16 junio 2023

Marcel Duchamp y la literatura

Hay perspectivas sobre algunas realidades que se ciñen a la evidencia más superficial, por lo que el enfoque de la personalidad y la obra del franco-canadiense Marcel Duchamp (1887-1968) que presentamos a continuación quebranta los esquemas tópicos, que lo muestran solo como artista polémico, “rompedor” entre los vanguardistas, para relacionarlo con la literatura y el pensamiento de su tiempo (o, más exactamente, con las referencias literarias –y no solo esas– que influyeron en él), lo cual nos permite una aproximación diferente e interesante a este hombre, más polifacético de lo que puedan pensar quienes no se han acercado suficientemente a su biografía, ni a la esencia de su arte conceptual, ni han ido mucho más allá de su célebre, cuestionada, provocativa y transgresora Fuente (la más famosa de sus ready-mades), de su Rueda de bicicleta o del bigote que le pintó a la Monna Lisa (ya que Duchamp fue, según Alain Badiou*, “un auténtico parteaguas, único en la historia del arte, entre modernidad y posmodernidad, entre arte moderno y el supuesto ‘arte contemporáneo’”). Poca gente se ha parado a considerar, además, su obra como filósofo, novelista, dramaturgo, ajedrecista… y matemático.

                                                                                                                                          Albert Lázaro-Tinaut                                                                                                                                    

* Alain Badiou: Algunas observaciones a propósito de Marcel Duchamp. Traducción de Pablo Posada Varela. Editorial Brumaria, Madrid, 2019.

Duchamp, por Man Ray.

Marcel Duchamp, un artista bajo el signo de la bisagra

Por Beatriz García Guirado

A Duchamp a veces se lo define como un “artista literario”, no porque hubiera leído muchos libros, sino porque gran parte de las ideas de las que partían sus obras eran como poemas sinestésicos, en donde los juegos fonéticos, las aliteraciones, los calambures y demás figuras retóricas se asociaban de formas imposibles para generar no un único significado sino infinitos, no solo a partir de la superposición de imágenes y objetos, también en sus títulos e incluso en las cajas de instrucciones que acompañan (o resignifican) sus obras. Como Arthur Rimbaud escribió en Las cartas del vidente (1871), lo que Duchamp buscaba era algo parecido a “alcanzar lo desconocido por el desarreglo de los sentidos”, o lo que es lo mismo, librar al artista de la petulancia de creerse el creador último de nada para ser el médium en un ménage à trois con la obra y el espectador. Algo que también aprendió de Mallarmé, para quien el lenguaje era “la cosa” y su contrario, y tal vez del propio Baudelaire, que veía el mundo como un texto en movimiento escrito en un idioma secreto en donde cada página era la traducción y la metamorfosis de otra, y así sucesivamente.

Básicamente, la chispa de toda la literatura posmoderna y una inagotable fuente de interpretaciones para la crítica y la academia, que sigue tejiendo hilos narrativos en torno a sus obras, algunos de ellos perversos, fascinantes y ¡noir! Ahora todos somos detectives escrutando la escena de un “crimen bisagra” que una vez (creemos haber) resuelto nos convierte a su vez en cómplices de su perpetración. Como antecedentes literarios (y a tenor de los tiempos, quizás incluso “penales”), la lectura de Duchamp de Jules LaforgueAlfred Jarry (muso ubuesco de algunos de los más notables vanguardistas, incluyendo a Picasso) y Raymond Roussel.

Pero mejor analicemos los hechos:

Desnudo bajando una escalera N. 2

En el año 1912, el rechazo de su obra Desnudo bajando una escalera N. 2 en el Salon des Indépendants de París por parte del círculo cubista, a quienes le parecía una broma de mal gusto que ¡un desnudo bajase una escalera! –un desnudo se agacha, un desnudo… en fin–, sume a Marcel en una crisis vital que lo llevaría a apartarse de cualquier rebaño por muy vanguardista que fuera, renunciar a vivir del arte y refugiarse durante dos años en la Biblioteca de Santa Genoveva, formándose y trabajando como bibliotecario “en prácticas”. Los detectives académicos suelen decir que la época comprendida entre 1913 y 1914 fueron los grandes años de lecturas de Duchamp, que aprovechó los tiempos muertos para leer filosofía y montones de libros sobre perspectiva, especialmente renacentista.

Los primeros esbozos para su Desnudo los había realizado inspirados en poemas de Jules Laforgue, especialmente “Encore à cet astre”, donde se dedica a burlarse del sol como representante, dirá Pedro Alberto Cruz Sánchez en su libro Duchamp y la literatura,(1) del desgastado “antiguo régimen” intelectual, que es la casa del Padre, de la luz, el positivismo científico y lo masculino, por contraposición a la luna –“la sombra y lo femenino”–. Todo muy oriental y jungiano… ¿no es cierto? De hecho, esta dicotomía entre lo masculino y lo femenino (solar y lunar) fue la base de esa nueva arquitectura visual que daría lugar a su revolucionario Gran Vidrio (La novia desnudada por los solteros, 1922-43), que el escritor Octavio Paz definió en Water writes always in plural como un enigma a descifrar, donde el acto de mirar se convierte en un rito de iniciación que nos enlaza con algo muy antiguo, la conexión entre las vírgenes (la novia) y la máquina (el acertijo).

Pero, además, Duchamp tomó del simbolista Laforgue, muy denostado en su época por experimentar con el verso libre y abordar con un humor muy ácido lo que para el ciudadano “de bien” eran pilares (el matrimonio, la familia, el amor romántico…), una ironía que acabaría superando. Al tiempo que se inspiró en los títulos de sus composiciones, que le hacían mucha gracia a Marcel, y el modo en que Laforgue satirizaba a los personajes literarios y de la antigüedad en sus Moralidades legendarias (1887), donde convierte por ejemplo, al príncipe Hamlet de Shakespeare en un total gilipollas. Y si eso era posible, ¿por qué no atreverse a ponerle bigote y perilla a la Monna Lisa? Su herencia está presente en obras como L.H.O.O.Q (1919), acrónimo que desglosado viene a decir: “Elle a chaud au cul” (‘Ella tiene el culo caliente’).

