24 febrero 2013

La Italia balcánica

El león de San Marcos y escudos heráldicos en el borgo antico de Muggia.  
(Foto © Albert Lázaro-Tinaut)

El transeúnte no hablará de los territorios balcánicos que en diferentes épocas históricas pertenecieron a Italia, como es el caso de partes de Dalmacia, Istria, Albania o Grecia, sino de los dos municipios de la actual República Italiana que pertenecen, geográficamente, a la península Balcánica (por lo menos a criterio de numerosos geógrafos): Muggia y San Dorligo della Valle, en la provincia de Trieste.

Los límites de los Balcanes son objeto todavía, y desde al menos mediados del siglo XIX, de debate por parte de geógrafos de distintos países. El concepto Balcanes está sometido, además, a criterios políticos, no sólo geográficos. Así, desde el punto de vista de la geografía física incluyen los territorios situados al sur de los ríos Kupa, Sava y Danubio, a partir de la península de Istria, al oeste, hasta el delta del gran río europeo, en el mar Negro y en tierras rumanas, al este. Ello significaría que casi toda Rumanía quedaría fuera del espacio balcánico, lo mismo que el noreste de Croacia y la Voivodina serbia, mientras que sí serían balcánicas algunas zonas meridionales de Eslovenia y esos dos pequeños municipios italianos situados al sur del de Trieste. También pertenecería a los Balcanes la parte europea de Turquía.

Lo que serían los Balcanes desde el punto de vista de la geografía física.

Desde el punto de vista geopolítico, en cambio, quedaría excluida de los Balcanes toda la República de Eslovenia e incluida la totalidad de Rumanía, y algunos incluso considerarían balcánica (el transeúnte cree que erróneamente, en muchos sentidos) la isla de Chipre por su estrecha vinculación cultural a Grecia (¿deberían considerarse las islas adriáticas, jónicas y egeas parte de la península?). El geógrafo italiano Vittorio Vialli llegó a trazar una línea imaginaria que uniría Trieste con Odesa como teórico límite septentrional de la península Balcánica.

Los Balcanes desde el punto de vista político, con la línea 
imaginaria propuesta por Vittorio Vialli. [1]


Dejemos sin embargo este complejo tema para otra ocasión y centrémonos en los dos municipios italianos que muchos geógrafos coinciden en situar en Istria, es decir, formarían parte de los Balcanes físicamente hablando.


Muggia

El municipio de Muggia (en esloveno, Milje) ocupa una pequeña península que limita al noreste con Trieste, al este con San Dorligo, al sur con el municipio esloveno de Koper/Capodistria y al norte con el mar Adriático, al que se asoma. Con una población de poco más de 13.500 habitantes y una superficie de apenas 13,66 km2, tiene como núcleo central la población del mismo nombre, fundada entre los siglos VIII y VI antes de nuestra era como fortificación y conquistada por los romanos en la campaña de Istria (178-177 aC); éstos establecieron el Castrum Muglae, que daría origen al topónimo actual.

Tras haber estado sometida a Bizancio y Génova, en 1420 Muggia se integró en la República de Venecia, que le dio el esplendor de que goza actualmente. Más tarde, juntamente con Trieste y otros territorios, pasó a formar parte del Imperio austriaco, para quedar bajo administración italiana en 1918 e incorporarse definitivamente a Italia, después de la ocupación alemana durante la segunda guerra mundial y la internacionalización del territorio triestino, en 1954, tras la firma del Memorándum de Londres, ratificado por el Tratado de Osimo en 1975.

El castillo de Muggia desde el puerto.
(Foto © Albert Lázaro-Tinaut)

Compleja, pues, la historia de esta pequeña franja costera a la que se llega fácilmente y en pocos minutos desde Trieste en el autobús de la línea 20 (que inicia su recorrido en la Piazza della Libertà, junto a la estación ferroviaria triestina) o bien por mar, a bordo de una pequeña embarcación que cruza varias veces al día las aguas del denominado Vallone di Muggia. El transeúnte ha utilizado ambos medios de transporte y ha quedado sorprendido por la belleza del emplezamiento de la localidad de Muggia, con su bien conservado castillo (de 1374, propiedad actualmente del escultor local Villi Bossi, que en 1991 lo restauró totalmente) y su plaza principal, a la que se asoma la loggia del Ayuntamiento (de 1444), con su torre del reloj (añadida en 1888) y la catedral, de estilo gótico-renacentista, dedicada a los santos Juan y Pablo, consagrada  en 1263.


El Ayuntamiento de Muggia. (Foto © Albert Lázaro-Tinaut)


Detalle de la fachada 
de la Catedral.(Foto © Albert Lázaro-Tinaut)


Es muy característica, además, en Muggia la puerta medieval de la Portizza, dominada por una escultura en relieve del león de San Marcos, característico símbolo veneciano, a través de la cual se accede al borgo antico (el núcleo medieval), donde se encuentra también la puerta de San Rocco. Muchos son los edificios notables del barrio antiguo, algunos de ellos dotados de escudos nobiliarios y bellos balcones y ventanales. No se puede pasar por alto el convento de los Franciscanos, del siglo XIV, adosado a la basísica de San Francisco, con su campanario de quince metros, en la que es evidente la restauración de que fue objeto en 1958; sin embargo, vale la pena entrar en el templo para contemplar sus tesoros artísticos, desde el pesebre permanente hasta las pinturas de la Madonna che allatta il Bambino (del siglo XV) y la Madonna della Cintola (del XVII), pasando por el nicho que alberga una Piedad de yeso, fechada también en el siglo XV.


