01 noviembre 2010

El Día de Todos los Santos: la muerte como objeto de culto y de fiesta (con México en el horizonte)

La Catrina o Calavera Garbancera, según una ilustración del año 1913
del caricaturista mexicano José Guadalupe Posada (1852-1913).
La Catrina, bautizada así el por el muralista Diego Rivera, es una metáfora
irónica de la clase social alta antes de la Revolución mexicana, y acabó
convirtiéndose en el símbolo de la muerte en el Día de Muertos.


La antigua celebración cristiana para honrar a los muertos tiene su origen en las persecuciones a los seguidores de Cristo por parte de los emperadores romanos, persecuciones que alcanzaron el momento culminante en el siglo IV, bajo Diocleciano, Maximiano, Galerio y Constancio. El bulo de que los cristianos practicaban la magia negra, el canibalismo y el incesto había hecho afirmar al historiador y político Tácito (55-120) que en el espíritu de éstos anidaba el odium generis humani (odio al género humano).


Detalle de los relieves del sarcófago
paleocristiano de San Justo de la Vega
que representa la persecución
de los primeros cristianos.

(© Museo Arqueológico Nacional, Madrid)


La Iglesia primitiva, víctima de esas persecuciones, consideró un deber honrar a sus mártires, y ya en aquella época estableció el domingo anterior a la fiesta de Pentecostés como día para venerar a las víctimas de los edictos imperiales, que poco después serían elevadas a la categoría de santos. Fue el papa Gregorio III, en el siglo VIII, quien estableció la fecha del 1 de noviembre como Día de Todos los Santos, y dedicó a éstos una capilla en la antigua basílica de San Pedro de Roma.

En los últimos decenios, esta fiesta ha ido decayendo en muchos países –sustituida sobre todo por el Halloween estadounidense–, mientras que en otros es un día especialmente señalado. Así ocurre en México, cuyo célebre Día de Muertos, que la Unesco declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad (juntamente con otras fiestas indígenas dedicadas a los muertos; ved aquí), no es más que la actualización de una antigua festividad anterior a la cristianización.

El transeúnte recuperó hace poco un libro de su admirado Octavio Paz, que había leído hace años; un libro que el escritor dedica especialmente a la mexicanidad: El Laberinto de la Soledad.* Su tercer capítulo, “Todos los santos, día de los muertos”, pretende, precisa- mente, explicar los motivos de esa fiesta que para los mexicanos trasciende la tradición cristiana.

“El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrum- pir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos” –dice Paz, y prosigue–. “Somos un pueblo ritual. Y esa tendencia beneficia a nuestra imaginación tanto como a nuestra sensibilidad, siempre afinadas y despiertas. El arte de la Fiesta, envilecido en casi todas partes, se conserva intacto entre nosotros.”

Octavio Paz.

Y unas páginas más adelante entra de lleno, con su admirable estilo literario, en la celebración a la que se refiere ahora el transeúnte: “La muerte es un espejo que refleja las vanas gesticulaciones de la vida. Toda esa abigarrada confusión de actos, omisiones, arrepentimientos y tentativas –obras y sobras– que es cada vida, encuentra en la muerte ya que no sentido o explicación, fin. Frente a ella nuestra vida se dibuja e inmoviliza. Antes de desmoronarse y hundirse en la nada, se esculpe y vuelve forma inmutable: ya no cambiaremos sino para desaparecer. […] Para los antiguos mexicanos la oposición entre muerte y vida no era tan absoluta como para nosotros. La vida se prolongaba en la muerte. Y a la inversa. La muerte no era el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito. Vida, muerte y resurrección eran estadios de un proceso cósmico, que se repetía insaciable”.

Y luego, tras varias consideraciones al respecto y enlazadas con la cristianización de los mexicanos, insiste en la vigencia de aquellas antiguas creencias: “La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida. El mexicano no solamente postula la intrascendencia del morir, sino la del vivir. Nuestras canciones, refranes, fiestas y reflexiones populares manifiestan de una manera inequívoca que la muerte no nos asusta porque ‘la vida nos ha curado de espantos’. Morir es natural y hasta deseable; cuanto más pronto, mejor. Nuestra indiferencia ante la muerte es la otra cara de nuestra indiferencia ante la vida. Matamos porque la vida, la nuestra y la ajena, carece de valor. Y es natural que así ocurra: vida y muerte son inseparables y cada vez que la primera pierde significación, la segunda se vuelve intrascendente. La muerte mexicana es el espejo de la vida de los mexicanos. Ante ambas el mexicano se cierra, las ignora.