Curiosamente, Laforgue era de origen uruguayo, igual que el conde de Lautréamont, autor de Los cantos de Maldoror (1869) y considerado el gran profeta de los surrealistas, junto al marqués de Sade. Si bien Duchamp iría siempre por libre, algo que aprendió de leer a Max Stirner, padre del egoísmo filosófico, parte de esa obsesión con los crímenes sangrientos que ponían a prueba el doble rasero de una sociedad en donde había violencias más legítimas que otras –las muertes durante la Primera Guerra Mundial versus los asesinatos callejeros recogidos en las noticias de sucesos o faits-divers–, sí que debió influirle. No solo en el uso recurrente de maniquíes (“mujeres desmontables”), como la muñeca con delantal y un grifo adherido al muslo con la que decoró en 1945 el escaparate de Gotham Book Mart de Nueva York con motivo de la publicación de Arcane 17, de André Breton, sino también (o sobre todo), en su obra definitiva: Étant donnés (1946-66).

El escaparate de Gotham Book Mart con la muñeca de Duchamp.

Investigadores como el profesor Jean-Michel Rabaté han creído ver en la mujer desnuda de vagina deforme que sostiene una lámpara de gas en la mano tras la puerta voyeur de E. D. un guiño a uno de los crímenes no resueltos más famosos de la historia de Estados Unidos: el asesinato en 1947 de Elizabeth Short, apodada La Dalia Negra. Rabaté sostiene que Duchamp pudo haberse inspirado en las fotografías que aparecieron en la prensa sensacionalista de la época, donde el cadáver de Short yacía diseccionado y torturado en un terreno baldío de Los Ángeles, aunque su cuerpo fue convenientemente cubierto con una manta aerografiada para no escandalizar más de lo preciso. También apunta, citando a Steve Hodel(2), autor de una serie de true crimes con los que Freud se lo pasaría teta, que incluso pudo tener acceso a imágenes no censuradas del asesinato e información sobre el mismo que solo conocían unos pocos. Por supuesto, también aborda otras hipótesis… Lo increíble del caso aquí es cómo la vida (y la muerte) se pliegan sobre el arte y el arte vuelve a plegarse sobre la vida. Y, de hecho, cuando tras la muerte de Duchamp la enorme instalación en la que trabajó más de veinte años en completo secreto fue trasladada al Museo de Arte de Filadelfia, algunos de los espectadores-testigos que miraron a través del pequeño agujero en la puerta aseguraron que parecía un cadáver como los que se encuentran en las salas de disección. ¿Era la mujer de Étant donnés la misma novia desnuda (al fin) por los solteros de El Gran Vidrio celebrando el mejor orgasmo de su vida? ¿O una mujer violada y torturada? O todo. ¿Puede una obra convertirse en un catalizador de ficciones que se autorrealizan en la medida en que se escribe sobre ellas?

Étant donnés.

Mallarmé también reflexionó en su libro Divagaciones (1897) sobre los faits-divers (incendios, secuestros, asesinatos…) inventando el género del poema crítico. La sección dedicada a los mismos abría con la siguiente frase: “Nadie, finalmente, escapa del periodismo”.

Ni siquiera el ubuesco padre de la patafísica, Alfred Jarry, quien se había convertido en otra clase de profeta para la vanguardia, un chamán del absurdo, de la ciencia de las soluciones imaginarias y de las leyes que rigen las excepciones, pudo escapar de “cierto” periodismo. Aunque a menudo suele citarse Le Surmâle (‘El supermacho’, 1902) y Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico (1911) como las grandes influencias de Duchamp en lo relativo a su humorismo científico y sus juegos de palabras, la extrema libertad del universo duchampiano nos permite, en tanto que detectives, otras asociaciones menos evidentes. Como la que vincula arte, crimen y la llamada “cuarta dimensión” que tanto fascinó a Duchamp: en donde un mundo de tres dimensiones sería la proyección de una realidad cuatridimensional. Es decir, un mundo aparente, un simulacro.

En un artículo titulado “La Chandelle verte and the fait divers” publicado en la revista L’esprit créateur, David F. Bell aborda un aspecto poco conocido de la obra de Jarry como cronista de la vida y la cultura parisina, incluyendo de forma aleatoria sus manifestaciones más extremas (operaciones quirúrgicas, lucha libre, fetichismo ortopédico…), consideradas todas ellas como gestes (gestos o gestas) del espíritu humano. Lo que le llevó a meditar sobre la naturaleza paradójica del concepto de “fait-divers”, noticias que se parecen la una a la otra y que aportan una falsa sensación de comunidad en el lector (este podría ser yo) que lo aíslan aún más. A fin de cuentas, concluye Jarry, ¿no es la noticia una novela, o al menos un relato corto, salido de la brillante imaginación de un reportero? O lo que es lo mismo, una realidad construida.

Las “máquinas eróticas” de Duchamp no hacen más que evidenciar y democratizar el proceso de construcción de la realidad haciendo que nos miremos en un prisma especular: el autor, el personaje, el medio, el receptor e incluso la víctima cuyo cadáver atiborrado de narrativa debe aparecer para que la historia proyecte una ilusión de avance (avenç en catalán, parónima de abans, ‘antes’ –que es lo más que puedo aportar como turista de la obra de Raymond Roussel).

Ahora que las IA pueden hacer todo lo que nosotros hacíamos más o menos de forma maquinal, incluso escribir como Raymond Carver, escribir para el “mercado”, remendar ficciones que funcionen, que sean más de lo mismo con una ligera variación, lo duchampiano, entendido como errático, “inútil” desde la óptica de los resultados, una deriva constante, es lo único que va a hacer que sigamos siendo máquinas diferentes a las máquinas. Quizás la gran aportación de Duchamp al mundo de la literatura y la creación sea recordarnos que mirar es mirarnos y que absolutamente todo hace bisagra con todo. Esa es la “cosa”, que diría David Lynch.

Epitafio en la tumba de Duchamp:
"Además, siempre son los otros quienes mueren".

(1) Pedro Alberto Cruz Sánchez: Duchamp y la literatura. Editorial Micromegas, Murcia, 2018.
(2) El escritor e investigador policial, Steve Hodel es hijo del médico George Hodel, sospechoso de la muerte de Elizabeth Short. Se dio a conocer y alcanzó notoriedad con su primer libro, Black Dahlia Avenger: A Genius for Murder, publicado en 2003 y ampliado en sucesivas ediciones.


Foto © Diana Rangel.

