Jean Ferrat en el año 2008. (Foto © abaca)Anteyer, 13 de marzo de 2010, a las 12.58 del mediodía, murió en Aubenas, cerca de la pequeña localidad de Antraigues-sur-Volane (en el departamento francés de la Ardèche), donde residía, Jean Tenenbaum, el menor de los cuatro hijos de un emigrado judío ruso. Había nacido en Vaucresson, en las proximidades de París, el 26 de diciembre de 1930. Cuando tenía once años su padre fue deportado por los ocupantes nazis e internado en el campo de concentración de Auschwitz, del que ya no salió. Él pudo salvarse gracias a la protección de un grupo de militantes comunistas.
Aquel niño, al que le costó asumir la tragedia familiar, comenzó a ganarse la vida, una vez acabada la guerra, componiendo canciones, cantándolas en modestos cabarets, haciendo teatro y tocando la guitarra en una banda de jazz, con el nombre de Jean Laroche. Aunque el éxito no le sonrió de inmediato, decidió dedicarse a la música y al espectáculo, y adoptó otro seudónimo, Frank Noël, que después cambió por el que lo llevaría a la fama: Jean Ferrat.
Ferrat fue siempre fiel a su compromiso social y político, y a pesar de que no se afilió nunca al partido comunista, hasta 1968 se mantuvo próximo a la formación de quienes le salvaron la vida. Y, poco a poco, empujado por el entusiasmo y los amigos, los “camaradas”, su nombre comenzó a sonar, sobre todo desde que, en 1956, puso música al poema
Les yeux d’Elsa, de su admirado Louis Aragon.* Esta canción fue popularizada entonces por un cantante que sumaba éxitos en los cabarets parisinos: André Claveau.
No obstante, el primer disco de Jean Ferrat (1958) pasó inadvertido. No fue hasta 1960, con
Ma Môme (
escuchadla), que se comenzó a oír su voz en las principales emisoras de radio. En 1966 ya era famoso. En 1962 escribió la canción
Deux enfants au soleil para su gran amiga Isabelle Aubret, que la interpretó con gran éxito. Diez años más tarde compuso otra de sus canciones más conocidas:
Mon vieux. Desde entonces, las ventas de sus discos se incrementaron: ya se había convertido en una figura en el mundo musical francés.
Jean Ferrat con las cantantes Isabelle Aubret y Juliette Greco (París, 1965). (Foto © AFP)Mientras tanto había escrito algunas canciones comprometidas y algo atrevidas en el panorama político de la época, como
Nuit et Brouillard (1963; escuchadla y leed la letra
aquí) y
Potemkine (1965; escuchadla
aquí), cuya difusión a través de las emisoras de radio fue prohibida por la autoridad competente francesa, y también una de las piezas que al transeúnte más le han llegado al corazón:
Camarade (
escuchadla), en la que denuncia la invasión soviética de Checoslovaquia en el verano de 1968.
En 1972 se alejó de París y se estableció en la Ardèche, decepcionado por el totalitarismo feroz puesto de manifiesto por los más altos representantes de la ideología que defendía (las atrocidades anteriores de Stalin aún no eran suficientemente conocidas o se habían silenciado en Occidente). La paz de aquellas tierras meridionales le inspiraría otra de sus canciones más bellas:
La montagne (
escuchadla).
Pero Jean Ferrat quedará seguramente como el gran cantor de la poesía de Aragon (podéis escuchar una de sus canciones,
Aimer à perdre la raison,
aquí), al cual dedicó dos recopilaciones:
Que serais-je sans toi? (1974) y
Heureux celui qui meurt d’aimer (1995). El transeúnte ha escuchado estas canciones decenas de veces, y las vuelve a escuchar con emoción mientras escribe este homenaje a un hombre que ha sido siempre consecuente consigo mismo y con sus ideas, una actitud que no debe confundirse con un compromiso absoluto con el comunismo francés, sino muy al contrario: una de sus canciones,
Bilan (1980), es precisamente una crítica nada disimulada al líder del PCF, Georges Marchais, por su vergonzoso balance “globalmente positivo” de los países sometidos, contra la voluntad de sus pueblos, a la rígida disciplina soviética. Una actitud que, por otro lado, lo alejó de una parte de la intelectualidad de izquierdas de su país que aún creía (o lo hacía ver, para seguir la “moda” de la época) en las bondades del socialismo real.
La música y la política fueron las dos grandes pasiones de Jean Ferrat. En este sentido, no hay que olvidar su compromiso con los movimientos de izquierdas, como el de antiglobalización liderado por el polémico líder campesino José Bové (1987), y su adhesión a la Coordination française pour la Décennie de la culture de non-violence et de paix, una asociación creada en noviembre del año 2000 para coordinar las actividades del Decenio internacional de promoción de una cultura de la no-violencia y de la paz en beneficio de los niños del mundo, promovida por la Unesco y que acaba, precisamente, este año, con algunas muestras de buena voluntad, pero, sobre todo, con una aberrante indiferencia por parte del denominado “primer mundo”, pese al compromiso (mejor dicho, las palabras solemnes y vacías de contenido) de la grandilocuente Alianza de Civilizaciones propuesta por el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, el 21 de septiembre de 2007 durante la 57.ª Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York. También fue muy crítico con las multinacionales de la música y la industria discográfica que, en su opinión, ponían en peligro la libertad de creación.
Canción, poesía y compromiso social son las palabras que, según el transeúnte, resumen la vida y la trayectoria personal de Jean Tenenbaum, más conocido como Jean Ferrat.
* Aragon (1897-1982) escribió este famoso poema, dedicado a su esposa, la rusa Elsa Triolet (Elsa Kagan [1896-1970], que era cuñada de Vladímir Maiakovski), en 1940.Traducción del catalán: Carlos Vitale.