23 junio 2013

¿Qué utilidad tiene la presidencia rotatoria de la Unión Europea?


En tiempos de vacas gordas son posibles muchas cosas, aunque no resulten realmente imprescindibles. Por ejemplo, la institución y el mantenimiento de la presidencia rotatoria de la Unión Europea.

Esta práctica, considerada oficialmente un órgano interno del Consejo de la UE y una responsabilidad institucional, funciona desde 1958; en efecto, entre enero y junio de aquel año Bélgica ejerció la primera presidencia semestral del entonces Mercado Común Europeo, costumbre que se mantiene hasta nuestros días y a la que se han ido incorporando los Estados que pasaban a formar parte de la Unión. Cuando esto se publica, ostenta la presidencia Irlanda, que el próximo 1 de julio pasará el relevo a Lituania.

Imagen coloreada de la firma en Roma del Tratado del Mercado Común
Europeo (25 de marzo de 1957), germen de la actual Unión Europea.

¿Cuál es el papel del Estado que preside durante medio año la UE? Fundamentalmente, organizar y presidir las reuniones del Consejo y resolver los problemas que se presenten en la práctica, con el asesoramiento (o la “asistencia”, según la terminología comunitaria) de un secretario general que suele ser ciudadano de otro país, no del que preside el Consejo.

El transeúnte no se perderá aquí en cuestiones administrativas y legales que forman parte de la enorme maquinaria burocrática de la carísima institución supranacional. Sólo añadirá que por una decisión adoptada en el Acta Final del Tratado de Lisboa (2007), tres años más tarde entraron en vigor unas nuevas reglas que establecían un sistema de colaboración entre tres presidencias consecutivas para formular un programa de trabajo a más largo plazo.

Sede la Comisión Europea, en Bruselas.

Lego en materia jurídica europea, el transeúnte considera que no están los tiempos para gastos probablemente suprimibles, sobre todo desde que el 1 de enero de 2010 empezó a ejercer como primer presidente del Consejo Europeo el hasta entonces jefe del ejecutivo belga Herman A. Van Rompuy. ¿Es realmente necesario que exista, de hecho, esa doble presidencia: la del señor Van Rompuy  y la del representante del Estado miembro que ejerce la presidencia de turno? ¿No sería suficiente la presidencia única, poniendo a su disposición no sólo las tareas de los comisarios, sino también las del Parlamento Europeo, con 754 diputados representantes de todos los Estados miembros?

Sede del Parlamento Europeo, en Estrasburgo.

La UE, con sus contradicciones, sus luchas partidistas internas y su desmedida burocracia (que incluye traductores e intérpretes de y a cada una de las lenguas de los Estados miembros, además de una importantísima legión de funcionarios que viajan constantemente y se instalan en costosos alojamientos) cuesta muchísimo dinero a los contribuyentes. En este sentido, el diario letón Neatkarīgā Rīta Avīzes denunciaba el pasado 10 de junio que cuando a Letonia le corresponda asumir la presidencia rotatoria (prevista para el primer semestre de 2015), el país gastará en seis meses unos setenta millones de lats (alrededor de cien millones de euros al cambio actual). [1]

En un breve pero concienzudo análisis, quien firma el artículo (el periodista Juris Paiders) se pregunta, no sin cierta ironía, si Letonia contribuirá acaso a cambiar las cosas en la Unión, y dice que con ese dinero su pequeño país podría prestar una ayuda muy necesaria a los agricultores, construir una nueva biblioteca nacional, salvar a alguna gran empresa industrial que se encamina hacia la quiebra o crear nuevos puestos de trabajo para los 102.000 desempleados registrados ahora mismo en las oficinas de paro de Letonia (que no son poca cosa en un país de poco más de dos millones de habitantes).

Sede del Banco Central Europeo, en Fráncfort.

La cuestión no es trivial, y debería hacernos reflexionar (o más bien debería hacer reflexionar a la clase política europea) sobre los descomunales gastos que origina la Unión, en los que no parece que se produzcan recortes significativos. Gastos que, huelga decirlo, pagan los contribuyentes de cada Estado en función de diversos parámetros, empezando por los sueldos y las dietas de los eurodiputados y sus constantes desplazamientos, generalmente en avión y muchas veces en clase preferente. Quizá no fuera mala idea sacar más partido a las nuevas tecnologías y usar, por ejemplo, las videoconferencias para realizar muchas de las reuniones, lo cual evitaría tantos viajes.

Sede del Tribunal de Cuentas de la Unión, en Luxemburgo.

El transeúnte no tiene los elementos de juicio necesarios para denunciar estas situaciones, pero las apunta porque su olfato le dice que, seguramente, hay muchos intereses detrás de tanto gasto y de las elevadas sumas de dinero que probablemente se dilapidan a espaldas del ciudadano comunitario. De ahí la legítima sospecha de que la denominada “crisis económica” ha sido concebida en este mundo tan globalizado para empobrecer a la parte más débil de la sociedad y, sin duda, para beneficio de unos miles de privilegiados.


Quizá estas cuestiones puedan ser rebatidas con argumentos creíbles: sería deseable. En cualquier caso, si a alguien le apetece entrar más profundamente en materia tiene a su disposición un estudio de Covadonga Ferrer Martín de Vidales, formulado desde el punto de vista jurídico, publicado por la ECSA (European Community Studies Association) que se puede leer aquí.

Albert Lázaro-Tinaut

[1] Está previsto que Letonia adopte el euro como unidad monetaria en 2014.