Beatriz García Guirado, nacida en Barcelona, es escritora, periodista y guionista. Ha publicado las novelas El silencio de las sirenas (Editorial Salto de Página, Madrid, 2016), La Tierra Hueca (Aristas Martínez Ediciones, Madrid, 2019) y Los pies fríos (Editorial Sloper, Palma de Mallorca, 2022), y coescrito junto a Andreu Navarra el ensayo especulativo Ballard Reloaded (H&O Editores, Barcelona, 2023). También ha participado en el ensayo colectivo Oculto David Lynch (Dilatando Mentes Editorial, Ondara, 2022) y en la antología de relatos El gran libro de Satán (Blackie Books Editorial, Barcelona, 2022).




El transeúnte agradece a Beatriz García su amable autorización para reproducir este artículo, que se publicó originalmente en Zenda el 30 de mayo de 2023.

06 marzo 2022

El matriarcado entre los bijagós de Guinea-Bissau

Grupo de mujeres bijagós de la aldea de Eticoga, Orango Grande.
(Foto © Anna Bové, 2021.)

En Orango Grande, una de las 88 islas que forman el archipiélago atlántico de las Bijagós, a unos 60 kilómetros de la costa de Guinea-Bissau, “las mujeres son esenciales en la base socioreligiosa de la comunidad. Además de encargarse del cuidado de la familia y de la agricultura de subsistencia –los hombres son los responsables del cultivo del arroz y el anacardo–, ellas son la conexión principal con
el mundo espiritual a través de las
okinkas o baloberas, las sacerdotisas bijagós. Si bien es cierto que no
se cumple la idea occidental del matriarcado, la mujer ostenta un lugar preponderante en la sociedad bijagós, de ascendencia matrilineal. Aunque luego ellas no suelen poseer las tierras ni los bienes materiales, sí son quienes heredan”, explica la periodista y viajera Paka Díaz [1].

El texto que sigue pertenece al libro Geheimnisvolle Inseln Tropenafrikas. Das Reich der Bidyogo auf den Bissagos Inseln (1933), del antropólogo y fotógrafo austriaco Hugo Adolf Bernatzik (Viena, 1897-1953) y está tomado de la versión española del mismo, En el reino de los Bidyogo. [2] Y aunque, sin duda, en los noventa años transcurridos desde la publicación del libro la sociedad de la isla ha evolucionado, las tradiciones más arraigadas se conservan: “Las mujeres desde siempre transmiten la educación a las hijas y los hijos, ahora trajinan en el campo, en la recolecta de cacahuetes, en la casa organizando la actividad de la familia y el bienestar, en mariscar ostras y berberechos, en la artesanía de las esteras y los muebles. Su voz es admirada. Los hombres pescan y elaboran el aceite de palma, el barbecho de las tierras y los trabajos que surgen en el campo, en las islas o en la capital Bissau. Ellos quieren tener más protagonismo y así lo han manifestado…”, afirma por su parte la antropóloga Anna Bové [3], que había visitado la isla dieciséis años antes.

Albert Lázaro-Tinaut

Mujeres de Orango trabajando en la confección de esteras.
(Foto © Anna Bové, 2021.)

La expresión “sexo débil” no cuadra en absoluto a los moradores femeninos de Orango. Pronto supe que aquí domina en gran manera el matriarcado. Aquí es la muchacha la que elige al hombre; no hay en Orango doncellas condenadas a la soltería, si el hombre no las encuentra a su gusto. Al contrario, no bien la muchacha ha entrado en la pubertad y ha sido recibida en la tribu (ceremonia que se celebra cada diez años), es decir, apenas ha llegado a la mayor edad, coloca un plato grande de arroz sin condimentar delante de la casa de su elegido. Si el mozo está dispuesto a aceptar el ofrecimiento así formulado de la muchacha, lo manifiesta de la manera más sencilla: se come el arroz y pasa una noche de prueba, según expresión de mi informador, “en camaradería” con la chica. Si a esta le sigue agradando el “compañero”, repite la ceremonia del plato de arroz. Al aceptar el mozo de nuevo, este se va a vivir con la muchacha a la choza que esta levantara con el máximo esmero, y la pareja queda casada… hasta que la esposa, un buen día, saca a la puerta de la choza cuanto pertenece al marido, indicándole con ello que no sigue dispuesta a tolerar por más tiempo el yugo de la comunidad matrimonial.

Pero si en todo momento puede la mujer separarse de su marido a su antojo, los hombres no disfrutan, en absoluto, de semejante derecho. Y ¡ay del hombre que se atreve a rechazar los requerimientos de una muchacha enamorada! Entonces todo el sexo femenino de la isla se solidariza con la ofendida. Una primera negativa es tolerada, aunque a regañadientes; pero si el hombre rechaza por segunda vez el ofrecimiento, no le queda otro recurso que emigrar, si es que alguna vez piensa en casarse, pues en Orango Grande no encontrará ya ninguna muchacha que le considere digno de sus miradas.

Una choza característica de Orango Grande.
(Foto © H. A. Bernatzik.)

Hasta la ceremonia de la pubertad, las muchachas deben abstenerse de todo comercio sexual. No faltan a este precepto, porque están persuadidas de que morirían si lo transgrediesen. En cambio, una vez casadas, no están sujetas lo más mínimo a la fidelidad conyugal. Ningún hombre se atrevería a reprochar a su esposa el que prefiriese pasar la noche con un amigo, pues a la mañana se encontraría con los objetos de su pertenencia ante la puerta de la choza. Y la misma suerte le aguardaría infaliblemente si la indignada esposa le descubriera un adulterio, puesto que el hombre sí está obligado a la fidelidad conyugal.

Estos derechos de las mujeres contribuyen en gran manera al desenvolvimiento de su personalidad, a la par que los hombres, en lo que yo he podido observar cuando menos, manifiestan ante el sexo contrario una timidez verdaderamente pueril. Contrariamente a la mujer, el hombre no tiene derecho en caso alguno a pedir la separación, y únicamente puede volver a casarse cuando su mujer le ha puesto los objetos que le pertenecen ante la puerta de la choza. Ahora bien, en caso de separación, los hijos pertenecen al marido, según me aseguran tres distintos informantes. Los matrimonios ente consanguíneos, incluso entre primos, están prohibidos; solo para el Rey existe una excepción a esta ley.