México: Patria y Muerte,
fotografía de José Migueles.

(© Flickr)

El desprecio de la muerte no está reñido con el culto que le profesamos. Ella está presente en nuestras fiestas, en nuestros juegos, en nuestros amores y en nuestros pensamientos. Morir y matar son ideas que pocas veces nos abandonan. La muerte nos seduce. La fascinación que ejerce sobre nosotros quizá brote de nuestro her- metismo y de la furia con que lo rompemos […].

Por otra parte, la muerte nos venga de la vida, la desnuda de todas sus vanidades y pretensiones y la convierte en lo que es: unos huesos mondos y una mueca espantable. Es un mundo cerrado y sin salida, en donde todo es muerte, lo único valioso es la muerte. Pero afirmamos algo negativo. Calaveras de azúcar o de papel de China, esqueletos coloridos de fuegos de artificio, nuestras representaciones populares son siempre burla de la vida, afirmación de la nadería e insignificancia de la humana existencia. Adornamos nuestras casas con cráneos, comemos el día de los Difuntos panes que fingen huesos y nos divierten canciones y chascarrillos en los que ríe la muerte pelona, pero toda esa fanfarrona familiaridad no nos dispensa de la pregunta que todos nos hacemos: ¿qué es la muerte? No hemos inventado una nueva respuesta.”

Calaveras de azúcar decoradas,
una de las características del
Día de Muertos en México.

(Fuente: http://www.taringa.net/posts/info
/3832239/El-Dia-De-Los-Muertos.html)


Al transeúnte, esas consideraciones acerca de la idiosincrasia del pueblo mexicano le hacen reflexionar sobre el sentido de las muertes violentas que se producen en México, de las que casi a diario dan cuenta los medios de comunicación. ¿Tienen algo que ver con esa indiferencia ante la muerte a la que alude Octavio Paz o se trata de algo ajeno a ello, a una simple y vulgar delincuencia vinculada a tráficos diversos y clanes enfrentados? En cualquier caso, las palabras del escritor mexicano le parecen significativas para entender ciertas mentalidades, o al menos intentarlo. Pocos como él han entrado tan profundamente en el alma mexicana.



* Octavio Paz: El Laberinto de la Soledad. México, Fondo de Cultura Económica, segunda edición, revisada y aumentada, 1959. La edición que ha manejado el transeúnte es la novena reimpresión, del año 1981.


26 comentarios:

Lola MU dijo...

Interesante reflexión e interesante pregunta... Fascinante, enigmático y maravilloso México.
Saludos

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Lola: México es un universo en el que lamento no haber puesto los pies, un gran país donde a veces se mezcla la tradición precolonial y precristiana (como la que presento aquí) con la vista puesta en un futuro que auguro prometedor. En todo caso, un país con muchas caras y muchas personalidades, lo cual es signo de riqueza cultural.
Saludos cordiales.

Luis Antonio dijo...

Una auténtica lección magistral. Enhorabuena.

María Eugenia Mendoza dijo...

