dictador, como la Iglesia de Roma ha hecho siempre con quienes, como ella misma, ejercen la intolerancia de los totalitarismos fascistoides: respaldó a Hitler y Mussolini, respaldó al dictador Franco y no reprobó la sangrienta y horripilante represión en Chile, ni la no menos terrible que poco después tuvo lugar en la Argentina, por citar sólo algunos casos.
El general Augusto Pinochet saludando al papa Juan Pablo II
a la llegada de éste a Chile en visita oficial, en 1987.
(Foto © biocrawler.com)
a la llegada de éste a Chile en visita oficial, en 1987.
(Foto © biocrawler.com)
Prueba de ello es que permitiera que el papa Juan Pablo II visitara Chile en abril de 1987 y respaldara públicamente la dictadura militar impuesta por Augusto Pinochet (conviene no olvidar, precisamente ahora, que aquella polémica visita papal tuvo lugar a instancias de los obispos chilenos, que en una carta dirigida al pontífice el 16 de julio de 1985 decían textualmente: "Los Obispos de Chile solicitamos por unanimidad vuestra visita pastoral a nuestra patria"). Muestra de aquella estancia de seis días de Juan Pablo II en tierras chilenas son los videos –difundidos por los servicios de propaganda del régimen pinochetista– de la recepción del pontífice en el Aeropuerto Internacional Comodoro Arturo Merino Benítez de Santiago (1 de abril de 1987, ver aquí) y de la comparecencia de ambos mandatarios en el balcón del palacio presidencial de La Moneda para saludar al público congregado frente a él (ver aquí).*
* Llama ahora mucho la atención que el cardenal Roberto Tucci, encargado durante años de la organización de los viajes del papa Juan Pablo II, afirmara en diciembre de 2009, en una entrevista publicada por el Osservatore Romano, que “Pinochet engañó al papa Wojtyła” y que el dictador “lo hizo asomar al balcón del palacio presidencial contra su voluntad”. Vale la pena leer, en este sentido, lo que publica el Diario de las Américas el 23 de diciembre del pasado año. ¡Curiosos estos mensajes vaticanos, enviados con retraso y, sobre todo, cuando conviene a los intereses de la denominada Santa Sede!
Chile, una mesa para todos en el Bicentenario
I.- UN SIGNO DE CLEMENCIA
Como ciudadanos y pastores queremos comprometernos con los esfuerzos de nuestro país por la paz: tanto por la paz que se abre espacio en nuestros corazones, como por aquella que anhelamos para las familias y todos los habitantes de nuestra Patria. Sabemos que la paz es obra de la justicia, pero estamos convencidos que también contribuyen a ella el perdón y la misericordia.
Por eso tenemos que seguir avanzando, como país, por los caminos de la justicia social, aquella que se construye sobre los derechos humanos y cuya alma es la dignidad del hombre y de la mujer, de la familia y de los niños, de los jóvenes y los ancianos. No escatimemos esfuerzos ni medios en la conquista de la seguridad y la paz ciudadanas. Apoyemos decididamente el trabajo de los tres Poderes del Estado en su lucha contra la delincuencia.
Pero para construir la paz, también debemos recurrir a la clemencia y al perdón. Por eso, en el contexto del Bicentenario, apreciando la libertad que otorga el Estado de Derecho, los pastores de la Iglesia Católica queremos ofrecer una nueva colaboración, a nuestro parecer necesaria, en el ámbito de los derechos humanos. Nos referimos a los derechos fundamentales de quienes han sido condenados, y a un indulto que nuestra sociedad puede conceder como expresión de la actitud humana y enaltecedora que construye la paz ciudadana y ayuda a la reconciliación.
Con ese objetivo, en el mes de agosto de 2009, los miembros del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, presentamos a la Excma. Señora Presidenta de la República, Dra. Michelle Bachelet, y en el mes de abril del presente año, a Su Excelencia el Presidente de Chile, don Sebastián Piñera, una reflexión titulada «Misericordia y clemencia: signos del Bicentenario. Petición de la Iglesia Católica de Chile». En ese documento expusimos los fundamentos para un posible indulto, precedidos de una introducción acerca del sentido del Bicentenario de Chile, celebrado en el hoy de nuestra historia, haciendo memoria agradecida del pasado y asumiendo compromisos que lo proyecten hacia el futuro.