En la mayoría de las tribus indígenas, pudimos observar que las muchachas y las mujeres jóvenes fueron mantenidas ocultas hasta que los hombres se hubieron cerciorado del carácter pacífico de nuestra expedición. De la ausencia del elemento femenino de una población cabía deducir, incluso con cierta seguridad, las intenciones hostiles de los naturales. Por eso había yo esperado que la presencia de mi esposa en nuestro campamento desvanecería rápidamente aquella desconfianza. Había contado con que los indígenas deducirían de la presencia de una mujer blanca nuestras intenciones pacíficas, y hasta entonces no me había equivocado.

Un grupo de hombres de la isla de Orango Grande.
(Foto © Anna Bové.)

No obstante, en Orango las cosas se presentaban de distinto modo: aquí eran las mujeres los elementos emprendedores de la población. Establecían trato con nosotros ofreciéndonos en venta fruslerías; se peleaban con nuestros mozos y pronto nos visitaron colectivamente en el campamento, considerándonos con curiosidad y regocijo a nosotros, los hombres que pertenecíamos a un mundo extraño para ellas, e informándose de lo que hacíamos y dejábamos de hacer. Con gran pesar mío, empero, muy raramente logré que una u otra se aviniese a hablarme y contestar a mis preguntas.

Aun cuando muy pronto pudimos comprobar que en Etikoka [4] había más hombres de lo que nos pareció cuando llegamos, estos manteníanse alejados y evitaban adrede entrar en contacto con nosotros. Si invitaba a alguno de ellos a sentarse junto a nosotros y contarnos algo de su vida, indefectiblemente tenía algo urgente que hacer y desaparecía con la promesa de volver enseguida, aun cuando ni remotamente abrigaba la intención de cumplirla. Si había tenido la buena fortuna de entablar conversación con un indígena, y por uno u otro motivo había yo de interrumpirla un instante, el indígena desaparecía por regla general. Para encontrarlo de nuevo y renovar la conversación, no valían buenas palabras, ni tabaco, ni dinero.

Pero si yo no apartaba la vista del indígena, de modo que no pudiera escabullirse, casi siempre se negaba a responderme, y hacía de tal modo, que yo me sentía impotente para hacerle hablar. Nunca mentían. En cuanto a los adolescentes, me explicaban con toda ingenuidad que eran todavía demasiado jóvenes para poder responder a mis preguntas, y que ya lo aprendería todo en la escuela de la selva. Los viejos, a su vez, se excusaban con sus hermanos de tribu, sosteniendo que tenían el deber de callarse.

Era más que evidente que, en tales circunstancias, resultaba muy difícil para el profesor Struck hacer mediciones y estudios antropológicos. Con frecuencia, incluso los mismos indígenas con quienes habíamos logrado crear un ambiente de confianza, se negaban a someterse a las prácticas antropométricas, temerosos de ser víctimas de un hechizo.

No salía yo mejor parado con mis fotografías. Apenas las mujeres se daban cuenta de que las observaba, o que llevaba conmigo la temida cajita mágica, ponían pies en polvorosa o se escondían detrás de sus grandes canastos. De todos modos ya sabía yo arreglármelas; procuraba, al efecto, que Takr trabase un interesante diálogo con los indígenas que me proponía fotografiar, mientras yo, con mi teleobjetivo, los fotografiaba sin que tuviesen la más remota sospecha de que eran el blanco de mi aparato.

Mujeres bijagós ocultándose del fotógrafo tras sus canastos.
(Foto © H. A. Bernatzik.)

Notas

[1] Paka Díaz: “Orango, el espejismo de matriarcado que protege la naturaleza de Guinea-Bisáu”, en
El Español, Madrid, 17 de diciembre de 2021.

[2] Hugo Adolf Bernatzik: En el reino de los Bidyogo. Traducción de Francisco Payarols. Revisión por Augusto Panyella, director del Museo Etnográfico de Barcelona. Editorial Labor, Barcelona, 1959.

[3] Anna Bové: “Mis días en la isla de Orango Grande, Guinea Bissau, 16 años después…”, en Matriarcados, Barcelona, 23 de diciembre de 2021.

[4] El nombre actual de la tabanca (aldea), situada al noroeste de la isla de Orango, es Eticoga.

10 septiembre 2021

Fronteras: la fragmentación del espacio geográfico

La línea fronteriza que separa la ciudad mexicana de Tijuana (a la derecha)
de los arrabales de la estadounidense San Diego.

(Fuente: Wikimedia Commons)

“No hay viaje sin que se crucen fronteras: políticas, lingüísticas, sociales, psicológicas, también las invisibles que separan un barrio de otro en la misma ciudad, las existentes entre las personas, las tortuosas que en nuestros infiernos nos cierran el paso. Traspasar las fronteras; también amarlas por cuanto definen una realidad, una individualidad, le dan cuerpo salvándola así de lo indistinto pero sin idolatrarlas, sin hacer de ellas ídolos que exigen sacrificios de sangre. Saberlas flexibles, provisionales y perecederas como un cuerpo humano, y por ello dignas de ser amadas: mortales en el sentido de que, al igual que los viajeros, están sujetas a la muerte, y no ocasión y causa de muerte como lo han sido y lo son tantas veces.” Así ve y concibe las fronteras Claudio Magris, triestino y, por consiguiente, hombre fronterizo, en el prefacio de su libro El infinito viajar. [1]

Hay muchas maneras de ver, considerar, definir, enjuiciar las fronteras. El geopolitólogo francés Jacques Ancel, en su Géographie des frontières, dice que “la frontera es una isobara política que fija, durante un tiempo, el equilibrio entre dos presiones: equilibrio de masas, equilibrio de fuerzas”. [2] Y para el escritor mexicano Jorge Volpi “las fronteras son construcciones imaginarias, límites ficticios que demarcan el ámbito de poder de quien las traza”. [3] Encontraríamos muchas más.

Alfio Squillaci, escritor y difusor cultural italiano, basándose en dos obras de especial relevancia por lo que respecta al tema, traza aquí un interesante panorama de las divisiones territoriales y hace hincapié en los conceptos de muro (separación infranqueable) y frontera (separación permeable) que puede resultar bastante esclarecedor (y también polémico, sin duda) para quien se interese por estas cuestiones.

Albert Lázaro-Tinaut

El muro de Berlín, un claro ejemplo de aberración fronteriza.