Querido Albert:
Magnífica entrada dedicada a la muerte y particularmente a la fiesta de Día de Muertos mexicana, que como bien lo señalas forma parte de la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Excelente la referenciaa Posada y a Paz. El primero todo un editorialista a partir de sus grabados. En cuanto a Paz, el poeta mexicano estudió y entendió como pocos al pueblo mexicano, del que escribió buena parte de su obra, como casi todos los grandes, desde el extranjero. Sin embargo, no estoy de acuerdo del todo con la postura de la indiferencia del mexicano ante la muerte y ante la vida. Si bien las calaveritas de azúcar y las literarias son parte de estas fiestas, creo que el mexicano se enfrenta como cualquier ser humano a la muerte, es decir, con dolor, y, cuando es producto de actos violentos, con rabia e impotencia. Se cree que retamos a la muerte y que aun la deseamos al saberse que en el México antiguo se practicaban sacrificios humanos en nombre de los dioses, no se piensa así de los conquistadores ibéricos, quienes trajeron a estas tierras a la inquisición, institución que condenaba a seres humanos (en ocasiones no reconocidos como tales, pues eran indios), en nombre de Dios a tortura y muerte. En ambos casos la muerte, desde nuestra óptica, era un crimen, pues realmente llegaba no por designio divino ni en forma natural.
Quiero compartir contigo que el rey poeta Nezahualcóyotl escribió maravillosos poemas en donde la muerte era motivo de terrible angustia:
"Me siento fuera de sentido,
lloro, me aflijo y pienso,
digo y recuerdo:
¡Oh, si nunca yo muriera,
si nunca desapareciera!...
¡Vaya yo donde no hay muerte,
donde se alcanza victoria!
Oh, si nunca yo muriera,
si nunca desapareciera..."
En fin, el mismo Paz, ante la matanza del 68 no consideró la muerte de los jóvenes estudiantes ni como natural ni deseable.
Soy mexicana, me duele la muerte, honro la memoria de mis muertos sin ofrendas (aunque éstas me parecen una manifestación cultural muy hermosa) y pido a Dios por que se acabe esta ola de violencia que está costando miles de vidas.
Te mando mi admiración y mi amistad.

MA dijo...

Amigo Fascinante entrada ,un placer leer tu post en el día de Todos los Santos en España se celebra por tradición y en México es su gran fiesta grande.
Un culto a la muerte y a la vida.

Abrazos de MA para ti.

Phivos Nicolaides dijo...

Hola amigo Albret! Sus artículos son siempre tan interesante y completo. Me gusta mucho visitar tu blog. Un cordial saludo. Felipe

Franck dijo...

Hola Lazaro muy interesante este post como todo lo que escribes, una pregunta en tus seguidores sale que tienes "666" una coincidencia por estas fechas.

saludos


Franck

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Luis Antonio: tus palabras son exageradas, pero las agradezco por lo que tienen de reconocimiento a mi trabajo. Me limito a exponer con palabras mías información conocida y, además, pongo en boca de Octavio Paz lo esencial.
Saludos cordiales.

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

María Eugenia: Te confieso que esperaba tu reacción, y te la agradezco muy sinceramente.
Para mí Octavio Paz es un maestro al que he admirado desde que lo leí por primera vez. También he aprendido mucho de él como traductor de poesía. México está presente en casi toda su obra, y se esté o no de acuerdo con alguna de sus opiniones, creo que conoció muy a fondo la idiosincrasia de los mexicanos (así lo he percibido siempre).
En todo caso, nunca se debe generalizar, y tienes mucha razón cuando mencionas hechos luctuosos en absoluto deseados ni acogidos con esa actitud que él describe. Creo que es imposible describir el alma de un pueblo, y más si es un pueblo grande y compuesto por numerosas naciones, que ahora conforman el Estado mexicano. No puede ser la misma la mentalidad de una ciudadana culta como tú que la de un indígena de Chiapas, por ejemplo.
Me ha gustado escribir sobre este tema y rendir, de paso, un modesto homenaje a Paz, y me satisface mucho que el articulito te haya gustado. También me satisface que contradigas a Octavio Paz cuando no estás de acuerdo con su opinión, porque eso enriquece el debate (aunque él, lamentablemente, no pueda ser partícipe).
Gracias, además, por ese bello y utópico poema de Nezahualcóyotl, que desconocía, y que dice mucho del pensamiento de los antiguos habitantes de tu país.
Con mi amistad sincera, un saludo afectuoso desde Barcelona.

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

MA: Me alegra mucho leer que a ti también te ha llegado el mensaje que he querido transmitir, ayudado por las palabras de Octavio Paz. Gracias, pues, por tu comentario y un abrazo.

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Gracias, amigo Phivos, por tu amable comentario, por la valoración que haces de esta bitácora y por seguirla con tanta fidelidad.
Un saludo codial.

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Gracias también a ti, Franck.
Efectivamente, tenía 668 seguidores y se han reducido a 666: casualidades.
Un saludo cordial.

islandgirl4ever2 dijo...