La Portizza. (Foto © Albert Lázaro-Tinaut)



Fachada de la basílica
de San Francisco. 
(Foto © Albert Lázaro-Tinaut)

Otra joya arquitectónica de Muggia es la basílica de Santa Maria Assunta (de estilo románico), cuyos orígenes se remontan probablemente al siglo V; aunque ampliado en épocas posteriores, este templo merece también una detenida visita, sobre todo para contemplar sus frescos. Su campanario, de diecisiete metros, ofrece unas vistas extraordinarias de la zona marítima, con Trieste al fondo.

Muggia resulta una localidad simpática, con el aspecto veneciano de casi todas las localidades de Istria y Dalmacia, que contrasta con la severidad austrohúngara de Trieste. Vale la pena acercarse al puerto, muy próximo al centro histórico, y comer pescado recién sacado de las redes en la Cooperativa de Pescadores local, que dispone de un sencillo pero excelente restaurante dotado de una amplia terraza sobre el muelle (denominado Largo Sauro Nazario). Hasta allí llega no sólo la brisa del Adriático, sino el agradable olor marino mezclado con el del pescado que se fríe en la misma terraza. El transeúnte guarda un extraordinario recuerdo de aquella experiencia gastronómica, regada con vino de la región, que, además, resultó muy barata.


El puerto y el barrio marítimo de Muggia desde la terraza
de la Cooperativa de Pescadores.
(Foto © Albert Lázaro-Tinaut)

Si se pasa el día en Muggia queda tiempo para visitar su Museo Arqueológico, en el que no debe esperarse encontrar piezas sorprendentes pero sí una cantidad de grabados, mapas y fotografías que permiten recorrer visualmente la historia del municipio; además, desde el segundo piso se pueden contemplar las excavaciones del monte Castellier, los restos más antiguos que se conservan del lugar.


El Vallone di Muggia desde el puerto de la localidad. Al fondo, Trieste.  (Foto © Albert Lázaro-Tinaut)


San Dorligo della Valle

Este municipio de 24,51 km2 (cuyo nombre en esloveno es Dolina, oficial también en italiano hasta 1923), limítrofe con el de Muggia, cuenta con apenas 6000 habitantes y es menos espectacular que el anterior, sobre todo porque está algo alejado del mar, aunque cuenta con interesantes formaciones rocosas, entre las que destacan la reserva natural de la Val Rosandra (en esloveno, Dolina Glinščice), con sus cascadas y escarpadas laderas, y la gruta de Gualtiero, descubierta en 1991. Es, sin duda, un lugar de interés para los amantes de la geología, al igual que todo el Carso, del que San Dorlingo es una estribación. Abundan en este municipio, además de numerosos cursos de agua, las fuentes naturales, por lo que es también un lugar propicio y recomendable para las excursiones montañeras.


Una de las cascadas de
la Val Rosandra.

(Foto © Nicholas-G / flickr)




           














                                                                                  La gruta de Gualtiero.

(Fuente: Percorsi in provincia di Trieste)

Sólo una parte del municipio, la más meridional, pertenece realmente a la península Balcánica, de modo que algún que otro geógrafo lo excluye de la misma.

En la localidad de San Dorlingo destacan la iglesia parroquial, con su airoso campanario, y los templos de San Giuseppe della Chiusa, de 1645 (desde cuyas torres, levantadas en 1750, se puede admirar gran parte de la Val Rosandra); el de San Bartolomeo, en la frazione de Caresana, y el de San Antonio, del siglo XVII, en la de Prebenico, ambas también con esbeltos campanarios. Merece la pena, además, visitar el pueblecito (frazione) de San Antonio in Bosco, situado en un bello paraje natural.


San Dorlingo della Valle.
(Fuente: Avistrieste)

Hoy en día son pocos quienes discuten la pertenencia de estos municipios a las tierras balcánicas, pese a encontrarse a escasísimos kilómetros de la urbe de Trieste, que queda claramente fuera de los Balcanes. Cuando se menciona esta península no suele tenerse en cuenta que una pequeñísima parte de ella se encuentra en territorio italiano…, aunque no ha de sorprendernos, por ejemplo, que en la librería principal de Muggia todavía se reivindique como italiana toda la península de Istria: aún es reciente, sobre todo para los habitantes de más edad, la dolorosa pérdida para Italia, derrotada en la segunda guerra mundial, de territorios que actualmente pertenecen a Eslovenia y Croacia.


El pueblo de San Antonio in Bosco, en el municipio
de San Dorlingo della Valle.
(Fuente: Working People)

[1] En este mapa, bastante mal diseñado, habría que añadir las fronteras políticas de Montenegro y Kosovo y, por supuesto, habría que excluir de él a Eslovenia, cuyo nombre aparece sobre el mapa de Austria.

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