Pensar las fronteras

Por Alfio Squillaci

La mayor construcción humana realizada hasta ahora parece ser la Gran Muralla china que, dicen, es perfectamente perceptible a simple vista desde las naves espaciales. El Vallum de Adriano, las murallas servianas y aurelianas, en cambio, testimonian que, por muy grande que fuera el poder expansionista de Roma, en muchos momentos de su historia necesitó defenderse de sus enemigos o separarse de sus vecinos. En la antigua Roma, la palabra hostis significaba tanto ‘enemigo’ como ‘forastero’: Hostis enim apud maiorem nostros indicebatur, quem nunc peregrinum decimus (‘Nuestros antepasados denominaban enemigo a quien hoy llamamos forastero’), escribía Cicerón en De officiis.

El muro más escandaloso y contradictorio construido en Europa, el de Berlín, que cayó en 1989, fue levantado en una sola noche por el régimen comunista, cuya ideología oficial proclamaba el internacionalismo y la paz entre los pueblos hermanos, que no dudó en separar a sus propios proletarios de los otros, pese a seguir repitiendo aquello de “proletarios del mundo, uníos”, y cuyos correligionarios italianos, en su himno Bandiera rossa, cantaban: “Non più nemici, non più frontiere; sono i confini rosse bandiere” (‘No más enemigos, no más fronteras: son los confines banderas rojas’).

Por otra parte, después de haber preconizado con fervor que “antes o después todos los muros caerán”, los papas se encerraron entre las sólidas y antiquísimas murallas de la Ciudad del Vaticano, denominadas leoninas, construidas en una época en que era prudente hacerlo, cuando Roma, sin murallas, había sido devastada: unas murallas, las vaticanas, custodiadas, como todos los muros que son a la vez fronteras, por tropas, aunque en este caso se trate de guardias suizos.

Aspecto actual de las murallas leoninas, que encierran
el Estado de la Ciudad del Vaticano.

(Fuente: PDFslide)

Cabe suponer, pues, que incluso quienes se aferran a la consigna no border, cuando regresan a sus casas después de las batallas internacionalistas y mundialistas, cierran la puerta con llave y se recluyen entre sus propios muros domésticos, estableciendo así una frontera infranqueable entre “el dentro” y “el fuera”. Por mucho que las mejores conciencias proclamen la amistad entre los pueblos, y por mucho que se proponga el acercamiento entre las personas de buena voluntad, siempre prevalece y se manifiesta el impulso de separarse: los muros levantados por cualquier ideología, política, religiosa o de otra índole, ponen de manifiesto las contradicciones.

Pero conviene saber distinguir. Régis Debray argumenta que los muros no son las fronteras, o ya no lo son, o lo son solamente a veces, y no todos lo son, ni siempre. Por regla general, los muros se levantan durante largos períodos de la historia, o bien con prisas, en una sola noche, para separar claramente a unos de otros.

Muchos muros son bastiones fortificados; y si eran bastiones incluso en el espacio ucrónico de Blade Runner, imaginemos lo que significan en nuestro mundo terrenal. Los muros se erigen contra los hostis mencionados por Cicerón, y manifiestan sin ambages un non prevalebunt claro y hostil como el de los cristianos romanos contra las fuerzas infernales. Las fronteras, en cambio, son “un asunto intelectual y moral”, según Debray, a menudo un signo que no es visible (en las nieves de los Alpes, por ejemplo), tampoco olfativo como el de los animales, que marcan su territorio para separarlo del de los demás derramando líquidos corporales.

El paso fronterizo entre España y Gibraltar.
(Fuente: EFE)

Las fronteras son signos de demarcación en un área geográfica concreta. Allí donde es posible, en una carretera o en un puerto de montaña, la frontera, ese muro ideal, se abre o se cierra. Las fronteras tienen la entrada y la salida por la misma puerta, presentan una doble funcionalidad, como el rostro bifronte de Jano, y no deniegan el paso a todos, como los muros: dicen estos sí y estos no. El muro impide el paso y la frontera lo regula. Es un filtro: el reino de los pasaportes, de los visados, de los salvoconductos sellados, donde la estatalidad se impone al pueblo-nación. Como dice Debray, era deber de los reyes, de donde procede el concepto de regere fines, mantener las fronteras.

Últimamente, los medios de comunicación refieren construcciones de muros en muchos lugares del mundo, y la historia nos informa de que las fronteras se han multiplicado en los últimos cincuenta años: desde 1991 se han trazado al menos 27.000 kilómetros de nuevas fronteras, dice Debray, especialmente en Europa y Eurasia. Y nuevas fronteras, unas veces con muros, otras no, surgen por doquier. El geopolitólogo Michel Foucher ha calculado que entre 2009 y 2010 se produjeron veintiséis casos de conflictos transfronterizos graves.

Las fronteras, además de delimitar estados o naciones, encierran identidades. Ya Hume, en su ensayo sobre el intelecto humano, en vez de identidad que supone una rígida lógica aristotélica (A=A), adoptaba el término psicológico sameness (que podríamos traducir como “simismidad”, es decir, reflejo identitario). Aunque algunos antropólogos tiendan a negar, incluso ontológicamente, cualquier identidad; y aunque gentes bienintencionadas, celebridades y el cantante utopista John Lennon cantaran Imagine there’s no countries, los pueblos se obstinan en vivir por su cuenta, y reclaman más fronteras.

Es lo que se viene observando en la historia reciente, y lo que se supone que continuará sucediendo en el futuro. Cuando se disolvió el Imperio soviético, los eslovacos no quisieron convivir con los checos, ni los croatas con los serbios, ni los ucranianos con los rusos; y hoy, el pueblo kurdo se resiste a abolir las fronteras que lo mantiene repartido entre tres países…

En contrapartida, hay una idea internacional expresada por importantes minorías intelectuales que no solo da por descontada o inevitable la sociedad multicultural, multiconfesional y multiétnica: la preconiza, la difunde, la invoca, trata de imponerla. ¿En qué modelo histórico que funcione y resulte satisfactorio se inspiran esos optimistas “sin fronteras”? ¿Tal vez en el irlandés, cuando durante cuatro siglos los irlandeses han peleado a sangre y fuego con los ingleses? ¿O en el de la extinta Yugoslavia, que tuvo y acabó rechazando violentamente su sociedad multicultural, multiconfesional y multiétnica? Cuando esa sociedad fue concebida por poetas y pensadores idealistas y paneslavistas entusiastas de la idea de reunir a todos los eslavos del sur dentro de la misma y única frontera, acabó haciéndose realidad, primero por la monarquía y luego por la fuerza bruta del socialismo “casi real” de Tito, al cabo de unas décadas, a costa de mucha sangre inocente derramada, se decidió que aquel hermoso proyecto no tenía sentido y no podía seguir funcionando. Y así fue como los pueblos de la antigua Yugoslavia establecieron fronteras entre ellos, casi siempre frágiles y a menudo sometidas al control de fuerzas militares de las Naciones Unidas. 