Citando al Papa Juan Pablo II, señalamos que nuestro jubileo del Bicentenario quiere tener un significado positivo. «Al igual que la misericordia de Dios, siempre nueva en sus formas, abre nuevas posibilidades de crecimiento en el bien, celebrar el Jubileo significa también esforzarse en crear nuevas ocasiones de recuperación para cada situación personal y social, aunque aparentemente parezca irremediablemente comprometida» («Mensaje Jubileo en las cárceles», nº 4).
En nuestro mensaje, con el aval de tantos hombres y mujeres creyentes que acompañan a quienes han delinquido, recordábamos que el Papa nos advertía que abstenerse de acciones promocionales en favor del recluso significaría reducir la prisión a una suerte de venganza social.
II- EL HORIZONTE DE NUESTRA PETICIÓN DE INDULTO
Los creyentes en Cristo recordamos que Él ha inaugurado una historia basada no sobre la indiferencia, ni sobre la venganza, ni menos sobre la guerra, sino sobre el amor hasta el extremo del perdón. Quisiéramos que esta historia, respetando el sentido de la justicia, alcance a las personas que están encarceladas. Por ello, quisimos compartir las siguientes reflexiones para solicitar a las autoridades del país, con ocasión del Bicentenario, un indulto a personas privadas de libertad. Los recordamos brevemente:
1. El País del Bicentenario quiere ser un país desarrollado, por lo mismo, reflexionemos acerca de un sistema penal y carcelario más humano. Como la delincuencia es una preocupación constante de la ciudadanía, queremos promover aquellos valores y aquella forma de convivencia que la evitan. Entre ellos, debemos procurar la rehabilitación y reinserción social de quienes han causado quiebres y daños en la sociedad por sus crímenes y delitos. En contraste con este propósito, muchos recintos carcelarios no procuran oportunidades verdaderas y suficientes de rehabilitación a los internos, incluso las nuevas cárceles. Por el contrario, sabemos que con frecuencia los recintos penales son un hábitat más violento y deshumanizante que aquéllos que favorecieron el desarrollo de la delincuencia. Tales ambientes, tampoco propician la conversión interior ni los deseos de cambio en las personas. «La cárcel –decía Juan Pablo II– no debe ser un lugar de deseducación, de ocio y tal vez de vicio, sino de redención» («Mensaje Jubileo en las cárceles», nº 7).
2. Prestémosles atención a los internos más débiles, a los que están gravemente enfermos o son adultos mayores. Para ello valoremos en su integridad los derechos humanos, especialmente el derecho a la vida, cuya conciencia es progresiva en nuestra Patria, pero aún insuficiente. Es imprescindible defender la vida, sobre todo la vida indefensa, ante quienes la amenazan; crear condiciones favorables para que se viva y se trabaje conforme a la dignidad humana, y prestar especial atención a quienes, por estar en prisión, ven vulnerados sus derechos a una atención sanitaria apropiada o, incluso, a una muerte digna. Decíamos entonces que «la celebración del Bicentenario de la Patria puede ser un momento privilegiado para ejercer nuestra misericordia subsanando posibles distorsiones del sistema de justicia. En este contexto, comprendemos el enorme valor que tendría un gesto de clemencia hacia quienes, dentro del cumplimiento de sus penas, llevan un sufrimiento aún mayor a causa de su edad, salud y soledad».
3. Trabajemos para una promoción integral de los reclusos. En efecto, recordábamos que «si un sistema penitenciario busca sancionar un mal cometido con un castigo proporcional y, a la vez, rehabilitar al agresor para que se transforme en un bien para la sociedad, resultaría incomprensible no considerar acciones promocionales a favor del recluso. La prisión no tiene solamente un fin reivindicativo. En la legislación se contemplan rebajas de pena y estímulos para quienes, dentro de la normativa, demuestran un comportamiento apropiado y, pese a las dificultades y falta de oportunidades, cumplen con lo requerido por el sistema penal».