Hi Albert-- Great article! I have to work on my español to get me prepared for my upcoming trip to Costa Rica!!
Toussaint is observed so differently here in France than in Mexico, but the idea of going to the graveyard and paying respects to the dead- may be similar!

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Thank you for your comment, Leesa!
Permettez-moi de continuer en français, mon anglais est très mauvais: c'est vrai, la Toussaint est une fête de moins en moins celebrée en Europe (au moins en Espagne), mais elle reste une journée importante pour réflechir sur la mort.
Salutations amicales.

Unknown dijo...

Muy interesante Alberto. Justamente tengo una pareja de amigos Mexicanos y fui a su casa el 2 de Noviembre y alli habian preparado su pequeno lugar para recordar y honrar a sus familiares fallecidos.

Les pasare el link de este post para que se acerquen a tu bitacora !

Un abrazo desde Londres
Pablo

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Gracias, Tucumano, tanto por tu visita y comentario como por difundir esta bitácora.
Un abrazo mediterráneo y soleado.

Elizabeth dijo...

Existo como Ungaretti, "enferma de Universo". Viva de muerte en muerte. ¿Acaso cae el sol a causa del este? La luz confesará sus vestes. Besos.

Carme Carles dijo...

Muy interesante tanto la reflexión que hace el caminante como el texto de Paz. Hace poco descubrí las claveras de azúcar que junto con los "panellets" que dan sabor terrenal a la festividad de algo tan difuminado como la muerte.
Salut

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Muy poeticofilosófica, Eli. Me gusta lo que dices.
Besos también para ti.

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Carme: cada pueblo tiene sus tradiciones para cada ocasión. Recuerdo que antes, además de los panellets, en Cataluña comíamos "huesos de santo"; no sé si aún se encuentran.
Salut!

Unknown dijo...

Sonará banal pero prefiero concentrarme en la fugaz vida, que se escapa entre los dedos. Ya tendré tiempo de pensar en la eterna muerte cuando por allí me instale. Saludos, buena entrada y buenos comentarios.

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Sí, viajero, y disfrutarla mientras se pueda. No es banalidad, sino quizá insconsciente instinto de supervivencia... Sin embargo, como resulta evidente, hay quienes celebran la muerte con alegría y fiesta, lo cual no está tan mal como pudiera parecer: todo depende de las raíces culturales de cada comunidad humana.
Gracias por el comentario.

Anónimo dijo...

Un artículo muy lindo, lo mismo que su homenaje a las palabras del maestro Octavio Paz.
Le envío mis felicitaciones y mis saludos.

Bruna G. López

Anónimo dijo...

Como soy una idealista incurable creo que delante de la muerte,pero sobre todo delante de la perdida de seres queridos, somos todos iguales. Ni cultura, ni clases sociales, ni razas. La muerte duele. Lo que sí es cierto es que en Europa escondemos la muerte y nos encontramos más desemparados cuando se presenta. La manera de expresar el dolor cambia según las culturas pero el dolor, cuando es auténtico, es el mismo. Lo compruebo cuando leo obras provenientes del mundo entero.
Un cordial saludo,
Anne
PS. Mejico es un pais muy bello.

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Bruna, gracias por el comentario. Y, en efecto, Octavio Paz fue (y es) un maestro al que admiro profundamente.
Saludos cordiales.

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Anne, se da la paradoja de que en Europa la muerte ha substituido al sexo como tabú social. Creo que no debería serlo, que se debería hablar de ella en las escuelas, hemos de ser conscientes de que es el final de un ciclo biológico y saber asumirla como tal.
Por supuesto, la desaparición de un ser querido siempre es traumática, pero entender que eso forma parte de la vida, aunque sea su final, puede ayudarnos a reflexionar y a sobrellevar mejor el dolor.
Por otra parte, la muerte aparece todos los días en las pantallas de los televisores, en la prensa, en las películas, en la literatura e incluso en el arte, y parece que nos hayamos acostumbrado fríamente a esa convivencia diaria con la tragedia del "otro".
Los humanos somos muy paradójicos, la verdad.
Gracias por tu punto de vista y un abrazo.