Soldados de las Naciones Unidas en Bosnia.
(Fuente: Revista Ejército)

Para redactar este texto me he basado fundamentalmente en dos ensayos: “Pensare la frontiera”, que forma parte del libro 
Il pensiero meridiano, de Franco Cassano, y Éloge des frontières, de Régis Debray. [4] 

ﷺ ﷺ ﷺ

[1] Claudio Magris: El infinito viajar. Traducción de Pilar García Colmenarejo. Editorial Anagrama, Barcelona, 2008.
[2] Jacques Ancel: Géographie des frontières. Éditions Gallimard, París, 1938.
[3] Jorge Volpi: “Las trompetas de Jericó”, en El País, Madrid, 14 de noviembre de 2005, p. 16.
[4] Franco Cassano: Il pensiero meridiano. Laterza, Bari, 2003; pp. 53-66. / Régis Debray: Éloge des frontières. Folio, Éditions Gallimard, París (eBook), 2013.

Este texto, traducido del italiano y parcialmente resumido por Albert Lázaro-Tinaut, fue publicado en L’Intellettuale Dissidente, Roma, el 28 de abril de 2021. TRANSEÚNTE EN POS DEL NORTE agradece al autor su amable autorización para reproducirlo.

20 noviembre 2020

El activismo negro en España

Foto © Daniel Esteban Aguilera.

Por Quinny Martínez Hernández

Jeffrey Abé Pans es un hombre negro, de 32 años, activista panafricanista* e integrador social, que creció en el seno de una familia monoparental, comandada por su madre. Una mujer blanca sin ningún tipo de privilegios, incansable luchadora con cuatro hijos, de los cuales Jeffrey es el menor y único varón. Sus hermanas mayores se encargaban de cuidarle; reconoce que, habiendo crecido entre mujeres, aprendió a valorar mucho sus luchas, el amor que de ellas sigue recibiendo marca su carácter feminista, defensor de las justas causas a favor de la igualdad que se les niega.

En 2018 se embarcó en la aventura de escribir un libro para hablar acerca de lo que como hombres y mujeres negros concierne. Habló entonces con su mentora, referente y amiga Remei Sipi, que también es una de las primeras mujeres negras abiertamente activista en España y dueña de la editorial Mey, que le dio su apoyo incondicional. Con Remei tiene una relación hace más de diez años, gracias a esa búsqueda de sus orígenes que lo llevaron a encontrarse en el reflejo de otros que, antes que él, levantaban sus voces. Sintiéndose como hombre negro en la capacidad de cortar de alguna manera con la brecha intergeneracional que separa a los jóvenes de los pioneros del activismo negro en España, y para que la unidad sea la protagonista de los cambios que se están generando.

Y así nació Cuando somos el enemigo. Activismo negro en España**. Se puso en contacto con quienes participan en el libro, quedándose corto, puesto que hay gente a la que le gustaría haber incluido, en una propuesta que pasó de ser un libro escrito solo por él, a ser un testimonio vívido entre hermanos; atravesando esos inicios austeros, hasta un hoy más visible por las múltiples posibilidades que da la inmediatez de las redes sociales. “La gente debe entender que las causas de los negros no empiezan con Barack Obama, o con el infortunado suceso de George Floyd; esta lucha viene desde el origen de nuestros tiempos. Nuestras reivindicaciones son legítimas, organizaciones internacionales hacen también ese llamado. Naciones Unidas ha implementado el Decenio Internacional de los Afrodescendientes, que invita a los gobiernos a solucionar el racismo estructural que sufrimos, siendo estos organismos conscientes de que hay una realidad que se edulcora y no se asume como es debido”, puntualiza.

“Lo cierto es que los colectivos y organizaciones que, desde hace años, promovemos el empoderamiento de la población africana y afrodescendiente en España, siempre debatimos sobre qué factores y estrategias son más favorables para mejorar la situación de nuestra comunidad”, escribe en el libro, que recoge experiencias y alegatos de profesionales como Antumi Toasijé, experto panafricanista, recientemente nombrado por la ministra de Igualdad de España, Irene Montero, como nuevo presidente del Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica, organismo creado en 2007.

Jeffrey Abé Pans.

En el relato recogido en la página 75 del libro Toasijé dice: “Mientras que la negritud se centra en la valorización de la persona negra como productora de cultura, el panafricanismo se centra en la conquista del poder político para las africanas y los africanos. El panafricanismo llama a todos los afrodescendientes a unirse en torno a una lucha más compacta. Ciertamente y como dice el mismo Abé Pans, “cabe resaltar que, durante las últimas décadas, el activismo negro en España ha sufrido una gran transformación como consecuencia de los cambios demográficos acaecidos en la sociedad española. La inmigración negroafricana ha aumentado considerablemente, se ha diversificado y cada colectivo ha incorporado a la lucha comunitaria elementos propios de sus reivindicaciones sociales”.

Este joven activista es un autodidacta cuyos inicios fueron motivados por la necesidad de comprender su mundo. Todo empezó a partir de los 16 años, cuando al leer un libro que le regaló una de sus hermanas, en el que relataba la vida y obra de Malcom X, descubrió que había una sucesión de hechos que necesitaba comprender; así fue cómo indagando, leyendo y asistiendo a distintos eventos, se dio a conocer por ser el espectador más joven. Hoy día las personas a las que escuchaba entonces son sus mayores referentes y varias de ellas lo acompañan en el libro.

Jeffrey resalta la importancia de los negros colombianos como pilar fundamental de los movimientos en América, habla de manera distendida de la figura de Benkos Biohó, de la herencia viva que representa el pueblo de San Basilio de Palenque, y de Francia Márquez, a quien admira y tuvo la oportunidad de entregarle su libro; convencido de que, si Francia llega a la presidencia de Colombia, dará un vuelco a un país que sufre lo embates del racismo de manera indiscriminada desde todos los frentes.