Por eso, en nuestra reflexión hacíamos un llamado:
a) A quienes tienen el conocimiento técnico y las facultades pertinentes, a promover integralmente la rehabilitación y reinserción de aquellos que, a pesar de sus condiciones vitales, muchas veces indignas, quieren salir del círculo de la delincuencia y la marginación del que hoy son parte.
b) A resolver definitivamente el drama de las cárceles de Chile: el estado estructural de un gran número de recintos penitenciarios, la superpoblación de los internos, las tensiones de convivencia marcadas por la agresividad y el temor, la discriminación y las luchas de poder, las dificultades y los conflictos que deben enfrentar quienes custodian a los internos, cuya magnitud la gran mayoría de los chilenos y chilenas desconocen.
c) A generar programas de acompañamiento hacia quienes salen de prisión y que muchas veces no descubren otro horizonte que la reincidencia, debido a la falta de oportunidades y al estigma que tienen que cargar.
4. Como comunidad eclesial estamos empeñados en que el Chile del Bicentenario se convierta, de verdad, en una «Mesa para todos»: mesa del pan, del trabajo, de la fraternidad, de la libertad, de la equidad, del respeto por la dignidad de cada cual. Este propósito nos obliga a fijarnos en quienes no están gozando de la mesa común, ya sea por los efectos del terremoto, por carecer de empleo, por vivir en la pobreza extrema, o bien, por ser jóvenes en situación de vulnerabilidad social. Todos tienen derecho a un puesto de honor en la mesa de todos. Entre quienes no son acogidos en la mesa de todos, están aquellos que llaman nuestra atención por estar privados de libertad.
Pedir un indulto que los beneficie, no es contrario al apoyo que damos al compromiso de las autoridades del país, que quieran velar por nuestra seguridad, luchando para que la delincuencia y el narcotráfico, con su alta cuota de violencia y muerte, no corroa el “alma de Chile”, y procurando una justicia pronta y eficiente para quienes atenten contra la integridad de otros chilenos, malogrando así los esfuerzos de lograr la paz y el espíritu fraterno que debe caracterizar a la mesa para todos.
Pero sabemos que en Chile, también con los reclusos de diversos penales, tenemos una deuda que compromete el respeto por sus derechos humanos. No podemos tener cárceles inhumanas ni seguir permitiendo el hacinamiento, con toda su secuela de males. Se trata de personas humanas como todos nosotros. Es cierto, han cometido faltas, delitos y hasta crímenes, pero no por eso podemos negarles la dignidad que Dios les confirió desde el día de su gestación. El sólo recurso al encarcelamiento sin otras medidas, como por ejemplo el trabajo remunerado para quienes caen en estas situaciones, no basta para que rediman sus vidas y puedan reincorporarse plenamente a la sociedad. En este ámbito tenemos una conversación pendiente como país.
III- EL INDULTO CON OCASIÓN DEL BICENTENARIO
Al presentar esta petición, no ha sido nuestro ánimo poner al Gobierno de Chile, ni al actual ni al anterior, en una situación de incomodidad ante la realidad de las personas recluidas y de las víctimas. El contexto de una sana laicidad reconoce las competencias propias del Estado y aquellas de las confesiones religiosas. Por esta razón, sólo presentamos algunas ideas que pueden enriquecer el espíritu y la práctica de nuestra convivencia y hacemos una petición, pero sin proponer un articulado de ley, tarea que corresponde a la autoridad política. Anhelamos que estas reflexiones sean discutidas por los ciudadanos y por nuestras instituciones, y que cada una asuma la responsabilidad que le corresponde.
En lo que se refiere a quienes están privados de libertad, dentro del respeto a la Constitución y a los Tratados Internacionales suscritos por Chile, solicitamos a las autoridades del Estado, en particular al Señor Presidente de la República y al Gobierno que preside, así como a los Honorables miembros del Parlamento, considerar y estudiar las siguientes proposiciones:
1. Que los condenados por sentencia ejecutoriada –con las restricciones que la autoridad competente considere prudente establecer como, por ejemplo, delitos de sangre–, que en los últimos años hayan tenido buena conducta en los recintos carcelarios, y no constituyen un peligro para la sociedad:
a. Puedan ver reducidas parcialmente sus penas privativas o restrictivas de libertad.