Jeffrey está convencido del valor de su trabajo; ha ampliado su mirada a partir de las experiencias de todos esos referentes que él se ha esforzado en conocer, para poder nutrir su andadura en favor del panafricanismo, haciendo de enlace entre los negros de aquí y de allá; en términos asociativos, de militancia antirracista y panafricanista, resalta esas referencias que son hitos para la lucha: Cuando somos el enemigo habla sobre todo eso, y yo sé que no es un libro escrito desde la intelectualidad. Yo soy un joven con una formación profesional básica, no he ido a una gran universidad, pero me he atrevido porque hay que actuar en favor de lo que nos compete, que son los derechos que nos han sido negados. Es un libro que está al alcance de quien quiera leer, fácil de entender y con historias de vida y obra”.

Abé Pans ha tocado muchas puertas para dar a conocer el libro, ha ido personalmente a todas las bibliotecas y librerías en su ciudad, Barcelona, para que se replique el mensaje; en unos espacios ha sido recibido y en otros espacios, no, como todo en la vida. Consciente de que no hay páginas en blanco suficientes para escribir y describir todo el sufrimiento del pueblo negro en el mundo, sigue haciendo su parte, presentando su libro en diversos escenarios, divulgando un trabajo hecho por muchos, que ha cruzado las fronteras, replicando la doctrina del panafricanismo respetando las diferencias.

El prólogo de Cuando somos el enemigo ha sido escrito por la politóloga y activista afrocolombiana Irina Ila; cito textualmente: “Tanto nuestras resistencias activas como pasivas pasan por el mismo proceso; son vaciadas de su contenido permanentemente para ser apropiadas, mientras nuestra historia es invisibilizada”.


* El panafricanismo es un movimiento político que propugna la cooperación y la unidad de todos los países africanos, en especial como defensa contra posibles injerencias de terceros países. 

** Jeffrey Abé Pans: Cuando somos el enemigo. Activismo negro en España. Editorial Mey, Barcelona, 2019.

Este artículo fue publicado originalmente en la revista digital colombiana Vive Afro el 15 de octubre de 2020.

14 marzo 2020

BAJO OTROS CIELOS



Reproducimos un comentario y una entrevista sobre el proyecto poético-geográfico Bajo otros cielos, publicados en el periódico latinoamericano de cultura Por naturaleza propia.

Hace pocos meses asomó a la red una nueva página titulada “Bajo Otros Cielos”, presentada como “un recorrido poético por la geografía”: hasta día de hoy ha publicado más de 300 poemas originales en lengua española y traducidos. Los poemas van ilustrados con una fotografía o una reproducción de arte elegida con buen criterio.

Es genial descubrir en esta página traducciones de literaturas poco conocidas: India, China, Armenia, Islandia, Chipre, Macedonia, Albania, las Repúblicas Bálticas, incluso los países de Escandinavia, por ejemplo, riqueza que los buenos lectores de poesía deben apreciar.

Esta iniciativa solamente merece elogios. Ojalá los responsables de esa hermosa página tengan energías para mantenerse y que “Bajo Otros Cielos” consiga la difusión que merece.

Se accede a la página por el link https://bajootroscielos.blogspot.com/.

Julio P. Orgaz

Entrevista a Albert Lázaro-Tinaut, uno de los promotores de la idea

Por Julio P. Orgaz


P. Hablan ustedes de “proyecto”, palabra que en estos días define muchas iniciativas culturales. ¿Cómo surgió ese diseño?

R. El origen de la idea es lejano en el tiempo, fue una propuesta de la amiga chilena Carmen, exiliada en Venezuela desde 1974 (no quiere revelar sus apellidos por razones que respeto). Carmen, debido a su situación, bastante precaria, no ha podido realizar su sueño juvenil de viajar, recorrer mundo, y como persona apasionada por la poesía (la escribe y la firma con un seudónimo) pensó que se podía “viajar a través de los versos” y las imágenes inspiradas en ellos. Me envió un esquema de lo que proponía y me pidió que la ayudara a emprender el proyecto. Por circunstancias diversas, no pude hacerlo en su momento, y han pasado varios años desde entonces.

P. ¿Partían ustedes de una selección de poemas o tuvieron que empezar de cero?

R. Con la concepción de la idea Carmen había seleccionado material poético sin un criterio definido más que el de la localización geográfica. Partimos, en parte, de aquella selección, pero antes de hacer público el proyecto la revisamos a fondo y nos pusimos a buscar otros poemas. Por mi parte, desempolvé muchos libros, algunos olvidados, de mi biblioteca personal, y ella hizo otras sugerencias. Tardamos más de tres meses en reunir lo necesario para lanzar el blog con garantías y lo abrimos en noviembre de 2019 con un bagaje que nos parecía suficiente, aunque con el propósito de persistir activamente en la búsqueda de nuevos poemas. Al principio fue fácil, pero cuando empezaron a agotarse nuestros recursos personales tuvimos que buscar otros y navegar intensamente por internet. Contamos, además, con la generosa colaboración de personas amigas que nos proporcionaron poemas y, sobre todo, contactos. Todavía lo hacen. Mientras tanto se unieron al proyecto otros dos redactores.

P. Predomina la poesía española y latinoamericana…

R. Es lógico que hayamos recurrido a lo más próximo, por la facilidad que ello supone. Sin embargo, yo mismo, como traductor de poesía, quise introducir a poetas en otras lenguas y, en la medida de lo posible, de autores pertenecientes a culturas poco difundidas entre nosotros. En ese intento también conté con la colaboración de algunas amistades pero, sobre todo, empecé a recorrer bibliotecas públicas a la “caza” de nuevos ejemplares… Esa tarea ha dado muy buenos frutos.

P. He visto que usted mismo es autor de varias versiones.

R. No tantas. Mi aspiración era traducir a más poetas, pero la realidad se impuso: en poco tiempo el proyecto adquirió unas dimensiones que no imaginábamos, lo cual originó una carga de trabajo considerable: transcribir poemas, atender a una correspondencia cada vez más intensa, a medida que Bajo otros cielos se iba dando a conocer, sobre todo en algunos países americanos. He de decir que la respuesta ha sido entusiasta, a veces demasiado, y eso asusta un poco, especialmente cuando de lo que se trata es de disfrutar y no de estresarse.

P. La ilustración de los poemas me parece uno de los activos destacables del proyecto: ¿cómo consiguen las imágenes, siempre imágenes muy adecuadas para los poemas?

R. Debo reconocer que es la tarea más laboriosa, pues los poemas vienen dados y, salvo alguna excepción, los recibimos sin ilustración o con fotografías de escasa calidad. De la búsqueda y selección de imágenes me ocupo personalmente, porque es algo que me apasiona; de hecho, me habitué a ello profesionalmente, cuando trabajaba como editor. Internet es una fuente casi inagotable de imágenes, pero tiene el inconveniente de que muchas no son de libre disposición. Reproducimos las disponibles, y siempre que la conocemos citamos la fuente. Que nuestro proyecto no tenga ánimo de lucro facilita mucho las cosas.

P. ¿Cuál es el ritmo de publicación de los poemas?

R. Al principio cometimos la locura de nutrir el proyecto con muchos poemas, hubo días en que publicamos seis o siete. Quizá fuera necesario para darle cuerpo. Luego fuimos reduciendo las dosis diarias a tres o cuatro, y actualmente solemos publicar dos poemas cada día, algunos días incluso tres. De momento pensamos mantener ese ritmo.

P. ¿Se puede contabilizar el número de lecturas de cada poema?

R. Hasta cierto punto. Quedan registradas las visitas a los poemas que “se abren”, es decir, a aquellos a los que los lectores acceden expresamente desde el índice o desde un enlace directo, pero no a los que encuentran al entrar en la página. Hemos comprobado la importancia de la difusión de los poemas por sus autores, pedimos que los divulguen a través de las redes sociales y de sus blogs, y quienes lo hacen reciben más visitas que los otros. Son muchos los autores y colaboradores fieles que se comprometen con el proyecto y lo difunden.

P. ¿Y el número total de visitas?

R. Eso sí, y su procedencia. Durante las primeras semanas nos desalentaba un poco la escasez de visitas, pero era lógico que fueran pocas teniendo en cuenta que el proyecto apenas se había difundido. Poco a poco fueron en aumento, y ahora mismo se sitúan entre las 100 y las 300 diarias, que no está mal tratándose de algo tan escasamente reconocido como la poesía… Las visitas proceden mayoritariamente de España y de varios países latinoamericanos, pero también las hay, y no pocas, de los Estados Unidos y Canadá, de países europeos y, esporádicamente, de otros continentes. En este sentido podemos sentirnos satisfechos.

P. ¿Qué repercusiones públicas ha tenido el proyecto?

R. La verdad es que pocas, más allá de las que ha habido en blogs y a través de las redes sociales, particularmente de Facebook, donde algunas personas han comentado nuestra tarea. Esta es la primera reseña importante que tenemos, y agradecemos que hayáis valorado tan positivamente el proyecto. Sin embargo, el boca a oído ha funcionado bastante bien, no solo por lo que se ha transmitido, como he dicho, en blogs y redes sociales, sino también por la voluntad de muchas y muchos poetas de dar a conocer nuestra labor a amigos y conocidos. Incluso personas que no escriben poesía han actuado como generosas portavoces.

P. Son cuatro redactores: ¿opinan los cuatro sobre los poemas antes de publicarlos?

R. Sí, siempre. Es un compromiso que adquirimos desde el primer día. Cuando llega o se propone un poema nuevo, lo recibo yo (en cierto modo he asumido la tarea de “jefe de redacción”) y lo reenvío inmediatamente a los otros tres redactores. Solemos ponernos de acuerdo, pero a veces hay discrepancias y se produce un pequeño debate (siempre a través de internet, pues nos separa a todos la distancia). Desde que hemos decidido ser más exigentes en la selección, lo cual no significa que publiquemos solo excelentes poemas, hemos de debatir menos. En caso de discrepancias severas, de las que se han producido poquísimas, pedimos opinión a otras personas que se han ofrecido generosamente a colaborar. En todo caso, la relación entre los miembros de la redacción (dos mujeres y dos hombres) es fluida y muy cordial.

P. Me comentó que intentan equilibrar el número de autores masculinos y femeninos.

R. Fue uno de los “propósitos fundacionales”, pero ese equilibrio entre poetas hombres y mujeres poetas está resultando difícil: la naturaleza del proyecto, que exige la localización geográfica de los poemas, hace que encontremos más poetas hombres que mujeres, quizá porque ellas tienden al intimismo. Por otra parte, hay muchos y muchas poetas que jamás han localizado geográficamente un poema, lo hemos comprobado al revisar su poesía completa, por ejemplo. Es una dificultad añadida, pero ya éramos conscientes de ello, y nos sorprende incluso haber conseguido tantas composiciones “localizadas”.

P. ¿Qué dificultades suelen encontrar?

R. Todo proyecto tropieza con algunas dificultades, es inevitable. Las más frecuentes tienen que ver con la comprensión de las características del nuestro: solemos establecer un límite de versos, alrededor de treinta, y a veces recibimos auténticos poemas río; también nos llegan poemas con localizaciones genéricas, que no se ajustan a los criterios: el bosque, el mar, las montañas… Repetimos hasta la saciedad que las localizaciones han de poder encontrarse en un mapa, pero observamos cómo bastante gente no se toma la molestia de leer detenidamente las instrucciones (que son breves y claras), y suelen ser quienes más protestan cuando se les rechaza un poema. Es una realidad algo decepcionante y una pérdida de tiempo, ya que, por principio, se responde a todas las propuestas.

P. He observado que algunos autores se repiten.

R. Sí, aunque sin abusar de ello permitimos que se puedan publicar, con un cierto lapso temporal, poemas de un mismo o una misma poeta. También se repiten localizaciones, por supuesto, incluso nos parece positivo ofrecer visiones y percepciones distintas de una misma ciudad o un mismo lugar. Lógicamente, hay localizaciones favoritas: París, Nueva York, Lisboa, Roma, Venecia, Madrid, Buenos Aires… También evitamos repetir lugares en poco espacio de tiempo, procuramos alternar.

P. Gracias por haber respondido con tanta claridad a las preguntas.

R. Gracias a vosotros por haber tenido la voluntad y la amabilidad de dar a conocer nuestro proyecto a un ámbito mayor de poetas y lectores.