b. Además de lo señalado, que se conceda una reducción adicional a quienes tengan más de 70 años de edad.
c. Igualmente, que a las mujeres que tengan uno o más hijos menores de 18 años se les conceda también una reducción adicional.
d. Que a las personas condenadas privadas de libertad que padezcan alguna enfermedad invalidante, grave e irrecuperable, se les conmute su pena por otra, que no deba cumplir en las condiciones más aflictivas de la cárcel.
e. Que a los enfermos terminales, debidamente comprobados por la instancia competente, se les condone el saldo de las penas que les resten por cumplir.
2. Que se mejoren sustancialmente las condiciones de vida de quienes cumplen penas privativas o restrictivas de libertad, aumentando las horas de convivencia fuera de sus celdas, favoreciendo el trabajo remunerado y el acceso a la enseñanza, el deporte, la cultura, y al auxilio espiritual. A pesar de los esfuerzos realizados en diversos gobiernos anteriores, no se ha logrado satisfacer estas necesidades, requiriéndose hacia adelante decisiones urgentes que la autoridad competente debiera ir adoptando por el bien común de la sociedad. Asimismo, considerando las especialmente difíciles circunstancias del ambiente laboral en que se desempeñan, y en el contexto del conjunto de los funcionarios públicos, que se mejoren las condiciones de vida, de convivencia y de trabajo de los gendarmes y empleados por el sistema penitenciario; éstas irían en directo beneficio de la dignidad y rehabilitación de los privados de libertad.
3. Que se modifique la legislación que se refiere a las penas, en lo que atañe a los condenados de edad muy avanzada y a quienes estén gravemente aquejados de una enfermedad terminal. Proponemos que se les condone la pena o que puedan cumplir el resto de su condena junto a su familia o en instituciones asistenciales. Este cambio o condonación de la pena se concedería siempre, salvo que el organismo competente excluya este beneficio para un reo determinado por juzgarlo un peligro para la sociedad.
4. No sería completa la “mesa para todos” si no considerásemos en esta petición a quienes cumplen penas por delitos contra los derechos humanos cometidos durante el Régimen Militar. Es un tema que debemos poner sobre la “mesa de todos” para conversarlo con la seriedad que corresponde, especialmente en el Parlamento de la República. No olvidemos que no todos ellos tuvieron igual responsabilidad en los crímenes que se cometieron. A nuestro parecer no cabe ni un indulto generalizado ni un rechazo general del indulto para todo ex uniformado condenado. La reflexión debe distinguir, por ejemplo, el grado de responsabilidad que le cupo a cada uno, el grado de libertad con que actuó, los gestos de humanidad que tuvo y el arrepentimiento que ha manifestado por sus delitos.
IV- EN EL CAMINO DEL EVANGELIO: JUSTICIA Y CLEMENCIA
No somos nosotros quienes debemos dictar las leyes, pero creemos que podemos interceder para dar paso a la “justicia con clemencia” como connotados juristas lo han pedido en el pasado. Es decir, velando por el imperio de la justicia –nada más injusto que la impunidad– y salvaguardando el pleno imperio de los derechos humanos en materia de crímenes de lesa humanidad, creemos que se pueden dar pasos de clemencia.
Sabemos que estas peticiones tendrán opiniones encontradas. Las respetamos, especialmente cuando vienen de personas que sufrieron en carne propia o en sus familiares más cercanos los delitos condenados. Sólo solicitamos dar el paso de pedir justicia sin ensañarnos en el castigo, que nunca puede reparar totalmente el mal causado. Y solicitamos también, hablando al corazón de cada uno, que consideremos de qué manera quisiéramos ser tratados si estuviéramos en la situación de los condenados, y con qué espíritu fraterno podremos construir el futuro de Chile si no somos capaces de hacer gestos decisivos de reencuentro y reconciliación.
Más allá de los ordenamientos jurídicos y de sus interpretaciones, el mismo Jesús nos enseñó con su testimonio y su palabra, que la lógica del perdón es la única que restaña las heridas, devuelve la confianza e inaugura tiempos nuevos para quienes tienen la valentía de concederlo y de pedirlo. Nos conmueve el solo hecho de pensar que Jesús clavado en la cruz de la injusticia, antes de morir, pide al Padre que perdone a quienes lo han crucificado.
Ésa es la lógica y la pedagogía que anhelamos para cada uno de nosotros y la gracia que pedimos por intercesión de la Virgen del Carmen, Madre de todos los chilenos y chilenas, sin excepción alguna, pero especialmente de aquellos que por diversas causas atraviesan horas de angustia y de dolor.
EL COMITÉ PERMANENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE
- Alejandro Goic Karmelic, Obispo de Rancagua, Presidente
- Gonzalo Duarte García de Cortázar, Obispo de Valparaíso, Vicepresidente
- Francisco Javier Errázuriz Ossa, Cardenal Arzobispo de Santiago
- Ricardo Ezzati Andrello, Arzobispo de Concepción
- Santiago Silva Retamales, Obispo Auxiliar de Valparaíso, Secretario General
Santiago, 21 de Julio de 2010
27 comentarios:
A decir verdad,para mí no tiene sentido ese pedido, más por otro lado se ve bien, ya que demuestra la creencia de que Dios perdona a todos, hagan lo que hagan.
Muy buena crítica Albert, te pasaste, xD
un abrazo
Mathias, ése es el gran mal de la religión católica: puedes ser un asesino, un violador, un ladrón, un criminal en serie... porque luego todo te será perdonado si demuestras tu arrepentimiento. ¡Contra esas creencias me rebelo!
Te saludo y agradezco tu contribución.
Excelente nota.
Prolijamente desarrollada.
Es inadmisible que la iglesia pida clemencia para un genocida.
Imposible borrar las muertes, las torturas , los exilios , las familias destruídas.
Sería preciso tener presente a Allende quien murió con hidalguía en el Palacio de la Moneda.
Al leer tu artículo , por asociación de ideas , recordaba la última parte del libro de Neruda ; " Confieso que he vivido" quien murió pocos días después del presidente constitucional.
Decía al finalizar con un dolor inmenso ... pero apostando a la esperanza : " la primavera es inexorable."
Ahora ... me pregunto:
Se habrá equivocado el poeta ?
Los cambios necesarios para recuperar la dignidad de los hombres ...¿Serán inexorables?
Excelente post!
Estimado Albert, ya conoces mi posición respecto a esta solicitud de indulto, bueno solo quisiera agregar que hoy domingo, el Presidene de la República ha dado una respuesta negativa a ambas solicitudes de indulto, indicando que solo se estudiarán casos particulares, en los cuales de ninguna manera estarán incluidas personas que esten cumpliendo condena por asesinatos, trafico de drogas, delitos de cacrácter sexual ni violaciones a los derechos humanos.
Además agradezco la claridad con que has expuesto este tema, que como antes dije, mas que una causa de unión, solo ha traído división.
un saludo desde Chile.
Gaspar
Gracias a la respuesta de Gaspar quedamos en conocimiento que no hubo aceptación de indulto.
Enhorabuena.
Querido Albert:
Qué bueno que existen espacios inteligentes y comprometidos como éste en el que temas tan importantes son expuestos con maestría por ti y por tus seguidores, en este caso particular Gaspar II.
La separación iglesia-Estado establecida en múltiples constituciones no pasa del papel cuando constatas diariamente la impunidad y la complicidad con la que actúan jerarcas de la iglesia y políticos que dan la espalda a las demandas de justicia de los pueblos frente a atropellos y crímenes.
Te mando un fuerte abrazo.
María Eugenia
Albert,pero si eso es lo bueno de esta religión! hasta Homero Simpson lo sabía, xD.
Un Saludo.
History is very important!
Carmela: en conciencia hay que denunciar no sólo los crímenes, sino también a aquellos que, proponiéndoselo o no, hacen apología del terrorismo (de Estado, en el caso del régimen pinochetista). La Iglesia no respeta los preceptos evangélicos, es discriminatoria (las mujeres sois muy conscientes de ello) y siempre ha pretendido imponer sus ideas y criterios, a veces muy alejados de esa palabra divina que predica.
Gracias por tus dos comentarios.
Gaspar: Es una satisfacción constatar que la voz de los obispos no ha sido tenida en cuenta por el presidente de la República, que de lo contrario se hubiera hecho cómplice de los delincuentes para los que se pedía clemencia. Me parece muy positivo que, de vez en cuando, se acallen las voces de quienes tienden a involucrarse en asuntos que no son de su competencia.
Te renuevo mi agradecimiento por haberme dado la oportunidad de publicar este post.
Un abrazo cordial.
María Eugenia: Gracias por tus palabras. Somos muchos los ciudadanos que reclamamos una separación real entre el Estado y la Iglesia: en España, un Estado constitucionalmente aconfesional, continúa existiendo el concordato con el Vaticano, del que se aprovechan no sólo los obispos españoles, sino también los radicales de extrema derecha que son, de hecho, su "voz laica". Además, "gracias" a dicho concordato, la Iglesia nos cuesta mucho dinero a los contribuyentes...
Un fuerte abrazo también para ti.
Mathias: Para ellos, sin duda. Y bien que lo saben y lo utilizan a su conveniencia.
Phivos: History is important, yes, but the denonces of abuses are also very important!
Thanks for your comment.
Traseúnte: me parece razonable su interés en exponer aun más la espúrea postura de esas iglesias cristianas en Chile, que no hacen otra cosa que cubrirse las espaldas por su aprobación de los crimenes de, y durante, la dictadura.
Alli, como en todas partes( veáse el caso de Chile,o de Brasil. o d eArgentina, y ams recientmente, en de Honduras.
Hablar de hipcresía es metafóricamnte correcto, pues.
Todo tratamiento deshumanizdo de la sociedad y de sus componentes merece ser juzgado.
Palabra de una víctima y testigo de las dictaduras de las juntas militares chilena y argentinas.
Dra. Marta R. Zabaleta
Londres
Es triste, sí, que ahora la Iglesia venga pidiendo un indulto. ¿Por qué no lo pidió para los condenados a muerte por el régimen pinochetista?. Podía haber evitado muchas muertes.
Lo mismo que en ARgentina y tantos otros países. En España Pio XII sólo pidió clemencia para los últimos condenados en el Juicio de Burgos. De los anteriores, ni se enteró...
Gracias por el comentario, Marta Raquel. Es verdad que la palabra "hipocresía" podría considerarse metafórica en este contexto: quizá fuera més explícito hablar de complicidad, ¿no es cierto? No me importa emplear esta palabra para definir el papel de las iglesias.
Un saludo solidario.
Meg: le vamos dando vueltas al tema y llegamos todos a las mismas conclusiones. La Iglesia se apoyó en el poder de las dictaduras, y obtuvo prebendas de éstas. Era lo único que le interesaba. Lo triste del caso es que esas dictaduras fueron sanguinarias y quienes las ejercieron eran unos asesinos.
En la respuesta anterior hablo de complicidad.
Gracias por el comentario.
Atinadamente el gobierno chileno desestimó la propuesta eclesiástica.
Leo con sumo interés a los comentaristas que aportan sustanciosas y lúcidas reflexiones..
Meg apunta con notable referencia histórica temas trascendentales .
Estoy totalmente de acuerdo en que todo maltrato social debe ser juzgado por la ley.
Tampoco se explica por qué la iglesia no intervino cuando se cometían delitos de lesa humanidad en Argentina y.. en Chile durante los regímes dictatoriales.
A qué se debió su oprobioso silencio?
El silencio es " complicidad.
Tampoco se ocupó de pedir clemencia para los condenados por Franco en España anteriores al episodio de Burgos.
Mis respetos a Marta Raquel por haber sido víctima de las dictaduras que tanto daño causaron a los pueblos.
Gracias , Albert, por permitirnos exponer en este espacio opiniones particulares que enriquecen, permiten que salgan a la luz tantas infamias y entender la verdad de los episodios que marcaron la historia.
Abrazos.
Creo que somos legión quienes condenamos el papel de la Iglesia católica con respecto al poder de los dictadores, tanto políticos como económicos, y podemos hablar sin tapujos de complicidad. Es hora de que se superen los tabúes que han amordazado a la humanidad durante siglos ante los excesos no sólo de la jerarquía, sino también de una parte del clero (no olvidemos las torturas psicológicas y físicas, las vejaciones sexuales y las violaciones de menores en los centros religiosos: no basta pedir perdón por esos crímenes, los culpables también deben ser sometidos a los tribunales civiles y condenados a las penas que determinen los jueces. No puede ser que los superiores de esos criminales los protejan y los oculten).
Carmela, opino que una de las funciones de estos espacios de expresión todavía libres es debatir sobre cualquier tema, pero las cuestiones sociales no pueden quedar al margen del debate, por muy delicadas que puedan parecer.
Gracias por tu fidelidad y por exponer tan claramente tus puntos de vista.
Un abrazo.
Albert,he leído tu artículo, me ha parecido muy interesante y he disfrutado de la lectura.La triste verdad es que no tengo conocimientos suficientes para hacer un comentario, lo que no impide que te mande un cordial saludo desde Normandía.
Anne
Gracias, Anne, por las palabras que me has dejado. No tiene importancia que no lo comentes, me basta la satisfacción de saber que has pasado por aquí.
Gracias por la visita y el comentario. Sin duda, para Teruel es fantástico tener a estas figuras de la fotografía reunidas durante todo el mes de agosto.
Saludos surreales.
Hombre invisible: Teruel merece eso y mucho más. Ya va siendo hora de que salga de su rincón y la gente empiece a conocer tanto la ciudad como la provincia, que lo merecen.
Saludos y gracias por tu visita a esta bitácora.
La iglesia ha jugado muchas veces roles ambiguos; en Centroamérica, como el caso de Arnulfo Romero, por tomar una posición más ligada a la justicia social de los pobres (porque la palabra justicia tiene muchas interpretaciones de acuerdo al grupo social que se identifique), Romero fue asesinado en plena eucaristía. Muchas personas de la sociedad latinoamericana (que se jactan de ser muy religiosas) no elevaron sus voces de protestas y se hicieron cómplices de ese crimen. lo mismo sucedió con el asesinato de varios sacerdotes jesuitas y algunas monjas en la convulsionada Guatemala. Para mala suerte peruana, tenemos a un cardenal que es del Opus Dei, quien tuvo una oscura participación durante el régimen del corrupto Fujimori y que en una grabación hecha durante una ceremonia castrense dijo (él) a todos los presentes (curia militar pro Montesinos) que los DDHH son una "cojudez". Sólo una vez se infiltró este programa en TV de canal abierto y fue visto por millones. Ahora la oficialidad eclesiásticas y los otros niegan dicha barbaridad, la del máximo representante de la iglesia en el Perú.
En fin.
En efecto, Gerardo: la ambigüedad en el seno de la Iglesia católica es otro de los males de esa institución. La justicia social parece estar mal vista por la jerarquía, quizá porque teme que le haga competencia a la justicia divina que la Iglesia predica; y los clérigos que adoptan posturas demasiado transigentes y se acercan a los grupos sociales más desfavorecidos (a menudo sin la anuencia de los gobiernos correspondientes) también suelen ser mal vistos desde el Vaticano, que antepone las buenas relaciones con los gobernantes tiránicos a los intereses de quienes procuran hacer el bien, que apenas reciben apoyos. El caso de Arnulfo Romero suscitó una gran polémica también en España, como otros casos quizá menos conocidos.
No puedo evitar mi insistencia en la hipocresía de los jerarcas católicos y de la curia vaticana. Sin embargo, el papa acaba de tener un gesto de humanidad (¿maquillaje en horas bajas?) al acusar al presidente francés Sarkozy por la expatriación de los gitanos rumanos (algo, de vez en cuando, para que no sea dicho..., es decir, repito, maquillaje).
Como tú mismo terminas: en fin...
Gracias por tu aportación a este debate y un saludo cordial.
Usted ha hecho algunos comentarios agradables allí. Hice una búsqueda sobre el tema y que se encuentran sobre todo la gente con tu consentimiento.
J'ai l'habitude de ne pas poster dans les blogs mais votre blog m'a forcé à, un travail remarquable .. belle ...
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